Nunca pude volver a escribir.

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Pero aquí estoy otra vez.

Mi vida ha cambiado mucho, pero no de la manera en la que generalmente sucede después de un evento como este. La mayoría de la gente termina convirtiéndose en "alguien mucho mejor" o en "su mejor versión", mientras que yo, en mi fallido intento de unirme a ellos, terminé siendo todo lo contrario. No sería falso afirmar que he subido un par de kilos, que le he perdido la suficiente simpatía a mi físico como para no volver a tomarme una foto, que a veces no soy capaz de sentir la realidad, y que me ha costado admitir que son muchas más las cosas que no puedo hacer; por ejemplo, nunca pude volver a escribir (o más bien nunca pude obligarme a intentarlo), nunca pude volver a sentir la música como antes, nunca pude comer cierta comida otra vez, y he llegado hasta el punto de no poder volver a sentir un atardecer como antes lo hacía, ahora lloro. Y no es por la sensibilidad que solían causar en mí, ya no siento esa sensación de alivio, ahora es solo dolor. He tratado de meterme en la cabeza de que ese dolor es absurdo, que ver el cielo a ciertas horas de la tarde no debería provocarme ninguna punción en el estómago, y que tampoco debería sentir deseo alguno romper en llanto, que tenía que vivir con ello, y simplemente, quitarle al atardecer el significado que solía tener en lugar de dejar que ello me consumiera, pero, ¿Cómo iba a pedirle al sol que no se oculte todos los días? Así que mejor fui yo quién empezó a ocultarse de él. 

Exogenesis: Symphony, Part 3: Redemption Donde viven las historias. Descúbrelo ahora