El Àlfa en el rio

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No veía más que sexo.

Mirara donde mirara, tan solo había cuerpos vibrando, brazos y piernas moviéndose, y bocas gimiendo.

Corria por el bosque jadiando, trate de escapar de los fantasmas carnales que me rodiaban y parecia que me invocaba con sus gritos. Unete con nosotros, me decían...

Pero cuanto más me adentraba al bosque, más oscuro y vivo se volvía.

Algunos árboles se abrazaban entre si como si se tratara de dos amantes. Otros, con ramas retorcidas y ramas delgadas, parecían depredadores. Asercandose a mí. Persiguiendome.

Algo ahí afuera, en la oscuridad, me perseguía. Algo inhumano.

Y todas esas bocas ya no gemian. Gritaban.

Había orgías monstruosas por todas partes que cada vez se volvían más violentas. Sangrientas. Mortifaras.

En cualquier momento, la oscuridad iba a atraparme.

El sexo me iba a extrangular.

Cuando sentí que una raíz me envolvía la pierna como si fuera una serpiente, tropese y caí por un agujero en medio del bosque. Pero no era un agujero.

Era una boca. Con dientes afilados y una lengua negra que se relamia los labios y estaba a punto de engullirme.

Intenté gritar pero no tenía voz.

Caí.

En lo más hondo.

Cada vez más.

Hasta que esa demencia sexual y violenta e yo nos convertimos en un solo ser...
completamente consumido.

***

Parpadee. ¿Que demonios estaba dibujando?

Sentada en la orilla del río, con mí cuaderno de dibujo en la mano, mire incrédula mí propia creación. Había dibujado algo muy inquietante... Y sexual.

Eso podía significar una cosa: La Bruma estaba cada vez más cerca.

Pero no me dio tiempo a profundizar en esos pensamientos, porqueel sonido unas risas sercanas me distrajo. Me di la vuelta y vi a un grupo de chicas a su alrededor.

Amity Blight.

Nunca lo había visto ahí, en la orilla del río, el lugar donde solía ir para dibujar y despejar la mente. Los de nuestra especie no solía frecuentarlo.

¿Por qué? No lo sé.

A lo mejor era por la calma, ya que se espera que actuemos como salvajes siempre. Quizás es el contraste con el agua y el fuego que arde en nuestro interior. O tal vez sea que siempre he considerado que ese lugar era mí escondite.

Un lugar secreto donde no erà una más de la manada. Donde era solo yo, Luz Clawthorne, una artista autodidacta, castaña, de dicinueve años. Una chica aparentemente normal.

La Alfa se dirigió así el agua ignorando a la pandilla de chicas que la seguían. Parecía que quería que la dejarán en paz. Sentí curiosidad. Me entraron ganas de retratarla.

Sabía que era arriesgado dibujar a la Alfa, claro. Pero, ¿Cómo iba a resistirme?

Empecé a dibujar su contorno. Metro ochenta y cinco, pelo castaño chocolate atado con una coleta en la parte de arriba dejando el resto suelto y ojos dorados que parecía que se intensifica cada vez que movía la cabeza. Amity era la pura definición de una tía buena.

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