EL CHASQUI

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Ignacia de los Santos de Arribeños estaba como todos los mediodías en la cocina de su casa dando las instrucciones a las criadas para preparar el almuerzo de ese día. Una vez que todas las disposiciones de la señora de la casa fueron atendidas se retiró de allí atravesando la amplia sala para llegar a la galería de la casa donde de encontraban jugando sus cuatro hijas, mientras que sus dos hijos mayores: Jacobo y Maximiliano se encontraban realizando tareas en el establo ocupándose de alimentar a los caballos y los otros animales que allí se encontraban. Tomó su bordado el cual se encontraba depositado sobre una pequeña mesa ubicada en un ángulo de la galería, luego se sentó frente a la zona del jardín rodeada de una preciosa arboleda. El día era soleado con una fresca brisa que traía el aroma de las flores silvestres que rodeaban el lugar. De pronto se oyó un estruendo muy fuerte que ocasionó a Ignacia un susto tal que la llevó a clavarse la aguja de su bordado en su dedo índice.

Lo primero que hizo fue soltar su bordado, el cual cayó al suelo. Se levantó apresurada del sillón, caminó hacia la zona de su jardín que miraba hacia  el puerto, puesto que era desde allí donde parecía provenir el estruendo. Inmediatamente escuchó como esa explosión se repetía una y otra vez. Motivada por saber que estaba ocurriendo decidió ir hacia el lado Norte de su terreno para poder observar lo que estaba ocurriendo. Tal fue su sorpresa cuando desde la posición en la cual ella se encontraba pudo divisar un par de barcos que se acercaban al puerto disparando sus cañones contra el poblado con el objetivo de intimidar a sus habitantes.

Inmediatamente corrió hacia la galería de la casa donde se encontraban sus niñas las que estaban aterrorizadas, pues no comprendían nada de los que estaba sucediendo. Las tomó de las manos llevándolas a la cocina para ponerlas a salvo dentro de la casa. Mientras las niñas se quedaron en la cocina al cuidado de las criadas, ella decidió subir hasta la segunda planta de la casa para tener una mejor visión de lo que estaba ocurriendo en el puerto. Allí con gran estupor vio como de los botes estaban bajando hombres con uniformes que no correspondían al ejército patrio. Su temor se hizo mayor al darse cuenta que el poblado no contaba con defensas contra estos invasores y que la mayoría de los hombres habían partido para defender la tierra hacia la frontera. Lo primero que pensó era que podrían ser algún barco pirata tratando de saquear el poblado, lo que le  infundió aún más temor.

Sabía que esto debía ser comunicado al ejército patrio para que pudieran detener a estos invasores antes de que se adentraran en parte del territorio. Bajó rápidamente las escaleras teniendo cuidado de no caer dirigiéndose a su cuarto. Se sentó frente a su tocador abriendo un cajón para tomar papel, una pluma y tinta. Debía escribir un mensaje urgente para ser enviado a través de los chasquis a su esposo quien se encontraba en el frente de batalla. Escribió rápidamente el mensaje cerrando la carta con un sello con sus iniciales, para darle veracidad al mismo y salió de su habitación dirigiéndose nuevamente hacia la cocina: En ese momento su única prioridad era poner a salvo a sus hijas.

Ignacia tomó unos panes recién elaborados y mientras los envolvía en un lienzo llamó a las criadas para que junto a sus hijas se refugiasen en el sótano hasta que encontraran la forma de ponerlas a salvo. En ese momento llegaron sus hijos agitados y atemorizados porque no comprendían los que estaba sucediendo.

- Jacobo ven aquí por favor. Están invadiendo Santa Catalina por la zona del río. Me temo que todo se va a complicar más de lo esperado. Necesito que te ocupes de algo importante. Tienes que ir hasta la primera posta del chasqui y entregar esta carta para que llegue lo antes posible a manos de tu padre. Tienes que ir por la zona del monte para que nadie te vea.

- Si madre, no te preocupes - dijo mientras la abrazaba  para despedirse.

El joven obedeció sin más, para lo cual se dirigió hacia la parte trasera de la casa llamando a uno de los sirvientes para que le ensillasen uno de los caballos lo antes posible para partir hacia el destino indicado por su madre.

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