Cuando su nieto de 5 años le preguntó a Luis quién era Joaquín Silva, sus ojos se llenaron de lágrimas y no habló por el resto del día. Sus hijos se preocuparon al verle encerrarse en la habitación después de haberle sonreído al niño con una expresión tan triste que esa mueca no llegó a iluminar sus ojos.
Joaquín Silva había significado algo en la vida de su padre y nadie tenía idea de quién era él.
―¿Papá? ¿Estás listo para tu baño?
Luis miró a su hija y asintió. Esperó a que ella llegara a la cama y lo ayudara a subirse a su silla de ruedas.
―Papá... Llevé a Dani a casa de un niño para que jueguen antes de ayer... Me dijo que había una foto tuya con un muchacho. Él preguntó porque reconoció a su abuelo, le dijeron que estaba junto a su amigo: Joaquín Silva.
Luis titubeó.
―¿Él tuvo hijos? ―preguntó Luis sintiendo un escalofrío debido al secador que su hija estaba usando, o, quizá el secador no tenía nada que ver.
―¿Quieres que investigue sobre Joaquín, papá?
Luis titubeó otra vez. Él estaba triste y enojado, pero amaba a su familia, la que había construido a base de errores y obligaciones. Amaba a sus hijos y a sus nietos.
Pero la promesa que había hecho se había convertido en pequeños pedazos de vidrio. Joaquín no pudo quedarse a su lado cuando Luis se casó, no pudo soportarlo.
Incluso cuando fue él quien le rogó que se quedara a su lado aun después de casarse.
―No... Está bien, hija.
Luis tenía 65 años. ¿Qué razón tenía buscar a Joaquín después de tanto?
Sin embargo, su hija no haría caso a esa respuesta.
Había una vez un hombre llamado Luis Andrade, quien había sido amigo íntimo de Joaquín Silva desde la infancia. Los dos habían compartido grandes aventuras y habían sido inseparables por muchos años. Sin embargo, un día después de la boda de Luis, Joaquín se mudó a otra ciudad y perdieron el contacto.
Años después, Luis decidió buscar a Joaquín, pero no sabía cómo encontrarlo. Buscó en las redes sociales y en los directorios telefónicos, pero no pudo encontrar ninguna pista sobre su antiguo amigo. Finalmente, después de varios intentos fallidos, Luis perdió la esperanza de volver a ver a Joaquín.
Pasaron 28 años, y Luis había seguido adelante con su vida, había tenido hijos, y había desarrollado una carrera exitosa. Pero nunca olvidó a su viejo amigo y muchas veces se preguntó qué habría sido de él.
Las cosas empeoraron cuando cayó por las escaleras de su sótano y se quebró la cadera, ahora no podía caminar y estaría atado a una silla por un tiempo.
Elena se encargó de buscar a Joaquín Silva por su cuenta y un día, llevó a su padre a una feria de antigüedades.
Luis vio a alguien que parecía familiar. No estaba seguro, pero algo en el hombre lo hizo sospechar que podía ser él, su amado Joaquín. Se acercó al hombre y le preguntó si se llamaba Joaquín, pero claro, ¿cómo podría olvidar esos bellos ojos chocolate?
El hombre respondió afirmativamente.
Reconocieron sus voces y sus risas, y se encontraron envueltos en una conversación llena de recuerdos y nostalgias. Había mucho que ponerse al día pero la emoción del reencuentro duró lo que parecía una fracción de segundo.
Ambos recordaron los días felices de la juventud y se pusieron al día sobre las cosas que habían ocurrido en sus vidas en los últimos años, la tristeza en la mirada de Joaquín era pura, inquieta. Pero Luis se alegró de haber encontrado a Joaquín después de tanto tiempo, y se comprometieron a mantenerse en contacto regularmente.
Luis se enteró de que Joaquín no se había casado y secretamente aún esperaba que Luis tocara la puerta de su casa a las tres de la mañana, otra vez.
―Era más que un amigo, verdad, ¿papá?
Luis no pudo responderle enseguida.
De esa manera, los dos amigos se despidieron, con la promesa de mantenerse en contacto, felices de haberse reencontrado después de 28 largos y tristes años de separación.
Desde ese día, Luis prometió que nunca más permitiría que algo tan importante como su felicidad se perdiera nuevamente.
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28 años después de ti
Short StoryLuis se había casado. Pero Joaquín rompió su promesa.