Prólogo

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Seis años atrás...

Debo escapar, no debo, tengo, si no lo logro esta noche será mi fin, porque si no me mata él cuando descubra que ya sé su secreto, entonces me tomaré todo el maldito frasco de oxicodona y acabaré con todo.
Tengo una ventaja: él no sabe que lo sé.
Ya no puedo soportarlo más, lo que hace cada noche mientras finjo que duermo es... Cada que cierro los ojos evoco lo sucedido la noche anterior, sus susurros, su olor, su respiración, la forma en la que su... desearía no recordarlo, no haberme enterado, seguir inocente viviendo la fantasía de que un sujeto extraño de alguna manera misteriosa me encontró mientras me desangraba y me salvó la vida. En este momento comprendo y envidio a las personas que prefieren pasar la vida en un mundo de ilusiones.
La intelección de la realidad me provoca arcadas.
Tal vez hubiera sido mejor no descubrirlo, seguir con la rutina y dejar que me lleve con él a donde sea que vaya. Recuperarme totalmente y descansar, dejar que me convenciera de que me permitiría regresar con mi familia algún día, aunque en el fondo supiera que todo era parte de un engaño.
Una dulce mentira, parece tonto, pero en este momento sería un bálsamo para mi mente torturada.
La tortura a base de violencia psicológica y privación a la que he sido sometida hasta ahora, no es nada comparada con lo que pasa cuando caigo inconciente gracias al sedante que descubrí hace una semana que están poniéndole a mi comida. Es aberrante y lo peor es que, todos aquí lo saben, no les importa, al contrario, colaboran para siga ocurriendo.
Llevo días sin probar bocado, ya las empleadas no me vigilan durante las comidas, así que la arrojo en una bolsa que escondo en el closet y actúo como si nada pasara. Aunque realmente me siento como si estuviera en el infierno, sin los sedantes dormir es casi imposible, además de la ansiedad que produce la abstinencia por el alto abrupto en el consumo de opioides, la sudoración excesiva, el dolor en los músculos, también he tenido alucinaciones... es cuestión de tiempo antes de que empiece a deteriorarme.
Ya estoy deshidratada y me desoriento por momentos.
Soy consciente de que no duraré mucho, entre más débil esté, más fácil será para él, por demás, si se da cuenta de mi estado, probablemente me matará. Se vuelve más evidente cada día que pasa, apenas y puedo subir las escaleras sin marearme.
—Buenos días, amor —Lo escucho susurrar detrás de mí, su tono de voz tan relajado, claramente no tiene mis problemas para dormir. Él sí puede hacerlo plácidamente.
Me dan ganas de encogerme, en lugar de eso, trago el nudo que se forma en mi garganga y me giro para quedar sobre mi espalda, entrelazo mis manos sobre mi abdomen para disimular mi nerviosismo.
—Buenos días.
—¿Dormiste bien? —Pregunta acercándose más.
—No mucho —Me limito a decir.
Cierro los ojos con fuerza cuando estira su mano para acariciar mi mejilla. Su toque es suave, siempre lo es, delicado e incluso tierno, es tan discordante su forma de tratarme.
Parece no querer lastimarme directamente, siempre deja que otros lo hagan o no me permite ser consciente cuando es él quién lo hace.
—¿Pesadillas de nuevo? —Me limito a asentir. Él me atrae hacia sí y me acuna entre sus brazos. Es asfixiante— Quédate en la cama, descansa, voy a pedir que no te molesten.
Su preocupación se escucha tan genuina... «maldito infeliz»
—Está bien —Musito con la cara pegada a su pecho. No quiero mirarlo a la cara, temo que algo me delate y se de cuenta que planeo algo— ¿A qué hora regresarás?
—Llegaré temprano hoy.
—Me gustaría cocinar la cena para ti —Propongo, intento mantener mi voz lo más neutra posible.
—¿Sabes cocinar? —Inquiere sorprendido.
—Soy una mujer de múltiples talentos —Bromeo haciéndolo reír— La comida hindú es mi especialidad.
—Perfecto, le pediré a Fedora que te ayude —Dice antes de deshacer el abrazo y levantarse de la cama.
Sin duda Fedora me ayudará, aunque no de la forma en la que él cree y no será la única, todos en esta casa van a ayudarme de una u otra forma hoy. Lo harán sin darse cuenta.
—Ten un buen día —Le deseo cubriéndome totalmente con la sábana.
—Tu igual, amor.
Me hago un ovillo y vuelvo a fingir que estoy dormida. Escucho como va y viene haciendo su rutina como todos los días. Toma una ducha, se pone ropa limpia, incluso se acicala en el espejo y se pone loción, dejando la habitación impregnada de su olor, provocándome náuseas de nuevo. Mi dolor de cabeza empeora.
Con suerte será la última vez que tenga que oler esa porquería.
Me concentro en ese pensamiento para olvidarme del dolor en mi cuerpo y de la imperiosa necesidad con la que me cerebro me grita que vuelva a consumir, me aferro con todas mis fuerzas a la esperanza de que hoy por fin lograré salir de aquí y con eso en mente, la determinación que me ha llevado a lograr todo lo que me he propuesto en mi vida se hace cargo. Es ahora o nunca.
La cena de hoy será especial, mi boleto de salida.
No puedo pedir ayuda a nadie, sé que se lo informarán, tampoco puedo escapar, ya lo intenté y me gané tres días encerrada en cuarto oscuro sin agua ni comida. Todos en esta maldita casa trabajan para él y por alguna razón que no termino de comprender lo siguen ciegamente, prácticamente son sus esclavos, hacen lo que ordena sin chistar, no les importa nada más que servirle.
Si él les pide que me limpien, entonces en cuestión de minutos estoy desnuda bajo la ducha siendo vigilada por dos empleadas mientras tomo un baño. Si él ordena que me castiguen, con un chasquido de dedos consigue que me empapen con agua helada y me dejen a intemperie atada a un árbol en pleno invierno.
No hay forma de ganar, no puedo pelear o buscar auxilio con alguien del exterior. Estoy sola, incomunicada y rodeada de personas que no dudarían en acabar conmigo.
No tengo más remedio que atacarlos a todos de forma simultánea y sigilosa. Que no sepan que los golpeó. Desde que me enteré que me estaba drogando, estoy pensando en la mejor manera de lograr mi huida, muchas ideas han pasado por mi cabeza, pero la solución llegó a mí ayer como por arte de magia. A veces los planes simples son tu mejor opción.
Resulta que las bonitas mansiones en el campo, rodeada de árboles y follaje tienen sus desventajas, como por ejemplo... Las ratas, escurridizos roedores que entran a tu cocina buscando comida y anidan entre las paredes de tu casa, si te descuidas, pueden convertirse en una plaga espantosa. Siempre sentí repulsión por esos roedores, creo que eso quedó en el pasado, en este momento son mi animal favorito, podría hasta besarlos.
Espero hasta estar sola y me levanto de un brinco, me arrastro debajo de la enorme cama de madera rustica y palpo con mis dedos las tablas del suelo, hasta que encuentro la que levanté usando un tenedor ayer por la tarde, la retiro para sacar el tesoro que guardé, una vez lo tengo, salgo de debajo de la cama y corro al baño donde me encierro con seguro. Me siento al borde de la bañera a observar el frasco que tengo en las manos.
Raticida.
Tomarlo no fue sencillo, pero aquí está y es una de las últimas cosas de mi lista, ya el resto de las cosas que necesito pude conseguirlas: el encendedor, las llaves de uno de los autos y una bolsita con dinero. Todo está escondido en diferentes partes de la habitación. Solo me hacen falta dos cosas, es vital que las obtenga, es por eso que necesito entrar a la cocina. Ofrecerme a preparar la cena solo es la excusa para estar allí mucho tiempo sin levantar sospechas.
Vuelvo a mirar el frasco en mis manos y suspiro pesadamente. Estoy tan agotada, física y mentalmente exhausta, siento que no tengo fuerzas; sin embargo, no puedo rendirme sin luchar, debo intentarlo, aunque sea lo último que haga en esta tierra.
«Tienes que salir de aquí» me recuerdo «Eres una sobreviviente»
Traigo a mi mente imágenes de mi familia, sobre todo de mi padre y pienso que diría él si me viera en este momento, probablemente diría que él no crió ninguna cobarde y me repito que es verdad, que es hora de que lo demuestre. Alimento mi rabia con todos los momentos difíciles que he tenido que atravesar por culpa de otras personas, los recuerdos de lo que he perdido y a causa de quién.
La sed de venganza reemplaza cualquier duda en mi mente. Mi libertad es mi mayor motivación en este momento y sin más que pensar, me armo de todo el valor que tengo y salgo decidida a vencer.
Voy a arrasar con todo a mi paso, nada ni nadie me va a detener. Quemaré este lugar hasta sus cimientos.

PerfidiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora