Ese día, Heizou se levantó del futón con el ánimo de ganarle al sol, tropezando torpemente con las sábanas y riéndose de sí mismo. Corrió descalzo a lo largo de su departamento, desayunó a la velocidad de una bala y emergió del calor de su hogar enfundado en su uniforme de trabajo.
Finalmente, después de mucho descanso, el ciclón regresaba a hacer de las suyas con fuerza renovada y la sensación de poder alcanzar el cielo si se le antojaba.
Disfrutó con especial euforia la brisa fresca de la mañana mientras cruzaba a zancadas las solitarias calles de la ciudad y solo se detuvo cuando la falta de aire le recordó las advertencias de su médico. Tenía bien presente que no debía excederse con el esfuerzo físico, aún habiendo tenido poco menos de dos meses para reposar y recomponerse, sin embargo, no pudo evitar sentirse emocionado por poder regresar a hacer lo que mejor se le da. Quería volver a interpretar su papel como el detective más exitoso de la Comisión Tenryou, el mismo que fue antes de haberse recluido en la burbuja de miseria que por poco acabó con él. Arcontes, lo anhelaba.
—Buen día, detective -le saludó la amable señorita Kiminami, quien recién se encontraba abriendo su local de comida— Oh, ¿se encuentra bien?
Heizou le devolvió el gesto, todavía recuperándose de la carrera y sosteniéndose el costado. Debajo de sus dedos, pudo sentir la irregularidad de su piel cicatrizada, producto de la sonda que le atravesó el tórax por más tiempo del que pudo haber deseado.
—Si, si —respondió después de un par de segundos-. Estoy fuera de forma, eso es todo.
Retomó su camino en dirección a la comisaría, sonriéndole a nadie en particular.
Tenía planeado revisar el papeleo que con seguridad lo esperaba amontonado sobre su escritorio, comer algo delicioso por la tarde y, con suerte, pasar el rato resolviendo casos que involucraran largos recorridos a las afueras de la isla. De tener el reloj a su favor, también podría darse un momento para admirar la belleza de los árboles de sakura, treparse al más alto y respirar la fragancia de la que se había privado por voluntad propia.
Ya no dolía. Ya no tenía miedo de confundir los pétalos rosados que caían naturalmente de las copas con los que salían ensangrentados de sus labios agrietados.
Recordó, como si hubiera pasado más de una década, el sudor frío y la preocupación constante de tener que ocultarse cada vez que lo asaltaba un ataque de tos. De haber sido visto, la gente habría preguntado y no, el Heizou de hacía unas semanas atrás no hubiera tenido las ganas de aclarar dudas. No cuanto estas estaban tan profundamente ligadas a las razones que su propio corazón se negaba a entender.
A buena hora se enteró de lo que significaban sus síntomas y, por supuesto, del porqué de su padecimiento. No le costó entenderlo ni se armó un lío en la cabeza. Sabía que darle vueltas al asunto solo le hubiera restado el tiempo valioso que decidió utilizar para actuar en consecuencia.
Sufrió muchísimo. La tristeza sacudió sus cimientos. Emocionalmente pisoteado, hizo todo a su alcance para mentalizarse y dar un paso a la inminente sanación, porque morir de amor no era ni sería jamás una salida viable para alguien con una responsabilidad autoimpuesta tan grande como la que Heizou se puso sobre los hombros. Tenía mucho que dar y recibir, aún si eso ya no incluía la cálida etapa del enamoramiento.
Era una verdadera pena pero tarde o temprano terminaría resignándose.
Las noches de delirios febriles fueron, por mucho, lo peor del proceso. Pasó madrugadas enteras observando figuras móviles a lo largo del techo y, para su vergüenza, su cerebro le jugó sucio al dibujar con dolorosa precisión la preciosa sonrisa del joven samurai por el que se hallaba en ese patético estado agonizante.
Kazuha, al ser producto de su imaginación, no respondía sus desesperadas preguntas. No negaba ni asentía cuando lo cuestionaba sobre sus sentimientos hacia él, solo sonreía con calma y se mantenía a su lado como un guardián silencioso hasta que salía el sol o caía en cuenta de que nada era real. Su Kaedehara Kazuha, su solitario y solemne amigo, para ese momento se encontraba lejos, ajeno a su dolor, conociendo lugares, personas y, en palabras simples, siendo un espíritu libre.
Nunca lo culpó. Heizou se ilusionó por poco y nada. En algún punto de su amistad, una semilla se sembró en su pecho sin que pudiera hacer nada al respecto.
—¡Heizou! —escuchó a sus espaldas—. Es un placer verte de nuevo, amigo mío. ¿Estás mejor? En la comisaría me dijeron que estabas de licencia médica.
A Heizou le gustaba creer que era una persona inteligente. Por supuesto que, al ser ambos residentes de Inazuma, terminarían reencontrándose. Luego de la operación, tuvo el chance de prepararse emocional y mentalmente antes de la inevitable reunión. Eran amigos, después de todo.
Lo chistoso es que, al darse la vuelta y hacer contacto visual con Kazuha, no se vio en la necesidad de recitar nada de su discurso ensayado.
Sabía que ya no sería lo mismo. Además de las flores de sakura, sus sentimientos también habían sido removidos. Se había sometido a la cirugía bajo esa premisa, con la mente clara y el corazón roto. Pero lo cierto es que se había mantenido secretamente escéptico gracias a lo sólido que fue su enamoramiento. Una minúscula parte de él temía volver a caer en lo mismo una vez que lo viera de nuevo.
No fue así.
—¡Hey, Kazuha! Sí, estuve incapacitado un buen rato. La verdad, odiaría aburrirte con los detalles.
La sonrisa amistosa le salió más franca de lo planeado. Las memorias de su corazón seguían ahí, perdidas en algún lugar de su sistema. Las lágrimas, los sollozos ahogados y la desesperanza, ¡todo! Pero, como si fuera magia, no tenía el imperioso impulso de hacer algo al respecto. Estaba bien. Milagrosamente tranquilo.
—De acuerdo, lo importante es que ya estés sano y, por lo que veo, más que listo para regresar a la comisión.
—La delincuencia nunca descansa, ¿sabes? ¿Quién mejor que yo, el detective más exitoso de Inazuma, para hacer cumplir la ley?
Kazuha rió de buena gana.
—Vaya, entonces ya no solo el más exitoso de la Comisión Tenryou sino de toda Inazuma. Muy bien, veo que estás progresando.
Heizou se encogió de hombros en respuesta.
Después de un intercambio amistoso de palabras, ambos se despidieron y tomaron caminos distintos.
Todo estaría bien. Tenía qué. El problema ya había sido arrancado de raíz.
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Arrancándote de Raíz
FanfictionA Heizou le gusta creer que es inteligente, lo suficiente como para saber qué hacer cuando su vida está en riesgo, y más por una causa perdida. [Hanahaki AU] ✨También disponible en librerías. Mentira, ¡también disponible en Ao3!