00| death

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Muchos me odian, pero yo solo cumplo con mi trabajo. Así lo hice aquel 25 de enero de 1876. Ese día encontré un alma que ya había conocido en varias ocasiones. Un alma que, con el tiempo, llamó cada vez más mi atención. Cada vez que la veía, irradiaba una alegría que podía tocar incluso a seres oscuros como yo.

Era su cumpleaños número quince. Su felicidad podría haber calentado los fríos bosques que rodeaban el pequeño pueblo donde vivía. Aunque estaba allí por trabajo, debo admitir que hice un desvío. Siempre que tenía la oportunidad de cruzármela, lo hacía. Incluso siglos atrás.

Pero no pueden culparme. Hasta el alma más fría de este mundo ansía un poco de calor, y un ángel como ella podía hacerlo posible.

Quizás nuestra conexión se debía a su amor por el frío. A ambos nos gustaba la nieve, aunque de maneras muy distintas. Ella amaba la suavidad del invierno, mientras que el frío que yo siento es muy diferente, más sombrío, más definitivo.

Esa mañana, sus padres la despertaron con un cálido abrazo y un pastel que parecía delicioso. Michelle los abrazó y no dudó en cantar junto a ellos el "feliz cumpleaños". Después de su desayuno en familia, se abrigó para ir a la escuela.

Vivir en un pueblo pequeño tenía sus desafíos. Tenía que atravesar un inmenso bosque congelado, hogar de las criaturas más temibles. Yo la seguí, manteniéndome a distancia para no contagiarla con mi frío ni con el peso de las almas que cargo. No podía arruinar un día tan especial como su cumpleaños, y menos cuando solo estaba de paso.

Con pasos firmes, Michelle cantaba una canción que había inventado ella misma. Todavía la canto a veces; incluso para las almas que me acompañan, es una melodía reconfortante.

Al llegar a la escuela, una niña pelirroja la abrazó con fuerza y le deseó un feliz cumpleaños. Se llamaba Alexandra, y tenía una larga vida por delante. No todos en esa escuela tenían tanta suerte. Dentro de esas paredes había un alma que brillaba tan intensamente como la de Michelle. Yo también lo había encontrado antes. Pero mi experiencia me decía que esta sería la última vez que lo vería.

Michelle tomó asiento junto a Alexandra, como de costumbre. En segundos, un pedazo de papel cayó en su pupitre. Se giró, y su sonrisa se amplió al ver a Petr. No importaba cuánto tiempo pasara; siempre se sonreían con la sinceridad de quienes están destinados a encontrarse.

Curioso, miré la nota que leía Michelle. Algunas cosas nunca cambian, y Petr siempre sería ese niño dulce, enamorado del alma más brillante de la Tierra: "Feliz cumpleaños, Michelle. Vamos al centro este sábado. Seguro que hay cosas interesantes por ver."

Podría ser un ser oscuro y sin sentimientos, pero disfruto mucho de las historias de amor. Especialmente la de ellos, que con los años no ha hecho más que volverse más intensa.

From my heaven | Caius VolturiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora