Tyreafya'o [Aonunete]

I.

Perspectiva de Tsireya.

La muerte de Neteyam fue un golpe muy duro para todos. Su familia estaba desconsolada, y varias veces me encontré con Lo'ak caminando errante por la playa. Cuando me acercaba a él, me miraba de reojo, y rápidamente se enjugaba las lágrimas que habían estado cayendo de sus ojos por largo rato. Tuk y Kiri también estaban cabizbajas todo el tiempo, y fue realmente triste ver a la pequeña perder su chispita de alegría de un día para otro.

Yo intenté hacer todo lo posible para distraerlos o poder animarlos un poco. Acompañaba a Lo'ak cuando iba al Árbol de las Almas de vez en cuando, les llevaba comida cuando no querían salir del marui, e intenté convencer a Ao'nung de que los llevara a pescar con sus amigos. Pero lo que pasó con mi hermano fue otra cosa. Por alguna razón él se veía casi tan afectado por la pérdida como la familia. Incluso diría que le afectó más. Lo cambió por completo.

Ya no le interesaba estar con nosotros en la isla. Se pasaba los días pescando y cazando afuera del arrecife, sin nadie que lo acompañara. Incluso Rotxo decía que ya no se hablaban, o lo hacían tan poco que podrían intercambiar unas 5 palabras cada vez que se veían. Ao'nung sólo acompañaba a los cazadores cuando se encomendaban a alguna tarea peligrosa, y al regresar, mi padre a menudo se quejaba de la impulsividad de mi hermano durante la caza.

Un día llegó con un nuevo tatuaje, que no esperaba que se hiciera tan pronto. Se puso en el rostro, justo en el lugar donde se plasma una relación amorosa, el dibujo que simboliza la unión eterna entre dos espíritus, que trasciende incluso a la muerte. Todos nos preguntamos en ese momento a quién pudo mi hermano haber dedicado un tatuaje tan cargado de sentimientos y compromiso. Esperaba que sus amigos me dieran alguna respuesta, pero todos ellos se veían tan confundidos como yo. Incluso Rotxo me miró de vuelta, buscando una explicación.

Por mucho que intentamos que el mismo Ao'nung nos lo dijera, no pudimos averiguar quién era su pareja. Y él seguía ensimismado, como si estuviera rehuyendo de algo o de alguien. Sin embargo, con quien sí se hizo más cercano fue con Neytiri. La madre de los Sully lo acompañó en algunas ocasiones mientras hacíamos rituales o comíamos. Incluso algunas veces lo convenció de recolectar peces en la orilla del mar.

También traté de acercarme a ella, y preguntarle si por casualidad, Ao'nung le había comentado algo acerca de su misteriosa pareja. Pero Neytiri sólo me miró, agachó sus orejas, volvió la mirada hacia otro lado y cambió de tema.

Yo no entendía por qué el hecho de que mi hermano se haya emparejado estaba rodeado por tanto secreto. No lo entendía, sobre todo porque parecía que habían un par de na'vi que sí sabían quién era la pareja de mi hermano, pero no querían decírmelo.

La incógnita se resolvió un día en el que Ao'nung llegó desde fuera del arrecife, como ya se le había hecho costumbre. Se bajó del tsurak y, limpiándose la cara con el antebrazo, se acercó decididamente a la arena.

- ¿Qué pasa, Ao'nung? - le pregunté, alcanzándolo en el camino.

El me miró a los ojos por primera vez en algún tiempo. Su mirada había cambiado, no era la misma expresión de hace años cuando intentaba dar miedo y creerse amenazante, esta vez realmente casi podía sentir la ira en su rostro. Era atemorizante, pero aún así le sostuve la mirada y esperé a que hablara.

- Los malditos humanos. - me dijo, resoplando entre dientes. - Esos malditos demonios lograron escapar.

- ¿Cómo? - pregunté, con sorpresa. - ¿No acabaron con ellos los Sully?