1.2 | the whore

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 (Romanos 2:1) : Juzgados

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 (Romanos 2:1) : Juzgados

Arvin siempre tuvo en la mira a Josephine Perkins.

Una extraña fascinación lo atrapó desde el primer momento en que sus ojos se posaron en ella, en ese recóndito rincón de la iglesia. No sabía explicarlo con exactitud, pero había algo distinto en ella, algo que se aferraba a su memoria como la sombra de un recuerdo imborrable.

Fue en la iglesia donde se toparon por primera vez, en aquellos días turbios tras el fatídico adiós de su padre, cuando él era apenas un niño y se encontraba recién establecido bajo el cuidado atento de Emma, su abuela. Los domingos, Emma se aseguraba de que el chico la acompañara a ella y a Lenora, sin exigirle ni una oración forzada ni una genuflexión impostada. Los servicios sociales de Ohio le habían detallado a la anciana los horrores vividos por el chico en el verano de la agonía de su madre, y ella había decidido que la única obligación de su nieto sería la asistencia a la iglesia.

Fue entonces cuando la vio. Tan diminuta y delicada, como un patito bajo la sombra de su padre.

Aquel hombre, Albert Perkins, no se saltaba ni una misa, era un devoto incansable de Dios. En sus días de gloria —como solía decir la gente de Coal Creek—, había sido el sheriff del condado, un hombre respetado y temido en igual medida. Su devoción por Dios era incuestionable, pero su pasión por el alcohol lo había llevado por caminos tortuosos y sombríos, desterrándolo de su puesto y dejando una sombra de deshonra sobre su legado.

La fama de borracho del pueblo le precedía, y el relato de cómo Josephine terminó bajo su tutela se deslizaba por los labios de los vecinos como un rumor sombrío y malicioso. La madre de la chica, según el cuento del lugar, había huido con algún tipo artista, dejando a su hija a merced de un padre que apenas podía mantenerse en pie.

Arvin recordaba el día vívidamente como si fuera ayer. A través de los años, su obsesión por ella se volvió un eco distante, una sombra en el fondo de su conciencia.

En contraste con la personalidad abrasadora de su padre, Josephine se erigía como una chica silenciosa. Arvin notaba sus llegadas tarde a la escuela, y hasta cuando faltaba. No podía ignorar su ausencia. Mientras otros parecían olvidarla fácilmente, él se aferraba a cada detalle de su existencia, a cada ocasión en la que se la cruzaba por los pasillos de la escuela o cuando servía mesas en la cafetería del pueblo los fines de semana. 

Con la llegada de la secundaria, Arvin emergió de las sombras de la infancia para convertirse en un hombre, mientras que Josephine, sin avisar, floreció en una mujer de encanto singular, dejando de ser para siempre aquella niña que antes generaba compasión por su triste situación. 

Y como siempre sucede en pueblos pequeños, la lengua afilada de la comunidad no tardó en señalarla.

Siendo una joven atractiva, los rumores se multiplicaron como esporas en el viento. No era solo la hija del sheriff borracho, sino una mujer que despertaba pasiones y juicios. Los murmullos se transformaron en acusaciones, y pronto, en la boca de todos, Josephine Perkins no era más que una puta, una tentación fácil para los insatisfechos y los maliciosos, una ramera en potencia que seguía el desdichado camino que parecía haber sido trazado por su madre.

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⏰ Última actualización: Mar 17 ⏰

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