Prólogo

10 4 4
                                    


Un día como cualquier otro comenzó en mi pueblo, pero la nostalgia abundaba en mi casa...

Debo irme a la ciudad para estudiar en la universidad más añorada por todos los recién graduados de secundaria, lugar perfecto para: cerebritos, prodigios o simplemente hijos de personas que cagan dinero.

Como mi madrastra.

En fin, mi nombre es Victoria y no quiero salir de mi habitación porque todos allí afuera están llorando a moco suelto.

Sé que me voy a sentir incomoda al ver tanta gente así y solo porque me voy a dos horas de aquí, gente que en el año no veo ni tres veces seguidas y vienen hoy a fastidiarme la vida.

Que falsedad.

No es mi culpa, siempre he sido: fría, asocial, cortante, amargada y obstinada, así que no, no voy a salir, al menos no por donde todo ese montón de personas me están esperando para ahogarme a punta de abrazos.

Sentada en mi cama dejo escapar un largo y sonoro suspiro haciendo mi cabeza hacia atrás mientras cierro mis ojos planeando
como caer.

Me levanto y comienzo a recorrer mi habitación con las manos en mis caderas, esta gente de verdad me estresa.

Tomo mi maleta y el bolso de mano donde están mis documentos personales, lo reviso de nuevo, para asegurarme una vez más de que todo lo tengo allí y así es, entonces me acerco a la ventana que hace años le pedí a papá que remodelara, porque básicamente era una ventana de cárcel; pequeña, alta y con rejilla que la cubría por completo impidiendo que cualquier rayito de sol iluminara siquiera un puntico en la habitación, porquería de arquitecto quien diseñó esa madre. Así que ahora es grande, espaciosa, con un lugar amplio para sentarme a leer, escuchar música y hasta dormir, es decir; perfecta para escaparme de esa fastidiosa multitud.

Solo hay un problema.

Debo saltar casi tres metros, pero de algo debe servir haber entrenado atletismo casi toda mi vida, ¿No?

—¡Victoria! —gritó la castrosa de mi prima al otro lado de la puerta, la cual finge empatía conmigo solo porque el próximo semestre entrará también a la universidad y le encanta que la gente hable estupideces de ella “alagándola” para llegar en
un pedestal ya hecho por otro y dominar el lugar, es decir; que soy su elegida como mensajera pero pues conmigo se ha equivocado—. ¿Ya estas lista? Te estamos esperando…

—Que me sigan esperando. —susurro con fastidio y al decir esto lancé mi maleta primero por la hermosa ventana para luego poder caer sobre ella ya que es lo suficientemente grande y solo lleva ropa, entonces sin pensarlo más, salté.

...

—Hijo, buenos días. —oí el saludo de mamá y al abrir mis ojos la luz del sol me cegó por un momento, ella comenzó a reír cuando arrugué mi cara ante la sensación—, Levántate cariño —dijo terminando de correr las cortinas—. Tu abuela ha
preparado un pastel y ya sabes cómo se coloca cuando no bajas a tiempo.

—Si ma, deja que me despierte primero y bajo. —dije cubriéndome con las sabanas.

No debí quedarme despierto hasta tarde.

Al cerrar mis ojos siento como un frio recorre mi cuerpo como si…

—¡LEVANTATE MATEO, SON LAS NUEVE DE LA MAÑANA! —gritó mamá con mis sabanas en sus manos, obviamente.

—Pero mami…

—Nada Mateo, levántate pero para ayer. —sentenció ella señalándome y entrecerrando los ojos.

—Si señora, ya voy —dije levantándome a duras penas y antes de que ella saliera de mi habitación me reí—. Buenos días mami.

Giré un poco mi rostro para mirar su perfil mientras que ella se encontraba bajo el arco de la puerta, pude ver su sonrisa ensancharse pero chispas de tristeza brotaban de ella.

—Te voy a extrañar mi niño.

—No quiero ir mami pero…

—Debes hacerlo, cariño es tu sueño y-

—El legado de mi padre. —solté un suspiro al recordarlo, lo extrañaba mucho.

—Te esperamos para desayunar, por cierto, Alison llamó y dijo que llegaba en veinte minutos. —ella giró sobre sí misma y posó su mirada en mí fijamente.

—Ya se lo que me vas a decir mami, déjalo.

—Es una buena chica, hijo, no los van a separar solo calles, —se acercó un poco hacia mí mientras colocaba las sabanas sobre mi cama—. Un continente entero se va a interponer entre ustedes, es mejor que…

—¿Qué la deje? ¿Otra vez con eso? —me giré para mirarla completamente a los ojos—. Acabas de decir que es una buena chica y quieres que termine con ella, ¿Entonces?

—Ambos son buenas personas cariño y por eso deben quedar solo con la amistad. —se acercó por completo y tomó mi rostro entre sus manos. De verdad me duele lo que me dice y aún más lo que sé que me va a decir porque es la pura verdad—. Ella conocerá muchas personas en Europa y tú vas al otro extremo del país donde conocerás muchas más, solo piensen bien las cosas. Es mejor que aclaren todo hoy en persona, a que traten de dar explicaciones dentro de poco y a través de una pantalla.

—¿Ella te dijo algo?

—Dijo que vendría para hablar contigo y despedirse.

—Viene a terminar conmigo. —bajé mi mirada al entender las cosas.

—Pero te convencí antes que ella. —con sus manos levantó mi cara de nuevo y pude ver como guiñaba su ojo derecho, mostrando también una media sonrisa con algunas pocas arrugas asomándose.

—Así que termínala tú primero y baja a comer carajo, tengo hambre. —dijo la abuela que se había asomado a la puerta.

Mamá y yo comenzamos a reír mientras la abuela nos asesinaba con la mirada.

—Bien abuela, déjame ir al baño y bajo a comer. —me levanté para ir en dirección al baño de mi cuarto.

—Bueno muchachito, no te tardes que también tienes a una Cruella por cortarle las alas. —dijo mi abuela señalándome justo como lo había hecho mamá momentos antes, su comentario me hizo gracia y entré al baño riendo un poco, Alison nunca fue querida por ella—. Y tú María Eugenia, te mandé a despertar al muchacho, no a darle espailer de lo que la muchacha venía a decirle.

—Mamá, en primer lugar; debía preparar a mi hijo para la noticia para que fuera él quien diera el ataque y segundo; no se dice espailer, se dice spoiler.

—Bah, los jóvenes con sus vainas raras.

Supe que iban ya por el pasillo porque el volumen de sus voces menguó y una sonrisa se había formado inconscientemente en mi boca al escucharlas, voy a extrañarlas.

Pizza para tí, beso para míDonde viven las historias. Descúbrelo ahora