"ᴇɴᴛʀᴇ ʀᴏᴊᴏ, ᴀᴢᴜʟ ʏ ɢʀɪs" «fragmento»

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«❤️💚💙🤍»
ᴛᴏᴅᴏᴋɪʀɪᴅᴇᴋᴜ
ᴘʀɪɴᴄᴇs/ʟᴏʀᴅs!ᴋɪʀɪᴛᴏᴅᴏ x sᴇʀᴠᴀɴᴛ!ɪᴢᴜᴋᴜ

Las hebras verdes se movían al compás del viento que pasaba extremadamente rápido por su alrededor, yendo al compás con sus jadeos. Pedía permiso mientras pasaba por los largos pasillos de mármol rosa, rojo y blanco, pasando de largo los hermosos jardines llenos de tulipanes.

El príncipe iba a matarlo.

Se tomó un momento para respirar al pie de la larga escalera con barandales de madera y plata, tomándose el pecho.

Agh. Lo sabía.

No tenía que haber pasado por la cocina. No cuando Ochako estaba cocinando y usaba a los demás sirvientes cómo objetos de prueba para descartar muerte por mucha sal o mucha azúcar.

Tuvo la mala suerte de ser el único despistado de pasar por ahí a esa misma hora.

Normalmente no le molestaba probar los platos de Ochako. Ella era dulce y una muy buena cocinera, siempre y cuando no se emocionara con las especias o el azúcar. Pero justo hoy no pudo escoger un muy mal día para usarlo de "descarta comidas".

Justo al momento en que había sido llamado con urgencia por el príncipe Shoto en sus aposentos reales.

Y ahora se encontraba ahí, intentando recuperar el aliento para finalmente llegar y no ganarse un pasaje directo a la horca por hacer esperar a su frío pero amable príncipe.

Respirando hondo, retomó el camino, subiendo a gran velocidad las largas escaleras, sintiendo sus piernas acalambradas al llegar a la cima. Pero no le importó, corriendo ahora en dirección a los aposentos del príncipe, notando como de costumbre el pasillo se encontraba algo deshabitado. Nadie se acercaba a este lugar si los príncipes no lo querían. Les gustaba su privacidad, sobre todo al príncipe Todoroki, que solía pasar más tiempo ahí que en otro lugar del castillo -que no fuera su jardín de tulipanes-.

Cuando vislumbró la puerta de la habitación, ni siquiera tocó. Ambos príncipes le habían dado el privilegio de poder entrar en ese lugar sin la necesidad de tocar en cualquier momento, aunque no sabía porque exactamente él era el "elegido" para ello.

Nunca lo cuestionó, de todas formas. La palabra de los príncipes era ley, después de todo.

—¡P-príncipe Todo- Sh-shoto, lo siento tanto! —Fue lo primero que dijo al entrar a la habitación, ni siquiera dándose la libertad de mirar hacia el soberano para ver qué hacía e inclinándose en una perfecta reverencia. Solo escuchó un pequeño ruidito de sorpresa venir de él.

—Oh, Izuku, eres tú. Ya me preguntaba porque estabas tardando tanto, pecoso. ¿Ocurrió algo? —Midoriya respiró y tragó hondo al escuchar la profunda voz del príncipe, escuchando las sábanas susurrar suaves cantares ante sus movimientos lentos. Se sentía demasiado apenado y acobardado en ese momento como para alzar la mirada. Sobre todo, cuando sintió un pequeño ruido de pisadas cayendo en el suelo, caminando en alguna dirección de la amplía y gigante habitación.

Pudo sentir sus piernas temblar levemente, pero se mantuvo firme en su lugar y reverencia.

—¡Lo siento, me ocuparon de más en la cocina! —Chilló avergonzado, mientras se preparaba mentalmente para levantar el torso y ver fijamente al príncipe; con el rostro sonrojado y las manos moviéndose nerviosamente sobre sus muslos, intentando limpiarlas del sudor con su pantalón. —¡Se que me solicitó a mi para que viniera a ayudarle, p-pero- ¡W-WAH! —Cuando Midoriya finalmente se dignó a ver al príncipe, su rostro estalló en un rojo más intenso.

Entre rojo, azul y gris |ᴋɪʀɪᴛᴏᴅᴏᴅᴇᴋᴜ| -ᴘɪʟᴏᴛᴏ. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora