Balduar salma'jordan
Buenos días soy Balduar, aunque en mi ciudad todos me conocen por Bari, y realmente todos me conocen, porque somos una ciudad muy unida, no demasiado grande, y soy francamente agradable, todos me quieren y yo siempre estoy bien con los demás. Será por eso que el «Camino de ceremonias» me pidió que escribiera este relato para un amigo suyo; lo que más me extraña es que al parecer soy el participante más joven de este ejercicio literario, que entiendo, se está dando en varias ciudades del territorio.
A mí me gustaría escribirles de las maravillosas aventuras que tuve en «La hierba» los días de marcha, y las aventuras en la frontera con los siempre hostiles «industriles» que viven en la orilla de nuestra sabana y no han abrazado a Gaia como su madre.
Pero nada de esto les puedo contar porque tengo doce años, no tengo caballo, ni siquiera me dejan salir solo de la ciudad de noche y menos emprender «La marcha». Así que mi relato será sobre lo que es ser un niño en «La ciudad que deambula» esperando algún día tener oportunidad de contarles mis más grandes aventuras en el mundo, si el cielo me da horizonte para muchos años.
Por el momento mi vida se va en prepararme para ascender a jinete y salir de viaje por la sabana, recorrer la planicie de hierbas por un año para conocer al detalle la tierra que habitamos hace veinte generaciones.
Si bien la mayoría de las cosas no tienen que ver con ser jinete y vivir aventuras, si son importantes para mantener a flote la ciudad, ayudar a mis padres y apoyar mi tienda. Por mi edad y gustos me encargo de ayudar en «Campo de pláticas». Siempre a donde llegamos a establecernos hay un valle cercano con presencia de agua que se usa para reunirnos con los caballos salvajes. Yo voy con los mayores al «Campo de pláticas» y atendemos a los caballos con alguna dolencia, ya que desde hace muchas generaciones vienen a nosotros cada luna llena a que les curemos.
En estos encuentros veo a los caballos en todo su esplendor, salvajes e insumisos. Son animales orgullosos que encuentran en la cooperación con nosotros, alivio y adrenalina. Muchas veces los caballos más viejos terminan sus días rondando las ciudades; los cuidamos y protegemos y ellos en agradecimiento, cargan niños y arrastran cosas ligeras.
Un caballo adulto jamás cargaría a un niño —ni siquiera a un joven como yo—, los animales son orgullosos y esperan una pareja de aventuras que les den el ancho, lo mismo que los jinetes. A los dieciséis años deberé venir a este campo a flirtear con algún caballo, hasta que encuentre un caballo joven con el temperamento adecuado para mí y cuando el animal sienta lo mismo.
Muchos me han contado que es cómo el primer matrimonio, una unión profunda con Gaia a través de su hijo preferido. Un jinete no monta un caballo, el jinete debe ser el caballo y permitir que el caballo sea el jinete, la relación debe de ser tan íntima como con la pareja y, en los viajes muy largos, mientras avanzan, duermen por turnos y se mantienen erguidos como un solo animal.
Yo espero con ansias ese día, y mientras, atiendo animales heridos, partos complicados y he acompañado dos sacrificios. No sólo atendemos caballos. El lado norte del «Campo de pláticas» se ha vuelto neutro a fuerza de la empatía de mi pueblo, y los días de luna llena se convierte en tierra franca para todas las especies. Podemos ver al puma a un salto de los carneros y de las gacelas blancas. Un pequeño paraíso que dura una noche; el sol despierta y todos regresan al mundo de dientes y escapes.
El resto del tiempo apoyo los huertos en la casa, cuido animales y trabajo en la tierra para insectos. Todas las tardes antes de la puesta del sol y del regreso a la tienda, mi generación y algunos otros, pasamos tiempo con «El camino de ceremonias»; una persona mayor a nosotros que nos guía en la tradición, nos platica las historias de la ciudad, aprendemos las rutinas para cada temporada y desarrollamos nuestros ritos internos, practicamos bailes, contamos historias, hacemos competencias y vamos buscando hacer un eslabón con nuestros mejores amigos. Todo pensando en «la marcha».
ESTÁS LEYENDO
11 "La marcha en la hierba"
Science FictionBuenos días soy Balduar, aunque en mi ciudad todos me conocen por Bari, y realmente todos me conocen, porque somos una ciudad muy unida, no demasiado grande, y soy francamente agradable, todos me quieren y yo siempre estoy bien con los demás. Será p...