Lisandro al día siguiente salió de su casa a las 6 de la mañana para llegar al barrio donde nadie sabía de él, tenía que pedir que lo llevaran pues caminando era 4 horas. Su destino era a la casa de Ludovica, una anciana a la que ayudaba a cocinar y a hacer el aseo y por supuesto que no conocía su historia. Lisandro, aunque quisiera ayudar a todos los ancianos no podía, únicamente ayudaba a aquellos que pudieran ayudarlo por igual.
—dime André, ¿alguna vez te has enamorado? - pregunto la anciana.
—no, aun no.
—debe haber una chica linda que te esté buscando. Podrás ser delgado ma sei piu carino.
Lisandro sonrió y cuando dejo la casa de la anciana recordó a Alejandro y que este quería verlo a las 3. Eran exactamente medio día, tenía curiosidad por saber que quería Alejandro. Así que pidio que lo llevaran de regreso. Durante el camino, se imaginó que iba a ver a Eleonora y que estaba enamorado de ella. Se imaginó que ella realmente era la que esperaba un bebé suyo. Pero Alejandro le dijo que no se metiera con su familia. Ese chico sabe los secretos de todos y sabe con quién no meterse. Esa parte de su vida lo pone feliz, al menos una persona sabe la verdad y no lo discrimina por ello.
Al girar por la calle en donde vivía, se encontró con un desconocido hablando con sus hermanos.
—¡Hey! —gritó. Y se acercó corriendo con sus hermanos quienes lo vieron y lo abrazaron. No pudo reconocer a aquel hombre y mucho menos cuando él se acercó a hablarle.
— ¿Eres pariente de la mujer que vive en esta casa?
—Si...soy su hijo... ¿Por qué?
Lisandro subió corriendo por las escaleras y se encontró con la vecina chismosa abriendo su puerta cuando el pasaba, cerro rápidamente cuando hicieron contacto visual, una vez entro escucho sollozos en una de las habitaciones y un rastro de sangre. Cuando abrió la puerta del cuarto se encontró con 3 personas más. Un hombre y dos mujeres. Los miro a cada uno con miedo, no recuerda haberlos visto antes.
—¡Lisandro! —lo llamo su madre, este de inmediato fue a verla. Su madre sudaba y estaba roja de la cara, cuando quiso acunar su rostro sus manos estaban llenas de sangre.
Entonces regreso la mirada hacia las personas y noto que la mujer más joven tenía en brazos algo. Lisandro sintió un escalofrió, cuando cumplió 10 años recuerda haber visto muchos bultos y ninguno de ellos hacer ruido.
—¿Es...está vivo? —la chica asintió. Él se acercó y se lo mostró. Era como una pasa, estaba morado y su respiración era lenta y débil. Y era demasiado pequeño.
—Nos cuenta tu madre que le faltaba 1 mese para que nacieran...pero...—hablo la mujer que cargaba al bebe.
—El cuerpo de tu madre es muy débil para dar a luz naturalmente a dos niños. — termino de hablar la otra mujer, quien se veía mayor. —Nosotros solo estábamos de paso, ya nos iremos.
—espera...—estaba a punto de reclamar la chica cuando la otra mujer la detuvo.
—Tienes que llamar a tu padre Lisandro. — susurro su madre.—estás personas ya me ayudaron lo suficiente, deben irse ahora...
El hombre se acercó a él y le extendió otro bulto, este envuelto, Lisandro estiro sus manos por inercia, pero cuando sintió el cuerpo lo soltó inmediatamente. —¡mierda lo siento, lo siento!
Eran las 3 de la tarde, aquellas personas estaban preparando sus cosas para irse.
—¿De dónde son?—preguntó mientras los veía.
—Somos de piu lontano.— respondió la mujer.
—Se están mudando. —respondió su hermanita. —El lugar donde vivían ya no es seguro.
Lisandro asintió, si bien no creía que aquellas personas fueran malas, tenía el presentimiento de que no tenía que tenerlos aquí más tiempo. Después de un rato partieron, Lisandro no pudo darles las gracias ni cuando el hombre se tomó la molestia de enterrar a su hermano por él. Simplemente los observo hasta que desaparecieron al dar la vuelta en la calle. Ellos tampoco se despidieron. Regreso adentro, les pidió a sus hermanos cuidar de su madre mientras iba por unas cosas.
—¿podemos ver al bebe? —pregunto Francisco. Su segundo hermano, esta tenía 8 años.
—pero no le causen problemas a mama, está muy cansada. Esperen a que llegue papá, yo regreso en un rato.
...
Lisandro caminaba por el sendero que daba hacia la casa de Alejandro, a lo lejos vio una silueta y que solo pudo distinguir después de acercase demasiado, iba a dar la vuelta, pero aquella persona lo vio antes.
—tardaste demasiado. —le reprocho.
—no sé de qué hablas.
—andiamo.— lo tomo del cuello. Lisandro forcejeo asustado— ¡detente! ¡lo so tutto!
—¿cosa sai?—logro zafarse del agarre, miraba con miedo al chico. Que no era nada más que Edoardo. —¿ dónde está Martino?
—está en una cena, se acaba de comprometer con la hija del tendero. Eleonora. — Lisandro se sintió triste. Edoardo lo volvió a tomar pero esta vez de la muñeca y lo jalo para hacerlo andar.— Alejandro te debe estar esperando, cazzo.
—¿Qué sabes?— le pregunto Lisandro.
Este sin mirarlo, respondió. — No eres el único que se besa a escondidas con otros hombres.
Llegaron a la casa del pelinegro, Lisandro solo había podido verla desde lejos, pero Edoardo lo llevo por otro lado, la casa estaba rodeada de maleza y una barda la separaba de los senderos. Dieron un par de vueltas hasta encontrase con una puerta, la toco 3 veces, del otro lado Alejandro lo esperaba con una cara de pocos amigos. Edoardo lo empujo y Alejandro lo tomo del cuello cerrando la puerta.
—pensé que ya no vendrías. —dijo evidenciando su malestar.
—pues...lo hice. — respondió Lisandro asustado.
Ambos se miraron creando una fuerte tensión entre ellos. Provocando que ambos se besaran. Alejandro tomo su cara para evitar que este se alejara, introdujo su lengua haciendo que Lisandro soltara un quejido.
—ven.
Lisandro nunca se imaginó que estaría en la casa de Alejandro. ¿pero quién era Alejandro? Simple, el hijo de un empresario, dueño de una fábrica que producía alimentos enlatados en la capital. Nadie sabía el nombre de la empresa, pero por como lucia la casa, se podía decir que era gente adinerada en un pueblo de pobres. Se podía ver el lujo que contenía cada pared y que, a pesar de no conocer las carencias, el ambiente era triste. Alejandro lo llevo a una de las habitaciones en el segundo piso, en aquella habitación todo estaba cubierto por sabanas, incluso la única ventana. Alejandro quito la sabana descubriendo un sillón de color verde.
—por favor siéntate. — le indico a Lisandro, al principio dudo en sentarse pues estaba muy lindo el sillón y no quería estropearlo, pero al tocarlo era tan suave que no pudo evitar recostarse en él. Alejandro había salido de la habitación dejando a su invitado solo y quien no dudo en inspeccionar la habitación con la mirada, del otro lado había más cosas tapadas con sábanas, parecían ser unos cuadros. Después entro Alejandro con una botella de vino y dos copas.
—el vino es para cenas románticas. — dijo burlonamente Lisandro.
—también para celebrar.
Alejandro vrtió el vino en las copas ofreciéndole una a Lisandro para brindar.
—¿qué estamos celebrando?
—Tu existencia. ¡feliz cumpleaños!
Lisandro se quedó sin palabras, avergonzado tomo un sorbo del vino y no supo que decir, el vino tenía un mejor sabor.
—espero que no haya regalos sorpresas.
—ovviamente.
Lisandro se rio, Alejandro le sirvió más vino al mismo tiempo que se sentaba en sus piernas.
—hay regalo, pero aún no te diré que es.
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1922
Historical FictionLas personas nacen sin saber el propósito, por lo tanto están destinados a dejarse llevar por el destino. Pero son las decisiones que tomamos muy en contra de lo que somos las que nos libran de un destino cruel. Lisandro paso por la etapa mas difíci...