¿Dónde comenzó?

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¿No lo recuerdas? Bien, te lo recordaré, pero recuerda, ella ya no puede detenerme, y no sabrás si es realmente lo sucedido o no, recuerda atentamente estas palabras pues no las volveré a repetir, la mentira es mi carta favorita de la baraja, la ilusión algo con lo que no me gusta tener compasión y tus recuerdos algo que solo tengo yo.

Era una tranquila mañana de agosto, un día 27 para ser exactos, ella estaba nerviosa y desilusionada, dentro de poco comenzarían las clases, lo único bueno es que conocería gente nueva, estaba en una ciudad nueva, dentro de un país que no era el suyo, extrañaba su país, poder hablar con la gente en su idioma y que no se sonrojasen pensando que era un piropo, cuando era un simple "Hola" o "Disculpe", todo el mundo se la quedaba mirando y la escuchaban embobados, según ellos, era una chica muy hermosa, con una hermosa voz , y ni hablar de su acento, pero eso ella ya lo sabía, era una chica con un ego inmenso, que no se dejaría acobardar por nadie, y mucho menos pisotear, así que, nadie podría bajarle la autoestima por mucho que lo intentase.

El sol entraba por tu ventana directamente a tus ojos, frente a ti había una sombra, cubriendote del resto de la luz, te frotaste los ojos y enfocaste la vista, viendo a una mujer de aproximadamente 44 años, delgada pero no en exceso, pelo ondulado a media melena teñido de un hermoso rubio, una piel blanca de porcelana, en su cara apenas tenía arrugas, medía aproximadamente metro setenta y poco, una mujer muy amable y dulce, vestida con un vestido blanco con encajes en negro y una pamela, mirándole de brazos cruzados y de una forma no muy amable, con el ceño levemente fruncido.

-Jason, vamos a llegar tarde a la iglesia, cambiate y baja, rápido, nada de quedarte tres horas en la ducha-

La mujer abandonó la habitación dejando solo al pelinegro, el cuál se levantaba y se dirijía al baño, se dió una ducha rápida, se puso una camisa blanca, pantalones de vestir negros y unos zapatos de traje negros también, se peinó, agarro su teléfono la chaqueta de vestir y bajo con una corbata color vino yendo a la entrada, se colocó una vez abajo la chaqueta, su madre le ayudó con la corbata y salieron al coche dónde se encontraban sus hermanos pequeños, dos gemelos pelirrojos con pecas llamados George y Fred de 12 años cada uno, su padre condujo hasta un Starbucks, dónde su madre le compró un cafe, siguieron su recorrido hasta llegar a la iglesia, el joven a pesar de que detestaba ir a ese sitio, ya que decía que los curas le daban "mala espina", llevaba un mes sin quejarse por no querer ir, su madre ya no tenía que amenazarlo para que fuera y se vistiera decentemente, ¿por qué?, porque descubrió que según él había "tremenda rubia", más hermosa que cualquier persona que hubiera visto, pero nunca se podía acercar, siempre que acababa la misa salía a toda velocidad a esperar a la ancianita con la que iba, en un monovolumen negro en la entrada, pero hoy iban pronto a pesar de que su madre decía que no, una paranóica decía el.

Hoy esperaría a que ella se sentara y se sentaría a su lado, indirectamente claro, es decir, el pelinegro siempre se sentaba lejos de su familia especialmente por sus hermanos, y hoy no sería tan diferente, excepto de que sería por otra razón también.

Cuando aparcaron vió a la hermosa chica bajar del monovolumen, con la ancianita y, una chica aún más guapa que ella, más guapa, más alta y a la cuál se le notaba que hacía ejercicio, o eso pensó, cuando entraron el chico divisó a ambas jóvenes, eran parecidas, pero a la vez no, la chica en la que siempre se fijaba tenía el pelo teñido, se le notaban las raíces, contra más se acercaba vió que realmente la que era tan hermosa era la otra chica la más alta, se sentó al lado de la rubia alta, la más baja se acababa de ir, ¿a dónde?, no lo sabía, pero tampoco le importaba, de reojo vió a la chica más baja llegar y al verle un brillo relució en sus ojos, al parecer se emocionó, se sentó a su lado con una sonrisa de oreja a oreja, cosa que al chico le pareció peculiar, pero él ya no estaba interesado en esa chica, cuando la misa comenzó tubo que guardar su teléfono, y al cabo de un rato la chica bajita pareció acercarse a él.

-Hola- un susurro, eso fue lo que salió con un notable acento italiano de los labios de la chica.

El chico la miró de reojo, y susurró. -Lo siento señorita, pero, ¿la conozco?- dijo cortante, dejando a la chica congelada, solo susurro un "te confundí con alguien, lo siento" y se giró a volver a "prestar atención" a la misa, la otra chica miraba con una sonrisa burlona y susurró.

-Uhh, la mataste- soltando una leve risita al final dotada de su gran acento, el chico soltó una leve risa también.

-Me llamo Jason, ¿y tú?- Dijo el joven pelinegro observando a la hermosa chica de cabello dorado.

Una pequeña risa salió de sus labios

-Ya lo descubrirás, Jason- Después de decir esto tanto ella como la anciana y la otra rubia se levantaron y salieron de la iglesia al igual que otras personas, ya se había acabado la misa, era hora de coger la Ostia o irse a casa y las mujeres decidieron irse.

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Los días pasaban, pero Jason ya no veía a la hermosa rubia que lo había vuelto loco al instante que la conoció, ¿era amor?, pregunta que se hacía cada vez que recordaba a la hermosa rubia de ojos heterocromáticos, uno marrón muy oscuro y otro en un tono azul medianamente claro, una combinación peculiar y hermosa, era alta, incluso más alta que el y eso que no llevaba tacones, el media metro noventa y nueve, y podía descifrar que la chica media metro noventa y nueve con algo, es decir, era un poco más alta que el, era la mujer más alta que había visto en su vida, y esperaba volver a verla. Dentro de unos días le tocaba empezar un nuevo curso , el penúltimo antes de entrar en la universidad, el sabía lo que haría, sería abogado al igual que su madre, y su madre antes que ella, era una tradición familiar la cuál pensaba seguir.

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La luna entre tú y yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora