El viento soplaba golpeando su rostro mojado, con el aire sus cabellos se movían bailando al ritmo de la agradable brisa, esa tan amada por los aficionados al mar. Lentamente abrió los ojos, se encontraba tirado en la arena con la cabeza hacia el cielo azul acompañado de los molestos rayos del sol abriéndose paso entre sus párpados causando que hiciera una mueca ante la luz.
El canto de los pájaros llegó a sus oídos y de un movimiento rápido se levantó, movió su cabeza de un lado a otro rápidamente, cuando por fin identificó lo que con tanta desesperación buscaba su corazón volvió a latir con normalidad. Agarró el cofre con sumo cuidado, con sus dedos delineó delicadamente sus bordes. Cualquiera que lo conociera sabe que es su posesión más preciada, pero por supuesto no era ese trozo de madera tallada y diseñada por los mejores carpinteros lo que tanto le importa, sino, cómo con cualquier tesoro, lo que hay dentro de él.
¿Dónde estaba? Una vez colocó el cofre en su lugar designado, entre su brazo derecho y su cuerpo, se permitió pensar en todo lo demás, parpadeo y poco a poco los recuerdos llegaron a su mente. Había estado navegando, más bien se había escapado de sus responsabilidades, algo ̈imprudente ̈ e ̈irresponsable ̈, luego... el recuerdo era borroso, simplemente se alzó de hombros restándole importancia -Probablemente naufrague- concluyó, luego lidiaria con los regaños. Ya con una respuesta se paró de golpe ¿Qué debía hacer? inclinó su cabeza llevándose una mano a la barbilla pensativo, antes de que le pudiera explotar la cabeza de pensar tanto su salvación llegó -Que suerte- dijo al ver no muy lejos un barco de la marina, como siempre el mundo le sonreía en los momentos más inesperados, sin dudarlo saltó en su dirección.
Smoker, un alto mando de la marina se encontraba en la cubierta de su barco acostado en una silla disfrutando de los pocos minutos de descanso que tenía, todos creían que solo se dedicaba a su trabajo, lo cual si bien no estaba muy lejos de la realidad, no era toda la verdad, el marine al igual que cualquier humano disfrutaba de la calma. Y como siempre que es capaz de gozar unos momentos de relajación sus pensamientos se mueven a una persona -El nuevo mundo tranquilo, hace tan solo unos años esto parecería un mal chiste... odio pensar que todo se debe a él- dijo al percibir a su compañera no muy lejos, estaba seguro que ella pensaba igual.
No hubo respuesta, supuso que simplemente no lo había escuchado y no quiso decirlo nuevamente.
Exhalo un poco de humo sabiendo que su tranquilidad no podía durar mucho, presentía que en cualquier momento algo pasaría. Miró detenidamente el den den mushi a su lado, el pobre animal parecía nervioso, eso poco le importó al hombre, disfrutaba de su trabajo por lo que lo llamaran constantemente no le molestaba, siguió mirando fijamente al animal esperando que su presentimiento se hiera realidad.
Sin embargo el característico ¨pu puru¨ jamás sonó, en su lugar escuchó un ruido. Algún intruso idiota o suicida habia decidido que era buena idea aterrizar en su barco, alzo su mirada, la persona estaba parada sobre la barandilla y no mostraba signos de moverse, pasaron algunos segundos en los que intercambiaron miradas, finalmente la persona dio un pequeño salto, cayendo en el suelo del barco, camino y se sento al lado de Smoker en una de las sillas cercanas, el hombre no reaccionó en lo absoluto, tampoco se movió -Llevame al cuartel general- pidió, no, ordenó.
El hombre frunció el ceño y como si esas simples palabras fueran un botón de encendido agarró su arma que reposaba tranquilamente recargada en su silla y la apuntó directo en el cuello del recién llegado, que solo alzó una de sus cejas confundido sin inmutarse -¡No te creas con el derecho de aparecer y ordenar algo así!.
El chico se vió aún más confundido -¿Smoker? ¿Pasa algo?- preguntó serio para el total desconcierto del mayor
-¿Quien eres?- su mirada impenetrable no reflejaba el interior de su mente, no se rió, tampoco lo llamó humitos y viendolo bien... algo faltaba en su cabeza
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Dos mundos
FanfictionQue curiosa es la vida, un cambio tan insignificante como el vuelo de una mariposa puede cambiarlo todo, o quizás sea más acertado decir, una palabra pronunciada y escuchada por una persona que que no debía siquiera estar ahí puede rescribir el rumb...