Prólogo

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Días con oscuridad.
Shanika Decksheimer.

—Nos encontramos en los exteriores de la residencia de los Decksheimer debido a un plantón de los familiares de las víctimas del último operativo liderato por Peter Decksheimer...

El mejor amigo de papá apagó la televisión para no seguir escuchando a la prensa           Hace un par de semanas, desde el fallecimiento de mi padre, que no hemos conciliar el sueño por los acontecimientos de la última misión.

Al principio no entendía el acecho hacia mí, pero con el pasar de los días algunas de esas dudas se fueron esclareciendo.

En el último operativo, mi padre tuvo que reemplazar a un militar que días antes había sufrido un accidente de tránsito. Estudió el panorama una y otra vez puesto que no se podían cometer errores. El día llegó y el plan se puso en marcha, solo que no fue acorde a lo planeado.

En las grabaciones se escuchaba claramente a Miller dar la orden de alejarse del lugar y volver a la zona base para evitar complicaciones. Papá lo ignoró y siguió persiguiendo a Mitt Connors, el segundo en la línea de sucesión al poder absoluto de la banda delictiva más buscada de todos los tiempos.

La desesperación invadió a Keller al darse cuenta que mi padre no tenía intenciones de obedecer y lo comprobó al percatarse cuando se deshizo del auricular de instrucciones. Todo el equipo tuvo que moverse de sus escondites para tratar de cubrir el pellejo de Peter Decksheimer.

Esa noche Connors disparó catorce veces asesinando a mi papá y a tres militares en el acto.

Después de ese trágico suceso, empezaron las especulaciones de la traición hacia su equipo. Sabían que el riesgo existía en cualquier momento, pero un desacato los llevó a la tragedia.

Mi mente estaba llena de incógnitas y la tristeza me nublaba la poca parte racional que quedaba en mí.

¿Por qué lo hiciste? ¿Por qué me dejaste? ¿Cómo le explicas la muerte a las familias de estas personas? ¿Cómo no sentirse culpable por la decisión de tu padre? ¿Cómo actúas cuando tienes a todo un país detrás de ti?

—Sé que lo estás pasando mal. No necesitamos seguir viendo esto.

Tiró el control encima del sillón que estaba frente a mí y me observó esperando alguna reacción. Solo que todo de mí estaba vacío.

Se acuclilló tomando mis manos entre las suyas.

—Realmente no sé cómo consolarte y si en mi estuviera quitarle un poco de peso a tu dolor no dudaría en hacerlo.

Esas palabras dieron paso a una peligrosa reacción emocional que me impedía dominarla.

—Yo... solo quiero a mi papá de vuelta —Solté con la voz quebrada.

—Yo lo sé.

El silencio me carcomía, la incertidumbre me aterraba y la nostalgia me oprimía el corazón. Solo quería desaparecer y que todo sea como era.

Como era.

De pronto una idea me pareció la salida perfecta para huir de mi tragedia.

—...Dijiste que harías lo que fuera para quitarle el peso a mi dolor ¿no?

Me observó durante unos segundos incentivándome a seguir hablando.

—Quiero irme del país. Ayúdame a salir de aquí.

Su mirada de confusión y desaprobación se hicieron presentes ante mi dicho.

—Solo tienes dieciocho años. ¿Qué vas a hacer en otro país?

—¡Estudiar, prepararme, no lo sé! ¡Solo quiero alejarme de aquí!

—No puedo dejar que lo hagas.

Saqué mis manos de las suyas para esconder mi cara en ellas. Mi llanto se apaciguaba por mi posición.

—...Lo dijiste, Miller.

—¡Es que yo no puedo viajar contigo porque tengo que afrontar la situación con el resto del equipo!

Lo miré con un ápice de esperanza.

—Yo no te estoy pidiendo que viajes conmigo.

Nos quedamos viendo el uno al otro, él buscando una respuesta coherente y yo tratando de que acceda a mi pedido porque sentía que ya no podía con la presión.

Al cabo de un rato soltó un suspiro de resignación y me miró con determinación.

—Quebec, Canadá. Conozco a alguien con quien te puedes quedar.

—¿Entonces, es un sí?

Asintió levemente y se paró desbloqueando la pantalla de su celular.

—Solo déjame hacer un par de llamadas.

Sabía que el panorama no sería alentador pero al menos tendría el consuelo de vivir parte de mi duelo con tranquilidad.

Caso DecksheimerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora