Capítulo ɪ

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En el gran país de Europa, Italia, en una región llamada Cerdeña, específicamente en el castillo, todos y todo se encontraba patas arriba.

— Padre, per favore. No quiero casarme y menos con alguien que no conozco — dijo molesto un joven príncipe cuyo nombre es Richard, quien se encontraba persiguiendo a su padre por todas partes.

— Por favor, Richard, entiende. Este compromiso nos beneficia a ambos reinos, piensa en el nuestro.

— ¡Claro que no! ¿crees que no pienso en nuestro reino? España ya tiene mucho territorio y debe tener muchos más pretendientes, ¿por qué nosotros? — seguía insistiendo el chico.

— Richard, ya la decisión está tomada, no podemos hacer nada. Además ellos en cualquier momento llegan, prepárate.

— El joven príncipe suspiró — Bene (está bien) — dijo para después retirarse.

[...]

En una hermosa habitación de este gran castillo se encontraba una chica muy hermosa con bonitos cabellos rojizos y lindas pecas en su rostro, quien se encontraba tocando el piano, se escuchaba una hermosa melodía, pero todo esto fue interrumpido por el fuerte ruido de las puertas abrirse.

— ¡Esto es totalmente injusto! ¡¿Cómo es posible que nuestro padre nos quiera casar con desconocidos?! ¡Es que no lo entiendo! — exclamaba enojado el joven azabache.

— Por favor, Richard. Tal vez no sea tan malo — decía con total serenidad la pelirroja.

— Alessia, ¿cómo puedes decir eso? Son completos extraños, no los conocemos.

— Sí, pero tal vez mi prometido es alguien muy guapo e inteligente, además a papà no le gustara que nos neguemos a esta decisión.

— Alessia tiene razón — dijo una tercera voz en la habitación.

— ¿Carlos? ¿Desde cuando estás aquí? — preguntó richard.

— Desde hace mucho rato, es más, me despertaste de mi placentero sueño. Y mi más sincera opinión es que Alessia tiene razón, a nuestro padre le disgusta mucho que estés en desacuerdo con el compromiso.

— Oh veramente? Anche tu? Non può essere possibile! i miei fratelli, sangue mio, osano tradirmi! questa è l'ultima goccia! (¿En serio? ¿Tú también? ¡No puede ser posible! ¡mis hermanos, mi propia sangre, se atreven a traicionarme! ¡Esto es el colmo!) — exclamaba muy histérico el azabache.

— Richard, por favor cálmate — decía la pelirroja tratando de calmar a su hermano.

— ¿Cómo quieres que me calme? ¡Me voy a casar con!... — fue interrumpido.

— Sus majestades, el rey les pide que bajen al salón principal, tienen visitas — dijo Greta, una chica de la servidumbre.

— Gracias, enseguida bajamos — dijo Carlos a lo cual la chica se retiró.

— ¡No! ¡No pienso bajar! — exclamó el príncipe.

— Te ne andrai, che tu lo voglia o no! (¡Vas a ir, quieras o no!) — exclamó la pecosa acercándose agresivamente al mayor.

Rato después se escuchó un fuerte golpe en la puerta del salón principal, todos dentro de este quedaron confundidos.

— Perché mi hai buttato giù per le scale? Ti ho già detto che non entro! (¿Por qué me tiraste por las escaleras? ¡Ya te dije que no voy a entrar!) — exclamó en un susurro Richard.

— Questo non è in discussione! (¡Eso no esta a discusión!) — de igual manera, exclamaron en susurro los hermanos del azabache.

— Puoi dire la presentazione (puedes decir la presentación) — le decía Carlos al guardia de la puerta.

— Sus majestades, el príncipe Richard, la princesa Alessia y el príncipe Carlos de Cerdeña están aquí — dijo el guardia y luego abrieron las puertas.

— I miei figli! (¡hijos míos!) — decía la reina María Antonia de España yendo a abrazar a sus hijos mayores — compórtense y sean amables, en especial tú Richard, Inteso? Perfetto! (¿comprendido? ¡Perfecto!) — le susurro a sus hijos.

— Hijos míos, el rey Fernando VII de España, la reina María Cristina de Borbón y sus hijos, el príncipe Antonio y la princesa Amanda — presentó el rey Víctor Manuel I a lo cual los nombrados hacían una reverencia.   

— Un gusto sus majestades, yo soy el príncipe Richard, el mayor de los tres — se presentó el azabache haciendo una reverencia que luego los extranjeros le correspondieron. 

— Sus majestades, soy la princesa Alessia, soy la del medio — se presentó con la serenidad que caracteriza a la pecosa con la misma acción que su hermano, siendo igualmente correspondida.

— Y yo soy Carlos Féliz, sus majestades, el menor — se presentó el rubio haciendo lo mismo que sus hermanos.

— Es un honor poder conocerlos al fin — dijo el rey Fernando.

— El honor es nuestro, mi rey — dijo Richard muy educado. 

— Bien, Ahora que se presentaron, ¿por qué no van a pasear? Para que se vayan conociendo, mientras nosotros charlamos con los reyes — propuso la reina María Antonia.

— Claro, madre. No hay problema — dijo Alessia, siempre tan tranquila — Acompáñenme — les decía su futuro esposo y cuñada. Richard vió esto como una posibilidad de escapar, pero como si su hermana le hubiese leído los pensamientos lo tomo rápido de la mano — Ven, Richard. Tú también vienes. Carlos, ¿quieres venir?

— Oh, no Alessia. vayan ustedes, yo iré a la biblioteca — dijo el rubio.

— Bene! (¡está bien!) — exclamó la pecosa.

Así, los jóvenes nobles salieron para conocerse mejor, solo había un problema... ¡Nadie decía nada! Todos estaban en un silencio bastante incómodos hasta que Alessia hablo para romper el incómodo silencio.

— Sus majestades, ¿cómo les fue en el viaje? ¿Muy agotador? — preguntó con serenidad Alessia, lo cual sorprendió a todos.

— Oh... P-pues muy bien, vomite algunas veces, pero estoy bien — dijo el príncipe de España algo avergonzado.

— Sí, el viaje en barco puede ser muy... Movedizo — dijo Amanda, princesa de España.

Desde ahí, todos, o mejor dicho, casi todos hablaban de cosas triviales, todos menos Richard quien no decía ni pío y cada que trataba de escapar Alessia lo tomaba de la mano rápidamente. 

— Oye, Alessia. Una pregunta.   

— Claro, Antonio, ¿cuál es tu pregunta?

— ¿Por qué Richard no ha hablado? ¿Se siente mal? ¿Herimos sus sentimientos?

— Oh, no. Simplemente no estar aquí, y pues nuestra madre, nuestro padre y yo lo obligamos a estar aquí, — decía Alessia — pero no te preocupes, solo dale tiempo.

— Volvamos a palacio, ya tengo hambre — decía Amanda con un poco de drama ya estando en confianza.

— Claro, volvamos — dijo la pelirroja a lo cual el azabache festejo internamente.

Una vez en el castillo, todos se dirigieron a la cocina a buscar algo para comer a excepción de Richard quien fue a su habitación a descansar.

Y así, se terminó un día muy agotador para el joven Richard quien detestaba la idea del compromiso y sobre todo el amor, o sea, ¿por qué enamorarse? Eso es demasiado ridículo, solo hay que esperar que el tiempo y el destino le haga cambiar de opinión.


Dato: Antonio estuvo vomitando casi todo el viaje en barco pues era su primera vez viajando en barco.  

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⏰ Última actualización: May 06, 2023 ⏰

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