El chico de pelo morado siempre había pensado que él era especial. Por eso, no le gustaba que le llamasen como sus padre le habían impuesto, él prefería que le llamasen Astro.
Un Astro que era tan pequeño como Mercurio, pero vivía en un mundo tan grande como Júpiter. Mundo al que él le gustaba llamar Plano Astral.
Todo en ese mundo era exactamente como él quería que fuese. Ponía estrellas siempre que le apetecía, hacía constelaciones para crear animales y agujeros negros cuando estaba enfadado.
Vivía encerrado en el plano, y solo salía cuando le invadían los pensamientos malignos.
Astro, siempre se había preguntado como sería vivir como los demás, sin tener que entrar en el plano para ser feliz. Sin embargo, poder hacer algo que los demás no podían le encantaba, y perderlo no le parecía una buena idea, ya que... si no podía meterse en el plano astral, ¿En qué era especial él?
El chico del plano astral voló en el aire intentando que esos pensamientos se fuesen de su cabeza. No le apetecía volver al mundo real y tener que enfrentarse a todo de sopetón.
Porqué para Astro, el tiempo se estaba agotando, y aunque lo estaba utilizando de manera correcta, él sabía que todavía tenía asuntos pendientes fuera del plano.
Y esos mismos asuntos eran los que le empujaban a dejar el plano de una vez por todas.
Porque además, poco a poco, el plano se hacía con el control de Astro y ya no sería Astro, sino el propio plano.
Y justo cuando esto se le pasó por la cabeza decidió salir del plano.
Observó su habitación, vivía en un piso donde se alquilaban las habitaciones. Compartía cocina, baño y salón con otras tres personas. Y aunque no hablase mucho con ellos, era lo suficiente para cogerles asco.
Miró su estantería. Toda llena de libros, pero hacía ya casi años que no leía uno. La literatura era una parte "rota" de su pasado.
Astro alejó ese pensamiento rápidamente de su mente y salió de su pequeña y solitaria habitación en busca de algo que hacer.
Pensó en comer, era ya casi la hora de cenar, pero no había nada para cocinar, ni un mísero sandwich. Así que cogió sus llaves, una sudadera y dinero para comprar algo en el supermercado más cercano.
Hacía semanas que no salía a la calle. Era por la tarde, no hacía mucho sol, pero aún así sus ojos no se acostumbraban al brillo.
Se puso la capucha de su sudadera para tapar su cabello. Le gustaba tintarse el pelo de morado, pero no llamar la atención por la calle.
El supermercado más cercano estaba a dos manzanas de su edificio. Mientras llegaba a su destino observaba curioso a la gente. Habían algunos que le miraban anonadados, otros que pasaban de él y los últimos lo miraban lo justo. Nunca había sabido del todo porque a veces la gente le miraba mucho. Algunos seguramente habrían visto su pelo morado, pero otros estaba seguro que no se habían fijado mucho.
Astro no resaltaba mucho, no era muy alto, ni muy ancho. Era más bien bajito y escuálido. Tal vez era por sus ojos, el derecho lo tenía pardo y el izquierdo verde. Hoy se había olvidado de sus gafas de sol, así que asumió que era por eso. Aún así no le gustaba que la gente le observase.
Aceleró el paso. Cuanto antes volviese a casa mejor.
Y justo cuando estaba a punto de entrar al supermercado, vio a lo lejos un local. "Clases de escritura". Pensó en entrar y preguntar, pero pronto sus pensamientos derivaron en otros, que decidió apartar y seguir comprando.
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Más allá de las estrellas, más allá de mí.
Teen FictionEsta historia no es como las demás. Aquí no tendrás un final feliz no personajes alegres. Este libro muestra la realidad de un mundo que Astro está dispuesto a dejar pero no puede hacerlo solo. Acompáñalo descubriendo su pasado, su presente, su futu...