Capítulo 12 (FINAL)

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Caminé hasta la puerta de cristal, la abrí y caminé unos cinco pasos hasta que la vi... ella me daba la espalda, así que pude volver a mirar su cabellera rojiza-marrón que tano había extrañado, estaba sentada en una hamaca mirando al mar. Poco a poco me fui acercando a ella, y de repente, ella volteó y pude ver esos ojos verdosos que me atontaban.

- Lo hiciste... - me dice sorprendida, creo que la he dejado sin palabras. De un momento a otro, sus ojos se pusieron llorosos.

- Kiara, yo... - y antes de que pudiera decir algo más, Kiara se lanzó a mis brazos y me abrazo.

- No sabes cuanto te extrañé - me dijo escondida en mi hombro.

- Oh no, tú no tienes idea de lo que tuve que pasar para estar contigo, mujer ¡tú sí que eres difícil! - le digo bromeando mientras que la alzo y la hago girar.

- Lo siento... yo no sabía que decir, entonces por eso escribí las cartas y luego las pistas, y... - empezó a hablar rápido, y yo sólo puse mis labios en los suyos para que guardara silencio.

- No hay nada que perdonar, pero creo que sí tendrías que explicarles a los demás. - le dije refiriéndome a sus padres y sus hermanos.

- No puedo... no tengo el valor para decirles a mis hermanos, y bueno sobre mis padres... ellos siguen siendo las mismas personas de siempre, te apuesto a que tengo razón ¿o no? - me dijo, y la verdad es que le querías decir que no era cierto, pero le estaría mintiendo.

- Tienes que tener fe en que las personas pueden cambiar. - le dije dándole un beso en su frente.

- La fe es como intentar escalar una cuesta empinada y rocosa: sólo un mero tropiezo podría hacerte caer rodando, pero la creencia y la perseverancia te verán en la cima. - me dijo todavía abrazándome.

- Pero ¿podrías intentarlo aunque sea? - le dije. Y ella negó.

- ¿Ni siquiera por mí? - le dije fingiendo estar ofendido.

- Tal vez lo haga...

- Pareciera que no te vi en mil años

- Te amo, Jared.

- También yo Kiara, también yo.

- Aunque de una vez te digo que todavía no quiero regresar... - me dijo haciendo un puchero.

- Eres tan terca - le dije riéndome.

- Pero así me quieres - me dijo.

- Lo sé - le di un corto beso en los labios.

Estuvimos así durante un rato, sentados en la hamaca. Vimos el atardecer juntos hasta que volví a hablar.

- Yo siempre iré a donde tú estés, pase lo que pase, y siempre te amaré.

FIN

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