El sueño

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En la noche del 28 de octubre de 2015, una chica pakistaní salía del portal de su edificio, situado en el centro del barrio de Pere Garau. La chica caminó sin mucha prisa hasta un callejón con casas bajas. Esperó junto a una de ellas y cuando apareció una figura a la vuelta de la esquina, la saludó; con un tono más bien cortante:

— Venga Heredia, que no tengo toda la noche.

La figura, al acercársele, se descubrió un rostro algo infantil de un muchacho moreno.

— Buenas noches a ti también, Amira— refunfuñó él. 

Con un gesto, Amira lo mandó a callar y juntos, caminaron hasta llegar a una casa abandonada de dos pisos. La chica se giró.

— A ver, Heredia...

—Me llamo Jorge.

—Lo que sea— le lanzó una mirada tajante antes de seguir. La cosa es muy simple. Lo único que tenemos que hacer es entrar ahí— señaló la casa-dar una vuelta y salir. Hay que ganar esa a puesta como sea, ¿lo has entendido?

Jorge asintió. Unas semanas atrás, unos chicos mayores, algo racistas, se habían metido con Amira en la calle y él, que casualmente pasaba por ahí, la había defendido sin mucho éxito. Más tarde, en el instituto, la noticia había volado como la pólvora y los acosadores, aprovechando la situación, los había retado a entrar en la casa abandonada que todos en el vecindario temían. Amira había aceptado, y ahí estaban 

La chica se conectó con su teléfono móvil al Skype con los chicos, ya que no habían querido presenciar el transcurso de su apuesta. Cuando estaba ya todo preparado, Jorge encendió su linterna nueva que había comprado en el mercado del barrio y entraron. 

Un chillido cortó el aire, seguido de una colleja por parte de la pakistaní. Al parecer, Jorge había sentido algo peludo, y húmedo, que pronto descubrieron que solo se trataba de un inocente ratoncillo.  «¡Qué estúpido!», pensó Amira, clamando paciencia. Ella solo era un año mayor que él y no le tenía miedo a nada. Los chicos siguieron, la cámara encendida para que los apostadores vieran lo que ocurría. No pasó nada hasta que comenzaron a subir por las escaleras al segundo piso. Crujían y mientras que sendos escalofríos bajaban por la espalda de Jorge, que se había agarrado al brazo de Amira, lograron llegar al piso sin hacerse ningún daño. La chica se soltó del agarre de Jorge y entraron a la habitación donde se decía que, 70 años atrás, había muerto la hija de un importante comerciante del barrio, en muy extrañas circunstancias. Cuando la niña murió, la familia abandonó la casa, dejando de un lado la huella del misterio. 

Amira le tendió el teléfono a Jorge, dio una vuelta por la estancia y se paró frente a un espejo. Transcurridos unos minutos y Jorge se acercó extrañado, solo para ver que la cara de la chica se había puesto muy pálida.  El chico miró hacia el espejo y no vio nada, por lo que volvió a observar detenidamente a Amira., pero se apartó deprisa al ver que ella convulsionaba, hasta caer al suelo, muerta. Al otro lado de la pantalla, antes de que se perdiera completamente la conexión. solo oyeron un terrible grito teñido de desesperación y pánico. Los acosadores, después de discutir lo que tenían que hacer, fueron corriendo a la casa en ruinas del barrio, solo para no encontrar ningún cuerpo, únicamente un mensaje plasmado en la ventana que rezaba: "ahora sus sombras también podrán contar su historia".



Lo que susurran las sombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora