Lluvia de sabado en la tarde.

1 0 0
                                    


Cada gota es un espejo

que refleja mil veces 

el rostro añejo del abuelo, 

y la sonrisa debil de la abuela. 

La casa apenas iluminada, 

y los sueños ya apagados

de una vida que ya se escapa

por cada arruga de los dedos. 


Se escucha la lluvia cayendo

sobre el tejado de barro, 

gota, gota, tras gota

susurrando con cada sonido una palabra. 


Los viejos ya no están solos, 

la muerte se mece en la vieja mecedora

esperando paciente

el momento de emprender el viaje. 


Nada tenian, nada se llevan 

al paseo en la balsa de Caronte

por el rio hacia el otro lado, 

por el último viaje. 


El abuelo ya lo sabe, 

no le dirá a la abuela. 

Le toma la mano, diciendole con ese gesto

a la muerte, que ya está listo. 


Y así parten, dejando solo un envase vacio, 

arrugado y frio, 

que antes fueron sus cuerpos, 

con los que vivieron a cuestas. 


Y los viejos se van al otro lado

con la muerte. 


Y la lluvia continua, 

como si nada pasara. 


La lluvia es lo único que permanece. 


El ciudadano InerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora