EL SEGUNDO INTERCAMBIO
Comencé a ver a Seokjin por todas partes. No estaba en ninguna de mis clases, pero lo encontraba en los alrededores. ¿Desde cuándo estaba su taquilla unos treinta centímetros por debajo de la mía? ¿Se atascaba continuamente su puerta al intentar abrirla? ¿Siempre le daba un golpe con el zapato para cerrarla? Si hubiera estado a su izquierda en lugar de a su derecha, podría haber echado un vistazo dentro. Apostaba a que era el tipo de chico que pegaba imágenes en el interior de la puerta.
¿Y desde cuándo tenía Seokjin al Sr. Im a tercera hora? ¿Cuántas veces había estado en un corrillo fuera de la puerta, esperando para entrar en la clase, mientras yo salía? Por un momento me pregunté si alguna vez se había fijado en mí, si alguna vez yo había destacado entre lo que de repente me parecía una multitud.
¿Desde cuándo Seokjin se sentaba en el almuerzo en la mesa directamente detrás de la mía? ¿Con qué frecuencia estábamos de espaldas y nos atiborrábamos con la misma comida grasienta? ¿Estaba su mesa siempre tan vacía —solo Seokjin y sus dos amigas?
¿Desde cuándo nos cruzábamos en el pasillo entre la cuarta y la quinta clase? ¿Siempre abrazaba sus libros contra el pecho de esa manera? ¿Siempre caminaba con la cabeza baja cuando sus amigas no estaban con él?
¿Y desde cuándo, al verlo reír con sus amigas, deseaba participar también en la conversación?
Me dije a mí mismo que mi S-dar* (*Seokjin radar) únicamente estaba afinado por el intercambio de regalos. Solo quería saber cómo era para así poder obsequiarle algo mejor que una pésima corbata. Necesitaba saber más sobre él, pero no podía simplemente acercarme y hablarle. Eso sería demasiado obvio. O se daría cuenta de que yo era su Santa Secreto, o pensaría que estaba enamorado de él. Tampoco podía preguntar por ahí por Seokjin. Pues serían los otros los que podrían pensar que estaba enamorado de él. Era una situación imposible.
Una vez que llegué a casa de la escuela, decidí probar un enfoque diferente. Cibernético. Busqué a Seokjin en Facebook, pero su información era privada. Lo único que pude ver fue la foto de su perfil (un gato blanco con manchas negras) y una cita tonta del Dr. Seuss acerca de ser quién eres y decir lo que sientes. Eso no era de mucha ayuda. No fue hasta que recorrí todo el sitio web de nuestra escuela y me enteré de que la señora Swanson patrocinaba un club de tejido los martes, que forjé un plan.