Plic, plic, plic...
Se escucha el suave goteo de alguna cañería a mi alrededor. Aunque tengalos ojos abiertos no veo nada, además noto la suave presencia de una tela sobreellos, lo más probable es que tenga los ojos vendados. Solo sé con certeza quetengo un fuerte dolor de cabeza, como si hubiera sido golpeada por un bate o comosi anoche hubiera sido la mejor noche de mi vida. Sonrío levemente por estepensamiento."¿Qué ha pasado? ¿Dónde estoy? ¿Qué día es hoy? ¿Me han raptado?¿Siquiera estoy vivo?" me pregunto mentalmente. Solo puedo confirmar la últimacuestión, espero. Intento recordar, pero mi cabeza debe estar siendo hipnotizadapor aquel suave y constante goteo.Plic, plic, plic... No puedo pensar en otra cosa.Se escuchan pasos lejanos acercándose, pero por alguna razón no sientomiedo ni curiosidad. Parece que una pesada y chirriante puerta de metal queposiblemente dé a la habitación en la que me encuentro se abre. Poco despuésescucho una voz masculina y grave.—¡¿Pero qué?! ¡Jefa! —la puerta se cierra y los pasos se alejan apresurados.Jefa. Eso parece confirmar la hipótesis de mi secuestro. Pero ahora deberíapreguntarme, ¿por qué? ¿Qué ha hecho un humilde estudiante como yo paramerecer un secuestro? Preguntas como estas invaden mi cabeza, pero velozmentese disipan al escuchar de nuevo el goteo. Plic, plic, plic... Al parecer este goteoconstante es lo único que sosiega mi mente.Se vuelven a escuchar los andares de una, no, dos personas aproximándose.Vienen agitados, con prisa. Se vuelve a escuchar la puerta, está vez parece que lahan abierto de un golpe, "le han propinado una buena patada" pienso.—¿Qué demonios ha pasado? ¿Qué es esto? ¿Cómo ha podido fracasarestá vez? —interpela una voz apenada que posiblemente pertenezca a una mujeradulta, de unos 35 años diría yo.—¿Dónde estoy? —pregunto fingiendo un temblor en mi voz para aparentarestar asustado aunque realmente no siento nada. Ni miedo, ni odio, nidesesperanza. Nada.Los dos parecen gritar al unísono, aunque por motivos distintos. La vozfemenina está tan ilusionada que se asemeja a una niña el día de su cumpleañosabriendo los regalos, la voz masculina no parecía compartir la ilusión, sino queaparentaba estar aterrado.—¡Qué preciosidad! ¡Qué obra de arte! ¡Mi mayor logro! —grita eufórica lamujer.—¡¿Preciosidad?! ¡Es un monstruo! ¡Y tiene hambre! —al hombre le tiemblael habla.—No le llames así —responde seria la chica. Aunque al instante parecerecobrar la alegría—. ¿Cómo deberíamos llamarlo?Intento responder, pero no consigo recordar nada, ni la fecha de micumpleaños, ni mi edad, ni siquiera mi nombre. Aunque antes de poder asustarmela voz varonil interrumpió mis pensamientos.—¿Nombre? Debería llamarse Araña, porque es tan repulsivo como una.Además su número es 6490507-41040 MX. No debe tener otro nombre aparte deesos.—Mmm...de acuerdo —cede a regañadientes—. ¿Cómo empieza sunúmero?—Eh, em —la voz duda si debería repetir el número, pero acaba cediendo—.Sesenta y cuatro, noven... —ella le interrumpe.—Perfecto. Se llamará Sesenta y cuatro.—Pero... Jefa no debería acercarse mucho a esa cosa.Escucho unos tacones, probablemente de unas botas aproximándose hastaestar a menos de un metro de mí.—Estás de acuerdo, ¿verdad?Solo pude responder con una especie de gruñido a modo de afirmación.—De acuerdo —me susurró con voz lujuriosa, justo antes de lanzar unaorden con voz estricta—. Déjanos a solas.El hombre parece que obedece, pues se escucha de nuevo el caminarapresurado en dirección a la puerta.—Bueno, bonito, estamos a solas. ¿Recuerdas algo de tu vida humana?¿Vida humana? No entiendo nada. La forma en la que hablan de mí meresulta muy extraña. ¿Será que ya no soy humano? Este pensamiento empieza arebotar en mi cabeza como un eco. Empiezo a estar confuso y asustado. Intentovolver a escuchar aquel goteo que tranquilizaba mi mente y calmaba misemociones, pero la mujer irrumpe en mi cabeza gritando.—Pero bueno, ¡qué maleducada soy! Debería presentarme antes. Me llamoZenda y soy la jefa de este lugar.La angustia me está consumiendo. Necesito tranquilizarme de la únicamanera que conozco en este maldito lugar.—¡Cállate! ¡Cállate-cállate-cállate! —repito rápidamente— Solo necesito esesonido... ¡Ese puto sonido, joder! ¡Yo solo... solo quiero relajarme!Aunque no lo vea, lo oigo. Oigo la respiración agitada que está intentandoocultar, el leve temblor de sus dedos, sus rodillas y de... ¿su párpado? Espera,¿cómo consigo oír eso? A lo mejor es una habilidad de esta cosa inhumana,superoído, como en algunos videojuegos que he jugado. Espera, ¿juegos? ¿Porqué recuerdo precisamente los juegos?—Yo... no sé qué te ha molestado, pero me disculpo. No quería enfadarte—responde al fin, después de un largo silencio. Vuelve a ahogarme en la paz de lahabitación. Bueno, se consideraría paz si no fuera por el goteo. Plic, plic, plic... Esalgo que consigue relajarme aún sabiendo que he abandonado mi forma humana.—¿Puedo hacerte una pregunta? —antes de que me dé tiempo a responder,continúa— ¿No te duele?¿Dolerme? Esto es cada vez más confuso, ¿qué debería dolerme y por quéno lo hace?—Además. Sigues... ¿sigues conservando tus sentimientos?Esto me sorprende. Es cierto, si soy un monstruo, ¿por qué tengo concienciay sentimientos? Para responder, esta vez intento asentir con la cabeza, si es quetengo una.—Eso es un sí, supongo —bien, ha entendido la seña—. Así que... siguesentendiéndome, tienes emociones y una piel muy fina, aunque no literalmente—suelta una vaga risa, como si intentara ver el lado positivo de una completaoscuridad—.Asiento. Y escucho ese hipnotizante goteo, plic, plic, plic... Me giro paraindicarle a la mujer mi única fuente de tranquilidad.—¿Eso? Perdón, se ha roto la cañería. Si quieres la puedo mandar arreglar.Sacudo la "cabeza" bruscamente.—¿Te gusta el goteo?Asiento. Al parecer, mi única forma de comunicación es mover la cabeza.—¿Puedes andar?¿Andar? La verdad es que no he intentado mover mi cuerpo por debajo de lacintura. Tampoco había visto la necesidad de hacerlo, pero ahora que me lo pidesupongo que puedo intentarlo. Así lo hago, muevo una pierna, después la otra,ahora. Hacia un lado y el otro.—Esto es... ¡impresionante! —la chica eufórica ha vuelto— ¿Cómo hacespara caminar con tantas patas?¿Patas? ¿Tengo más "piernas" de lo normal? ¿Qué demonios?—El único problema es que pareces mareado. Como si te costaraacostumbrarte a este cuerpo o como si no vieras.¿No se le ha ocurrido quitarme la venda de los ojos? A lo mejor no tengo unavenda... bah, eso es absurdo. ¿Por qué si no notaría esa leve presencia sobre misojos que me impide ver? Aunque eso explicaría mi gran sentido del oído.—¡AH! —un desgarrador grito sale de mi garganta al sentir un cuchilloatravesar la piel de mi brazo. Sin embargo, por alguna razón no me duele.—Esto es... —Zenda duda sobre qué adjetivo usar— ¡IMPRESIONANTE!Escucho como pasan las páginas de una libreta y un bolígrafo recorre lashojas de esta justo antes de que Zenda continúe.—Regeneración casi instantánea, es increíble.Regeneración. ¡Regeneración! ¡Todo cuadra! ¡Ahora soy un monstruo ciego,con regeneración, superoído y muchas patas! ¡Y todos me temen! ¡SOYINVENCIBLE!—Bueno, repasando. Casi tres metros, conciencia humana, falta de visión, decostumbre o equilibrio, regeneración y seis piernas... Nada mal para ser mis sujetosfavoritos. El miedoso, la tranquila y el loco. ¿Quién diría que harían unacombinación tan buena?¿Qué? Espera, ¿qué? ¿Qué? Noto un nudo en el pecho. ¿Estoy hecho departes de otros humanos? ¿O soy esos humanos? Entonces... ¿mi conciencia es lacombinación de todas las demás o soy uno de ellos? ¿Y si he creado otraconciencia?—Por fin te das cuenta. —dice una voz femenina.—¡¿QUÉ?! ¿QUIÉN HA DICHO ESO? —no ha sonado de ningún lugarcercano, sino de dentro de mi propia cabeza. Un momento...— Eres... la tranquila.—Correcto. Y menos mal que te lo ha dicho Zenda, si no... quizás no tehubieras dado cuenta nunca.—¿Puedo hacer una pregunta?—Ya la has hecho.—¿Otra?—También la has hecho. —la voz se ríe.—¿Pero puedo o no?—Sí, sí.—¿Yo soy el loco o el miedoso?—¿Tú qué crees?—Creo que no lo sé. Por eso te lo pregunto.—Piensa. Cuando me has escuchado, ¿qué reacción has tenido? ¿Te haspuesto a gritar"LO SABÍA, LO SABÍA" o te has empezado a temblar?Me quedo callado ante esta cuestión. No quiero admitir que soy el miedoso.—¿Lo soy no?—Ser...¿quién?—El... —me cuesta decirlo— el miedoso.—Correcto. —se echa a reír.—Pues para llamarte "la tranquila" te ríes bastante.—Soy tranquila, no seria. Además, con tranquila se refieren a que nunca gritoni me pongo nerviosa. Simplemente acepto lo que viene, sea algo bueno o el final.Pero eso no significa que no tenga sentimientos.—Entiendo.—Por cierto, te llaman "miedoso" pero sabiendo que eres un monstruo, estássecuestrado con una señora que te ha cortado el brazo, que probablemente seas unhomúnculo formado por tres personas, que compartes conciencia con ellas y que elloco ha estado callado demasiado tiempo, tengo miedo hasta yo.—Me fallan las piernas.—Menos mal que todavía quedan las mías y las del loco.¿Eso funciona así? Flexiono las piernas hasta que el tacón toque la parte posteriorde mis muslos. Es cierto, no toco el suelo.—¡Pero desgraciado! ¡Vuelve a apoyar las piernas que nos caemos!Las vuelvo a estirar hasta sujetar parte de mi peso en ellas.—Tengo una pregunta.—¿Otra?—Sí.—Va, dale.—¿Cómo soportamos nuestro peso? Quiero decir, sé que lo sujetamos connuestras piernas, pero sabiendo que el peso medio de tres personas es de unos229,3 kilos. Y solo tenemos cuatro piernas.—Seis. —me corrige la tranquila.De improviso, escucho como alguien se aleja corriendo. Se me habíaolvidado por completo que Zenda seguía allí.—Se ha ido.—Sí, se me había olvidado por...—Por completo que Zenda seguía allí. —la tranquila me interrumpe.—¿Me lees la mente?—No. Bueno, más o menos. Compartimos conciencia, ¿recuerdas?—¿Y por qué yo no escucho tus pensamientos?—Porque no pienso.No esperaba esa respuesta, pero he de admitir que me ha hecho gracia.Sonrío, aunque no sé hasta qué punto es capaz la tranquila de ver o sentir lo quehago.—¿Sabes que tengo nombre? No hace falta que cada vez que me nombresdigas "la tranquila". Se hace cansino.—Ah, no. No sabía que tenías nombre. Pensaba que si yo no tenía o, mejordicho, no lo recuerdo, vosotros tampoco lo recordaríais.—Pues pensaste mal.—¿Me vas a decir tu nombre o no?—Claro.—Pero... dímelo.—Ya te lo he dicho, solo tienes que cambiarle el idioma.—¿Qué?—Perdón, pero siempre había querido hacer esa broma, me llamo Clair.—Yo me llamo Adham. —aparece otra voz.—¿Quién eres tú? —pregunto con miedo.—Me llaman "el loco". Y si vamos a ponernos a hacer bromas con nuestronombre yo diré que el mío significa "negro" en árabe.—Pues, mi nombre será Lloyd cuyo significado es "gris" y su origen es celta.Aquí concluye la narración del recién bautizado Lloyd quien se quedó enaquella habitación durante 64 años hablando con sus compañeros de cuerpo, hastaque le llevaron a una isla artificial en la que experimentan con humanos y liberan alos homúnculos resultantes por la isla para que vivan en libertad.