Hoy hace un día precioso, un día despejado, perfecto para tomar el sol, sin nubes grises que empañen el panorama. Mariana me tiene hace rato la cantaleta de que no la busco para nada, le diré de irnos a la playa todo el día y olvidarnos del mundo. Especialmente del mundo de fantasía que le pintó Roberto, el muy infeliz. Después de marcarle por enésima vez, al fin contesta.
-Estaba dormida, ¿Qué quieres?
-Que nos vayamos de playa, tonta -le digo.Está bien, pero que sepas que no estoy de humor.
-Tu nunca lo estás.
Tomo un bolso y le echo lo que considero necesario, mi traje de baño azul de cuerpo completo y de tirantes, mi toalla amarillo pollito, las sandalias de caracolitos que dejó la doña en su última visita, el bloqueador solar que está casi en los finales, la cartera con lo suficiente pa' comerme un pescado con fritos y las llaves, que ojalá no se me olviden en el shenlong como la última vez que fui a boca chica.Llegamos alrededor de las 10:00 de la mañana, Mariana con cara de amargada y quejándose de que está muy caliente el sol, -estamos en la playa, ¿Qué esperaba?- Pa' rematar nos recibe un "valet parking", de esos busca vida que están alrededor ofreciéndote un cuidado de 1ª, pero si se roban el carro ellos no vieron nada. Llegando hasta donde nos interesa, nos dan el segundo tablazo, el mínimo de consumo para usar una mesa y si no, no podemos estar ahí. Ósea, ya a la playa no se puede ir a sentarse un rato con la intensión de ver las olas, no has llegado bien y ya estás pagando por estar ahí, de momento empiezan a cobrar por bañarse.
En una playa nunca falta el coro del liceo, la gira de la iglesia o un cumpleaños con espaguetis con pan incluido, es una tradición que no debería perderse jamás. En el coro del liceo, siempre está la típica "popi" que no se baña, porque no se va a mojar el cabello y los payasos que al final les importa un pito y terminan cargándola y tirándola con todo y tubi -un clásico-. Al menos sirvió para que Mariana se riera y quitara la cara de infeliz.Nos pusimos a hacer coro con el cumpleañero, al final nos comimos los espaguetis con pan y hasta bizcocho y el pescado bien gracias. Pero Mariana se la pasó de lo lindo y hasta se olvidó que el sol la quemaba y se metió al agua. Valió la pena el bullicio, pagar pa' sentarme en la playa y no comerme el pescadito, si al final mi amiga fue feliz y olvidó su miseria un ratito.