Mucho tiempo había pasado desde aquel fatídico día del que nadie en Isla Quesadilla hablaba. Aunque en realidad, nadie hablaba en general. El lugar lucia muerto, desolado, abandonado, a donde miraras no encontrarías rastro alguno de la existencia de vida. La magnífica estación de trenes ahora se caía a pedazos, la maleza se había abierto paso entre las baldosas del piso y el tapiz de las paredes, convirtiendo la edificación en parte del paisaje. Apenas salir es casi imposible reconocer la enorme muralla que la naturaleza y el paso del tiempo reclamaron como parte de su territorio, cubriendo el concreto de musgo, plantas trepadoras e incluso arboles pequeños que se mecen con el ligero viento que sopla.
No hay calles o caminos marcados por el constante andar de los habitantes. Las construcciones en ruinas no son nada mas que sombras de un pasado que muchos ya han olvidado.
Pero no ellos.
En lo mas alto de la muralla, donde el aire sopla con mas fuerza y los pajarillos hacen sus nidos, las paredes de una vieja construcción se mantienen en pie a pesar de su evidente deterioro. Los arboles qué provenían de sombra al frente de la casa ahora son solo un montón de ramas muertas. El huerto se ha secado. Lo único intacto en ese lugar es la habitación reforzada que resguarda en su interior un flotador amarillo que yace apacible sobre la cama junto a un cofre lleno de recuerdos. Los rumores dicen que el lugar lleva años abandonado, sin embargo, se habla también de un hombre que una vez a la semana se sienta fuera de la habitación reforzada y toca su guitarra mientras canta una canción que se ahoga bajo las lagrimas que igual que cascadas se deslizan por sus mejillas. Luego, antes de perderse dónde nadie lo encuentre, visita las tres tumbas bajo el árbol qué crece al pie de la muralla, se asegura de dejarles flores y que las dos flautas se mantengan en buen estado para sus dueños.
Un poco más adelante, a la orilla del río, las ruinas de un viejo castillo forman imponentes montañas de piedra y maleza que parecen resguardar la modesta cabaña que años atrás fue consumida por el fuego en un intento de borrar los recuerdos que tanto lastimaban los corazones de sus habitantes. Desde el puente aún se pueden ver en lo que queda de las paredes los restos de algunas obras de arte que se niegan a morir en el olvido. La gente dice que quienes vivían ahí se fueron de la isla muchos años atrás, pero si miras con detenimiento puedes notar que una tímida luz emerge desde el sótano donde una pareja pasa sus días mirando el overol azul que permanece perfectamente doblado sobre la diminuta cama vacía. Han perdido todo, incluso la fuerza para estar enojados por lo sucedido.
Al adentrarse en el bosque, en un pequeño claro libre de maleza, una cabaña es resguardada por una muralla de altas cañas de bambo que apenas permiten la entrada a los rayos del sol. La estructura desde fuera parece mantenerse en perfectas condiciones, como si el tiempo ahí no pasara. El jardín exterior luce bien cuidado, el pasto podado, las plantas en flor. Pareciera el lugar ideal para vivir, excepto que no hay nadie alrededor, no durante el día por lo menos pues se dice que el dueño de ese lugar es un hombre calvo que se la pasa bebiendo hasta perder el sentido, se le puede ver algunas noches trabajando en el jardín, cuidando con esmero las plantas que su hijo sembró muchos años atrás, a veces, incluso se le puede ver hablando al espacio vacío dentro de la casa, diciéndole entre sollozos lo orgulloso que está de él.
Del otro lado de la isla, en las entrañas de la montaña, se puede escuchar el constante martilleo de un hombre que intenta mantener con vida la maquinaria que provee de luz al pequeño cuarto en el que un sombrero de copa reposa sobre un pedestal. El aire ahí dentro aun huele a chocolate y si escuchas con atención puedes oír también el suave tarareo de una canción de cuna que el hombre del martillo repite día y noche como si fuera su mantra. Hace tantos años que nadie lo ve fuera de su montaña, que de no ser por el constante martilleo creerían que está muerto.
Si se recorre un poco mas la isla se puede encontrar el molino de viento que hace mucho dejo de girar. A su lado, solitaria y descuidada, la descolorida lapida de color azul de Trump. Del dueño del molino se dice que enloqueció. Durante años intento con todas sus fuerzas recuperar a su hijo y al no lograrlo perdió la razón. Y entonces un día simplemente desapareció.
Si se continua avanzanzando se puede encontrar la estatua de Flipa y la tumba roja de Tilin. Ambas se mantienen en buen estado gracias a las visitas constantes de la pareja que vive en la parte alta de la ladera. Los únicos habitantes de la isla que de vez en cuando se dejan ver mientras limpian las tumbas y dejan flores nuevas.
Del otro lado de la muralla, cerca de la costa, el imponente dragón que emerge furioso de las frías aguas sigue resguardando la torre que su dueño no llegó a terminar. Pero incluso estando incompleta y en ruinas debido al abandono sigue siendo una hermosa construcción que en su interior resguarda una casita temporal hecha de tierra y arenisca. No hay nadie alrededor, hace muchos años que el triste lamento en forma de rugido del poderoso dragón solo lo escuchan las olas que tocan las costas de la isla.
A lo lejos, pasando el desierto, se alza gloriosa la torre del mago. El desalmado paso del tiempo transcurrido paso factura a las partes más altas de la torre, opacando el brillo que en sus días de gloria le daba vida a cada una de sus paredes. Las grietas que se abren paso desde el suelo hasta el techo hablan del abandono y la soledad que sus paredes encierran. La lava que escapa entre las grietas creando cascadas de fuego alrededor de la construcción, así como la constante caída de rayos en lo alto de la torre, exhortan a cualquier visitante a alejarse de ahí lo mas pronto posible.
Un tiempo atrás. Dentro de las ruinas qué con gran esfuerzo se mantienen en pie, el mago arrastra los pies sobre la vieja y astillada madera del suelo. A su alrededor un sin fin de hechizos tapizan las mesas, las paredes, los libreros. Su piel antes bronceada ahora luce de un tono casi grisáceo, los ojos amatistas hace mucho perdieron su color y la vida que había en ellos. No es ni la sombra de aquel hombre que bromeaba, qué reía, qué parecía poseer una energía inagotable.
Desde otra parte de la torre, el híbrido de tiburón se acerca al mago tratando de dibujar para él en su rostro demacrado una sonrisa. Años han pasado desde la última vez que en esa torre se escucharon sus risas, acompañadas de los saltos emocionados de su pequeña hija. Las fotos familiares de las paredes se han ido borrando, las mascotas han ido muriendo y los recuerdos desapareciendo, lo que un día fueron, permanece intocable en el álbum de fotos que el híbrido celosamente conserva.
Es tarde ya. Los rayos caen incesantes sobre la punta de la torre iluminando lo que resta del esqueleto de la noria, el híbrido puede sentir la energía de su amado apagarse con cada nuevo intento, le ruega que pare, qué no lo abandone, pero ya es demasiado tarde. El mago ha gastado lo que le quedaba de vida en un último intento de recuperar lo que muchos años atrás les fue arrebatado.
"No pude... lo intente... no pude traerla de vuelta"
"Vegetta, mi amor... It is ok... It's time to rest now..."
Esa noche el híbrido renunció a su inmortalidad, el estruendo de un poderoso rayo zurco el cielo nocturno y tanto el cristal de la torre del dragón como el de la torre del mago estallaron en miles de partículas de polvo. Ambos corazones dejaron de brillar, ambos dejaron al unísono de latir.
Ahora, más allá de la torre, tras la imponente muralla qué oculta la última gran construcción del mago, el tiempo ha resguardado el idílico jardín secreto que los padres con tanto amor construyeron para su hija, y ahí, entre los tulipanes en flor y los animales que pululan alrededor, tres mariposas revolotean cerca del estanque. Los colores amarillo, morado y blanco con rojo de sus alas se confunde con los tonos de la vegetación y aunque nadie puede asegurarlo, se dice que sus risas se escuchan a diario por todo el jardín secreto.
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The Secret Garden
FanfictionBreve relato sobre Isla Quesadilla después de la peor de las tragedias. Aclaro que es más que nada Fooligetta porque no conozco bien a todos los integrantes y solo veo el POV de Veg y Fool.