"Soledad"

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Carlos estaba de pie frente a lo que alguna vez fue su hogar. La mano que sobaba con cuidado era la misma que ahora sentía el vacío de dos dedos ausentes, un recordatorio constante de un precio que había pagado demasiado caro. Miró hacia adelante, respiró hondo, y comenzó a caminar.

“Todo lo que hice... fue un error. Cada decisión, una cadena de destrucción.”

Llegó al porche, deslizó la palma sobre la madera astillada, y empujó la puerta para entrar. El aire olía a memoria y abandono. Pisó el suelo del primer piso, recorriendo lentamente cada rincón.

“La venganza, el miedo, la ira, la rabia, la frustración... todos me consumieron, me usaron como un títere en este teatro de sombras.”


Subió por las escaleras, cada peldaño resonaba como un latido doloroso, cada paso una herida abierta. Pasó por su antigua habitación, luego por la de Sheyla y el bebé. Fue entonces cuando algo llamó su atención.

“Me perdí en un laberinto oscuro, preguntándome si era la culpa o la sed de venganza lo que me guiaba... hasta que no supe quién era.”

La puerta entreabierta reveló un cuarto congelado en el tiempo, lleno de cosas que alguna vez le pertenecieron.

“Hice daño... mucho daño. Personas que amaba se fueron por mi culpa. No pasa un día sin que el arrepentimiento me consuma.”


Con manos temblorosas tomó un estuche de guitarra. Lo abrió y sacó la guitarra de su padre, aquel instrumento que guardaba más que melodías: guardaba recuerdos.

Se sentó en una silla, apoyó la guitarra sobre su muslo, y tocó las primeras notas de una canción que conocía de memoria. La canción favorita de Sheyla.

“Sé que nunca me perdonarás por lo que hice, pero espero que algún día puedas encontrar en tu corazón un perdón para mí.”

Intentó seguir la melodía, pero la ausencia de sus dedos rompía el sonido. Frustrado, dejó de tocar y dirigió la mirada hacia la ventana, donde el cielo comenzaba a teñirse de naranja.

“Espero que algún día podamos volver a vernos. Que encuentres la paz y la felicidad que yo no supe darte. Gracias por todo... y perdóname.”

Sus dedos acariciaron suavemente la guitarra, como buscando consuelo en la madera vieja.

“Con amor, Carlos.”


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El suave eco de la guitarra llenaba el aire, cuando una pisada interrumpió el momento. Miguel dejó de tocar y miró hacia el origen del sonido.

 Miguel dejó de tocar y miró hacia el origen del sonido

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⏰ Última actualización: May 22 ⏰

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