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Billetera, llaves, mochila, laptop y cargador

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Billetera, llaves, mochila, laptop y cargador. Sí, tiene todo.

Jeongguk asiente, colgando su mochila a los hombros y caminando hacia la puerta principal. Toma el casco de su motocicleta antes de salir, bostezando al abrir la puerta que rechina suavemente por las bisagras oxidándose. Escucha el grillar en la lejanía junto al ulular de los búhos, todavía está oscuro ya que son apenas las cuatro y cinco de la madrugada, por lo que enciende la linterna para alumbrarse. No hay nadie despierto, la madriguera se ve desolada ya que todos están todavía durmiendo, solo las luces de las casitas alrededor. Mira el cielo, haciendo una mueca ante las nubes que se están empezando a poner grises, creciendo a lo largo del cielo, la luz de la luna alumbrando lo suficiente.

Que no llueve por favor.

Bostezando otra vez, el conejito se encamina hacia el pequeño cuarto apartado de su casita que sirve como bodega, sacando de ahí su motoneta. Es una Italika vitalia 150 negra que su padre le dejó cuando se independizó hace unos años atrás, un poco vieja por el tiempo en que lleva en su familia, pero todavía aguanta como toda una campeona. Es cómoda y bonita, todavía brilla y su asiento no se ve tan desgastado, a Jeongguk le gusta, aunque en ese momento donde el viento frío de lluvia le cala el cuerpo, desearía tanto tener un coche en vez. Guarda su mochila en la caja de atrás para que no le pese la espalda, teniendo que hacer un poco de fuerza para cerrarla ya que el botón se atora un poco. Una vez que se asegura que esté bien cerrada, tiene la intención de quitarle el candado de la cadena que la asegura, pero se detiene abruptamente, un jadeo se escapa de sus labios cuando algo llega a su mente de repente, ya que:

— ¡Mi desayuno!

Se regresa tan rápido como puede, entrando de nuevo a su casita con pasos fuertes. Toma la lonchera con zanahorias bebés, manzana cortada y avena de la mesa y se regresa. Se queja fuerte cuando debe volver a abrir la caja de la motoneta para guardarlas.

Una vez que ya está todo, ahora sí, está listo para partir. Se coloca el casco, se sube a la motoneta y la enciende, viendo con una mueca que le queda poca gasolina.

Por favor aguanta, ¿sí?

Arranca, esperando que no se quede varada a mitad de la carretera.

Lo hace, media hora después. Gran sorpresa.

El motor comienza a titubear y poco a poco se va deteniendo hasta que se para por completo, solo haciendo al conejito maldecir y gruñir. Se frota la cara con frustración, teniendo que bajarse para encender la linterna de mano y comenzar a empujar. No va a dejarla ahí en medio de la nada, solo espera que alguien amable pase en cualquier momento y lo deje llevarla de alguna forma. Pero se encuentra totalmente solo, ni un solo auto, ni una sola casa a la redonda, solo puede ver puro monte que parece eterno en la lejanía. Lo único que los acompaña es el sonido de los grillos y chicharras, la luz tenue de algunas luciérnagas revoloteando por flores silvestres, aquello y un par de truenos muy bajitos anunciando una inminente lluvia y que solo alimentan su frustración. Se queja, casi suena como un berrido, pateando el piso con rabia como un conejo enojado lo haría. Se permite hacer un berrinche pequeño, considerando que no hay nadie más que él, pero no pasan ni dos minutos cuando un par de faros alumbran el final de la calle por donde vino.

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⏰ Última actualización: May 04, 2023 ⏰

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