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 —Minnie, no olvides ir a la panadería —le recordó su madre desde la ventana—. La señora Seung estará esperando por ti, así que no llegues tarde.

— ¡Sí mami! —contestó el pequeño asintiendo—. Y después debo pasar por la casa del señor Feing para buscar la vajilla nueva.

La señora Park acarició el cabello de su hijo y sus orejitas, y él, caminando de espaldas, hizo un ademán de despedida con la mano hacia su progenitora.

El niño caminó todo el sendero hasta el pueblo con una sonrisa radiante, a la edad de solamente siete años era conocido en todo el pueblo y también querido por muchos de sus habitantes; JiMin entendía varias cosas a muy temprana edad, pero para otras demostraba su falta de conocimiento, mas no se le podía culpar, era un niño después de todo. Pasando por una casa de costura miró a su mejor amigo NamJoon salir de ahí con una bolsa café en sus pequeñas manos; sonriendo enormemente se acercó al mayor y lo abrazó con fuerza.

— ¡NamJoon hyung, hace días que no te veía! —dijo el niño de mejillas regordetas—. ¿Cómo se encuentra su mamá?

—Ella está muy bien JiMinnie, gracias por preguntar —contestó el de mayor edad.

—Disculpe mi atrevimiento hyung, pero, ¿qué contiene esa bolsa? —cuestionó el menor, su colita se movía de un lado a otro por la curiosidad.

NamJoon sonrió enternecido ante la curiosidad del más joven y le enseñó el contenido; dentro de la bolsa había un hermoso vestido de color coral con detalles en encaje. Sus orejitas de gatito se levantaron ante la sorpresa, era una prenda muy hermosa.

—Guau, es muy bonito —confesó JiMin—. ¿Es para su mami, hyung?

—Así es, ella estará de cumpleaños muy pronto y ahorré para comprarle este vestido —confesó NamJoon con un leve enrojecimiento en sus mejillas, le apenaba un poco decir eso.

—Estoy muy segurito que su mami se verá muy linda en ese vestido.

JiMin sonrió al mayor para darle seguridad; acarició las orejas de éste y con un leve movimiento de muñeca se despidió de él para así comenzar a caminar dando algunos saltitos de vez en cuando. En uno que otro momento alguien le saludaba y él, por cortesía, le devolvía el saludo.

«Lo cortés no quita lo valiente—pensó el menor, recordando las palabras de su mamá—.»

Al llegar a su primer destino entró lentamente, la campanita que colgaba cerca de la puerta le anunció su llegada a la señora Seung. La señora Seung era una mujer de avanzada edad, sus cabellos parecían estar cubiertos de una fina capa de nieve, pero sus ojos seguían teniendo el brillo de la juventud que siempre llevaba.

— ¡Oh! Buenos días pequeño JiMin, ¿qué se te ofrece el día de hoy? —Preguntó la amable señora—. Es verdad, supongo que vienes a retirar el encargo que hizo tu mamá ayer.

—Así es señora Seung, mi mami dijo que viniera cuanto antes —confesó el infante.

La mujer de avanzados años sonrió con dulzura, el niño era una hermosura al igual que su madre; le entregó una bolsa con los alimentos y acarició la cabecita del niño.

—Toma pequeño, la casa invita —dijo la señora Seung mientras le entregaba un pastelillo de vainilla—. Sé lo mucho que te gustan estos.

—M-muchas gracias señora Seung... Pero me siento mal aceptándolo sin darle el dinero que corresponde —habló JiMin mientras bajaba su cabecita, pues no llevaba nada de dinero en sus bolsillos.

Ella no pudo evitar reír por la acción del más pequeño. —No te preocupes nene, no debes pagar nada. Considéralo un regalito de mi parte —habló la dulce mujer mientras le daba la repostería en sus pequeñas manos.

Un Amor RealDonde viven las historias. Descúbrelo ahora