☁︎𝚆𝚒𝚐𝚎𝚝𝚝𝚊☁︎ 𝚎𝚗...

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𝑾𝒊𝒈𝒆𝒕𝒕𝒂 en... Perjuicio

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Con la llegada de los héroes a Karmaland, el pueblo no había sido el mismo, nunca lo sería. A los pueblerinos les estaba tomando demasiado acostumbrarse a estas nuevas versiones y nuevos integrantes, pues de un día para otro sus personalidades habían cambiado radicalmente.

Y es que nadie se imaginó que al entrar una mañana para agradece a los Dioses por un día más, se encontrarían con el que era el comisario Alex dando una intensa misa, porque si, parecía que los Dioses lo estaban poseyendo con tremendo cambio de voz.

También no esperaban para nada la pelea entre el líder de los héroes, Vegetta, y el doctor/psicólogo/juez, Auron, por quien llevaría el mandato del Juzgado. Para el pueblo, el morado tenía la tarea de repartir las misiones y organizar a los demás, ¿Cómo podría tener tiempo siquiera para llevar los casos entre aldeanos?

O como ver al sepulturero y sembrador del caos cómo el nuevo comisario y su mano derecha el ex cura. Sin duda tenían una enorme desconfianza con el primero, el albino que conocían se la pasaba exhibido detrás de los barrotes. No había manera de que el pudiera hacer algo bueno por alguien más que por los muertos.

Y no conforme con confundir a los pobres habitantes con los roles que -según ellos- solo lo hacían como burlas o para probar algo nuevo, ¡Ese tipo de profesiones no se tomaban a la ligera!, Estaban las nuevas parejitas que se formaban.

Cómo el caso de Luzu, quién para el pueblo, otra vez, al perecer estaba casado con la bella doncella Lanita, sin embargo, no podía dejar pasar los recientes sentimientos encontrados por su nuevo -o viejo- amigo Auron y los que ya tenía por Quackity. Eso les pareció desalmado y comenzaron a mirar con lástima a la pobre dondella y con enojo a los implicados.

Pero sin duda alguna la que era el centro de todos los chismes y malas miradas era la hermosa y mal vista pareja Wigetta, quienes eran más abiertos con las muestras de cariño (más por parte del azabache) pero aún nada oficial, al menos para ellos.

Ellos creían firmemente que la pareja del híbrido de oso con Vegetta había sido bendecida por los Dioses para ser algo hermoso, no por nada los preparativos para la boda seguian en pie al verlos hablando animadamente cada que se cruzaban.

Rogaban porque Willy no se metiera en los planes.

Al parecer el malo de toda esta historia era este, desde que habían llegado se esforzó por agradarle a la gente, pues su deber como nuevo comisario era que se sintieran seguros con el, pero todo parecía ir en picada haciendo que su humor se volviera cada vez más agrio.

Recordaba que en la anterior dimensión siempre era halagado cada que salía al pueblo a hacer guardia, regalándole comida, postres y agua. Trató de soportar esa opresión que se iba instalando en su pecho, iba a protegerlos aún que no lo quisieran.

Pero todo se fue al caño cuando los habitantes se habían juntado a hablar a la comisaría para el inmediato despido de este. Bajo la cabeza avergonzado con inmensas ganas de llorar y destruirlos a todos.

El híbrido de oso no podía estar más frustrado por no poder ayudar a su amigo, quería mandar a todos a la mierda de una, dejando que fueran invadidos por los Dioses oscuros. Parecía que era el único que se había dado cuenta del esfuerzo que hacía el albino.

El último mencionado solo acepto su destino, no iba a llorar frente a todos esos mal agradecidos. Se despidió y agradeció, pero aún así los habitantes parecían no bastarles pues mientras se iban murmuraban cosas poco agradables de su persona y su relación.

El no era "la otra", no estaba de "resbaloso", no estaba viéndose a escondidas con su mejor amigo para perjudicar la "relación" Rubegetta, no claro que no.

El solo era culpable de amar a su novio.

¿Estaba mal?

¿Debía poner su labor antes que su corazón?

¿Debía... Alejarse?

—Quizas sea lo mejor. Vegetta no merece esto— Murmuró en un suspiro.

¿Otra vez iba a elegir ser cobarde? Si era por el bienestar del otro, entonces si, si lo haría.