Corto 1

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A veces la piel de una pareja que supuestamente se ama no es suficiente para estar tranquilo. A veces solo se necesita las caricias de otro que recorre el cuerpo de uno como si fuese el verdadero DUEÑO. 

Eso le pasaba a Draken cada que se olvidaba de la moral y de los compromisos. Eso fue lo que le había provocado el mejor amigo de infancia en las incontables noche en que la charla entre dos amigos se había torcido por culpas de unas condenadas copas de alcohol y unas insinuaciones sugerente hacia más.

Esas noches, Draken había hablado de más, había hablado lo que se debía quedar en la cabeza por lo prohibido, y Mikey había fingido más que inocencia: él era el amiguito de infancia que conocía a la novia, a Emma, a quien Draken le había jurado fidelidad en alguna tarde de ocaso, en donde se decía palabras que pudieran acallar las inseguridades del momento de romance y mentira, pero que en el fondo no eran ciertas. No lo eran, no al estar Draken gozando lo que se sentía estar dentro de alguien que lo miraba con más pasión que su propia mujer. Mikey lo deseaba, lo necesitaba en sus brazos más que ella, y lo demostraba al quedarse con él hasta el amanecer, insinuándole en ruegos confusos que terminase esa relación de mentiras con esa mujer. Draken, después de todo, amaba a su novia, no de la manera en que se exigía, no comprometido y restringido por lo que pedía una pareja, sino como algo que algún iba a acabar en un futuro pronto o lejano, pero que iba a acabar.

Draken penetró hondo a su mejor amigo como en otras tantas ocasiones: profundo, compacto y duro. Mikey lo incentivaba a gemir de lo delicioso que se sentía estar envuelto con alguien que se amaba, de alguien que sabía hacer llegar al orgasmo con solo un simple beso en las comisuras, porque ahí todo comenzaba cuando la atracción era inminente.

Draken sintió las caricias sobre los brazos, los hombros, y cómo Mikey iba bajando por lo ancho de su espalda, incentivándolo, mientras él seguía penetrándolo por el lugar más estrecho de una persona, sintiendo el sitio más privado de la piel, y soltando igual que su amigo gemidos roncos y tan sonoros como para escucharlos fuera de la habitación.

Draken se alejó solo cuando sintió el esperma correr. Tenía el sudor cayendo por la frente, por el cuello, de lo mucho que había tardado en eyacular. Comparar condenaba y ayudaba al pesar. Cuando se comparaba, la estabilidad flaqueaba y eso le pasaba a él; eso le pasó de nuevo apenas Mikey lo abrazó y le besó por el vaivén de los filos, en el puente entre los labios y la manzana de Adán. Era difícil negarse ante la piel de alguien que cada que salía el tema de lo que se sentía tener relaciones fuera del compromiso, fuera de lo que ya estaba establecido y no se sabía cómo romper; lo llevaba al mismo infierno.

Al final juzgar era lo más fácil, en decir lo que debía ser, cuando los sentimientos de culpa podían hacer a uno pararse delante de un altar a jurar amor eterno sin sentir lo que se decía. Había muchos matrimonios bajo ese juicio, bajo el engaño de lo que debía ser y no era. Era tal vez cobardía. Draken sentían la culpa, sí. Sentía placer, también. Era algo que no se podía controlar, como tampoco concretar por más que se quisiese.

Él estaba con Emma y así debía seguir siendo para no sucumbir en la Toman. Draken debía seguir siendo solamente el Segundo y Mikey, el Líder. No había otra relación entre dos amigos que se deseaban de otra forma cuando el alcohol los dominaba.

Draken | Mikey :: InfielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora