La oportunidad anhelada.

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El sol apenas comenzaba a alumbrar su ventana, pero él ya estaba despierto, no pudo dormir de la emoción tan grande que sentía en el pecho, esa era la primera vez después de casi cuatro años en la que vería a la persona que le robaba el aliento.

Dedicó su tiempo a alistarse, Harry consideraba que aún tenía su toque, era atractivo, debía admitir, y es verdad, ¿quién no se perdería en el bosque de sus ojos?, ¿quién no quedaría hipnotizado por el color sandía de sus labios?, ¿y qué tal sus rizos con aspecto esponjoso?. Él sabía perfectamente que era atractivo, pero desde la partida de la mitad de su alma todo lo que podía reflejar era tristeza... dolor.

Al hombre realmente se le daba bien la cocina, su pareja decía que eso sólo era el complemento para ser totalmente perfecto... hace cuatro años era la última vez que había cocinado algo... ahora, se encontraba a sí mismo preparando el platillo favorito de esa persona, quería que su reencuentro fuese especial.

Cuando el reloj en su muñeca marcó las doce en punto de la tarde decidió que era momento de por fin dejar aquel lugar tan frío y lúgubre, aquel lugar que alguna vez sintió como un hogar, se dirigió a la puerta con un ramo de flores que compró por la mañana y con el corazón desbordando en una especie de nerviosismo y felicidad después de mucho tiempo, cerró con llave el cerrojo.

Cuando por fin llegó al lugar, el dorado de la tarde hacía que todo luciera vivo incluso cuando Harry sabía que eso no era así, la calidez que se sentía en el ambiente era la misma que él experimentó en su interior cuando visualizó a la razón de sus suspiros y lamentos, su felicidad y su tormento, su cielo y su infierno...

— Disculpa si te hice esperar - dijo con la voz algo temblorosa mientras se sentaba en el pasto de aquel lugar - yo... - cerró los ojos y dio un profundo suspiro - yo realmente te extrañé, te extraño cada día como no imaginas.

Los ojos de Harry se nublaron por las lágrimas que amenazaban con salir, pero decidió que no iba a llorar, no, ese debía ser un momento feliz.

— Casi lo olvido, traje tus flores favoritas - colocó las rosas rosadas en el pasto - aún recuerdo cuando te regalé flores la primera vez, ¿tú lo recuerdas? - una pequeña sonrisa se dibujó en sus labios - ese día fue la primera vez que me acerqué a ti, estaba tan nervioso que casi no lo hago.

Harry estaba observando atento a aquel chico que leía entretenido un libro de historia, la señora Elizabeth, la bibliotecaria, lo alentó unos días atrás a acercarse pero no sabía cómo, fue entonces que dedicó toda una semana a investigar los gustos del muchacho para poder entablar una agradable conversación, y así es como llegó a este preciso instante, preparándose mentalmente para dar un gran paso, ¿cómo se supone que debía comenzar?, ¿con un "hola, ¿qué tal?"?, no, eso era muy común, así que en lo que pensaba una forma de ser original un pequeño puesto de flores apareció en su campo de visión pero lo que llamó su atención fue aquel pequeño ramo de rosas rosadas, ¡perfecto!, eran las flores favoritas de aquel misterioso jóven, se dirigió a comprarlas y cuando por fin las tuvo entre sus manos se armó de valor y fue hacia donde se encontraba el hermoso ser.

— La belleza de estas flores se ve opacado por la belleza de tu ser - dijo y ¡oh por Dios!, ni siquiera lo pensó, su boca actuó por sí sola-.

El chico, algo sorprendido, despegó la mirada de su libro para dirigirla hacia Harry.

— ¿Disculpa?
— ¿Escucharon eso? fue el corazón de Harry romperse.
— Oh, emm... lo siento, quise decir, soy Harry - sus mejillas tomaron un intenso color carmesí mientras pronunciaba aquellas palabras y extendía el pequeño ramo de flores al otro chico.
— ¿Son para mí? - el rizado sólo alcanzó a asentir - muchísimas gracias, Harry - tomó maravillado las rosas y después salió de su pequeña ensoñación - ¿pero en dónde están mis modales?, soy Louis, ¿gustas sentarte?

Hasta el último suspiro Donde viven las historias. Descúbrelo ahora