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.Estaba nervioso, asustado. Desde que bajaron en la estación del tren su respiración fue densa y pesada. Su corazón se aceleró y su piel ardió.
Lo que Mafuyu le pidió, realmente, lo descolocó.
«Cuando lleguemos, hagámoslo...» recordó, sintiendo un calor abrasador que recorrió cada fibra de su ser.
Es que, acaso, ¿había escuchado bien? Sí, por supuesto que sí. Su novio quería estar con él. Quería entregarse a él. Únicamente a él.
Uenoyama caminó en silencio todo el trayecto; observando y contemplando el brillo en las pupilas de su amado. Mafuyu poseía un alma transparente, que se reflejaba a través de su mirada. Una mirada que decía más que mil palabras.
Satō estaba preparado para entregarse al calor de sus brazos, pero él, ¿también lo estaba? Mucho tiempo pasó haciéndose esa misma pregunta en su cabeza. Una y otra vez se cuestionó si estaba listo o no para el siguiente nivel.
Muchas veces lo imaginó, por innumerables noches lo soñó. En su mente mil veces lo poseyó, deleitándose en el fuego de la pasión. Así que, la respuesta era clara y contundente. Era una respuesta latente.
Una afirmación que no tendría precedente.
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.Llegaron al edificio donde se encontraba el hogar de Mafuyu. Subieron por las escaleras y, luego la pareja caminó despacio hasta llegar a la entrada. En silencio ingresaron a la morada. Sin embargo, al cruzar el umbral, fueron recibidos por los ladridos de un sonriente y alegre perro.
—Kedama, ¿cómo estás? Saluda —pidió, con una enorme y genuina sonrisa en los labios.
El animal obedeció a su dueño; meneando la cola y dando vueltas alrededor de Ritsuka. El guitarrista sonrió y después se agachó para acariciar con mucho cariño el pelo del cachorro.
»—Está feliz de tenerte en casa. Así como lo estoy yo —musitó, cogiéndolo por la mano para llevarlo directamente a su habitación—. ¿Vamos?
—S-sí, vamos. —El corazón parecía que le iba a estallar, gracias a la mezcla de emociones que revoloteaban dentro de su ser.
Satō abrió la puerta de su alcoba, la cual estaba perfectamente ordenada. El piso brillaba y la cama estaba prolijamente arreglada. Era como si el destino confabulara para hacer de su entrega algo mágico e inolvidable.
Mafuyu cerró la puerta con seguro. A pesar de estar solos no quería que tuvieran ningún tipo de interrupción. No quería que nada se interpusiera entre su unión. Él lo planeó todo a la perfección. Es más, hasta se cercioró de que su madre no llegaría esa noche a dormir. Así que, podían dar rienda suelta al amor. Un amor que ardía insistentemente en la profundidad de su corazón.
Esa noche, los dos, harían el amor. Esa noche, se fundirían en un solo ser. Esa noche, sus almas se entregarían para siempre. Porque su amor viviría eternamente.
»—Mafuyu, estás seguro que tú-
—Shhh, silencio. No digas nada, por favor —susurró a escasos centímetros de sus labios—. Solamente quiero estar entre tus brazos.
El cantante besó con desesperación la boca del chico que sanó su corazón. El joven que le robó el aliento. Mafuyu estaba dispuesto a, una vez más, entregarse sin condición. Amando sin control. Entendiendo que, todo en la vida pasaba por una razón. Todo lo que sufrió y lo que perdió lo llevó a encontrarse con él. Únicamente con él.
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Adiós, virginidad [UenoFuyu]
Romance«Cuando lleguemos, hagámoslo». Esa diminuta frase retumbaba en sus pensamientos; sin embargo, debía ser sincero y aceptar que él también quería hacerlo. Así que, esa noche, se despediría de su inocencia para darle la bienvenida al deseo. Entregándos...