Sintiendo como se acomodaba en la esquina de mi colchón rodeándome con sus brazos cálidos mi vida dió un giro completo. Ni siquiera sabía quién estaba a centímetros de mí sin soltarme pero, jamás sentí alguna razón para querer alejarla. Al inclinarme un poco hacia atrás, viendo su silencio, me animo a verle el rostro y me doy cuenta que, jamás la había visto antes. No hizo más que sonreírme y su sonrisa llenó mi alma en segundos. Su eminencia era tan fuerte que mi agonía cesó al instante dejando más que una pequeña sonrisa en mi rostro. Me sorprendí demasiado sin todavía poder comprender qué en realidad estaba sucediéndome. Ni siquiera llegué a pensar en qué más pude haber sentido porque lo primero que hice fue hablarle.
—¿Quién eres?—Pregunté tímidamente.
—Florence.—Respondió aún sonriendo más.
Antes que pudiese contestarle algo sentí como esa pequeña y diminutamente minúscula parte de su voz erizaba mi piel por completo. Dios, ¿qué es esto? Escuchaba el son de su respiración lentamente palpando la piel de mi cuerpo que se encontraba cerca de su rostro, en otras palabras, mi mismo rostro. Quería decirle que tenía un hermoso nombre pero estaba nerviosa por su cercanía porque podía escuchar como mi corazón comenzaba a palpitar fuertemente contra mis costillas y pecho. Como sí algo de su presencia me hiciese sentir así. Aún sin comprender toda esta avalancha de emociones y sensaciones todavía seguía mirándome a los ojos con un rostro que podría admirar y llamar HERMOSO. En la oscuridad del mismo cuarto, podía apreciar cada facción de su piel que no poseía imperfección alguna excepto por una cicatriz en el lado izquierdo de su labio. Entre tanta admiración me intrigaba cuál habría sido la causa de haber lastimado semejante hermoso rostro. Y esa es una historia que no prontamente conoceré. Sus ojos eran grandes en tamaño pero adornaban perfectamente la complexión de su rostro como si, ella hubiese sido detalladamente tallada en pincel sobre el lienzo de un famoso pintor. El color de sus ojos era marrón oscuro, sin pensar nada me llegó a la mente que el color de sus ojos es el que me encanta ver en las personas. Pero, ¿qué tiene que ver eso con ella?
—¿Estás bien?—Dice mientras mi cuerpo se estremece por la tan inmediata pregunta. ¿Tanto tiempo había estado admirándola? Oh Dios.
—Lo siento, me asustaste.—Mentía porque su afín rostro jamás hubiese podido asustarme pero algo tenía que salirme de la garganta.
—No era mi intención, discúlpame tú a mi cariño.—Dijo con su voz suavemente a mis oídos que no hacían más que deleitarse con ella.
—Tienes un hermoso nombre no tan feo como el mío.—Le mencioné para que se riera porque era mi pensar.
—Sé tu nombre, y no es feo, jamás te digas eso frente a mí, lo he leído en tu récord médico, Alice.—Dijo sin mas sonriéndome rápidamente. No pude evitar bajar el rostro devolviendo una sonrisa hacia ella.
—¿De todas formas buscas cómo hacerme sonreír?—Le pregunto con curiosidad al ver su actitud tan noble conmigo.
—Solo quiero ver desde hoy una sonrisa en tu rostro, porque yo estoy aquí, estoy contigo.—Sus palabras me dejaron muda. Tal vez nunca en mi vida había escuchado un verdadero "estoy aquí contigo". Vaya que me hacia falta porque lo que me hizo sentir me obligó esta vez a abrazarla impulsivamente y soltar lágrimas.
—Gracias, es muy noble esto de tu parte. Prometo que estando contigo no lloraré más y sonreiré más...—Le dije a su oído con voz baja.
—No tienes porque agradecerme, niña hermosa. Hoy estaré contigo toda la noche, me toca observación directa contigo, eres mi paciente en este día. Y lo decía porque yo tenía razones estrictas por las cuales siempre debía tener una enfermera a mi cuidado no más lejos que el alcance de su mano hacía mi hombro. Estaba muy enferma y había que tener cuidados más directos conmigo, aunque a veces fuera incomodo siempre tener a alguien ahí. Pero con ella, sin saber si quiera su procedencia ni quién era, mas que solo su nombre y el aspecto de su rostro, con ella me sentía segura como si algo de su ser me transmitiera eso en el primer instante que se acercaba hacía a mí.
Mientras la veía hacer su trabajo escribiendo en papeles solo escuchaba música mientras la miraba sin detenerme, admiraba cada cosa que podía de su presciencia en mi espacio. Mi habitación se había llenado de una vibra tan fuerte que podía opacar mi vibra obscura y triste. Ese día pude dormir como nunca, y nunca supe si se llegó a despedir antes de irse en la madrugada. Tal vez lo hizo pero estaba tan profundamente dormida que no la sentí aunque algo me decía que había vuelto a estar cerca de mi cuerpo por una segunda vez porque podía sentir el olor de su perfume en mi bata y en mis sábanas. Entonces, no podía soltarlas por querer seguir oliendo su perfume, me encantaba demasiado, era dulce y suave, me recordaba su presciencia y todo lo que me hizo sentir cuando estaba a centímetros de mi en aquel abrazo que ahora deseo que jamás hubiese terminado...¿Cuándo volveré a verla? ¿Vendrá otro día a estar conmigo?
No lo sé.
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PROHIBIDA
RomanceY te hablo del amor prohibido que siento por mi enfermera, mejor conocido como síndrome de Florence Nightingale. "El deseo es tan fuerte que no puedo contenerme cuando está cerca."