Las piedras que formaban la calle estaban mojadas a causa del típico y frío clima londinense, lleno de nubes grises en las que de vez en cuando y con suerte se entrometían los rayos del sol. Había sido una tormenta la que había dejado charcos por toda la calle en los que una joven rubia pisaba mojando sus altas botas de piel sin parecer importarle a causa de las prisas. Vestía con una falda no muy larga de cuadros con tonos anaranjados y marrones que combinaban con un pañuelo atado a su cuello típico de la época. Un abrigo de pelo marrón sin abrochar que enseñaba un poco una camisa blanca de botones bastante ajustada al torso.
La mujer, que apenas llegaba a los veinticinco entró a su oficina; un cuarto bastante pequeño con un escritorio en el medio, encima, un ordenador de mesa que era más trasto que pantalla, un teléfono por cable negro y algunos documentos, pisapapeles y carpetas. Una silla que parecía bastante incómoda y justo detrás una ventana con una persiana de tablones que no servían de mucho por que al cerrarla seguía entrando la luz por cada una de las rendijas. En la pared derecha unas estanterías llenas de archivadores con papeles que ni ella misma sabía de que se trataban. Y en la pared izquierda, un tablón con fotos sacadas de revistas en las que se apreciaban iconos de la moda de la década como Audrey Hepburn, la que a pesar de que "Desayuno con diamantes" se había estrenado hace siete años, seguía siendo una gran estrella e inspiración para las mujeres jóvenes y no tan jóvenes de la época, la no tan reciente difunta Marilyn Monroe, admirada por la dueña de aquel despacho, e incluso Jackie Kennedy inspiraban este tablón; trozos de distintos tipos de tela, lana, algodón, lino, entre otras y bocetos de diseños de ropa dibujados completamente a mano alzada.
La chica, sin cerrar la puerta soltó el bolso en el suelo de mala gana y se dirigió a la mesa dejando después su abrigo sobre la silla y sentándose en la incómoda silla. Miro el bloque de documentos que alguien con un cargo superior al de ella habría dejado antes de que llegara, era el primer día del mes de noviembre, por lo que sería un día duro pero la relajaba poder observar por la ventana las hojas secas del otoño caer de los árboles.
Una de las empleadas, bastante bajita pero mayor que ella y con un cargo inferior entró por la puerta al verla abierta.
- Buenos días, ¿se puede? - La joven asintió y la mujer dejó sobre su mesa una taza de café, unos papeles y un sobre.
- Buenos días. ¿Qué me traes hoy, Cecilia? - Observó los papeles de la mesa y los cogió para leerlos por encima.
- Es la nomina del mes y algunas gestiones que deberás hacer. Me lo ha pedido personalmente la señora Ryder, supongo que será importante. - Dijo retirándose.
Dejó los papeles a un lado y se detuvo en lo que realmente la interesaba, el sobre. "Emma Connor", leyó y después, rápidamente, rasgó el sobre para abrirlo. Efectivamente, como había dicho la mujer, era la nomina del mes. Contó los billetes y los dejó sobre la mesa, la nomina no era correcta. Faltaban horas extra, que su jefa le había pedido personalmente que hiciera, sin pagar y ni siquiera el salario mínimo era el correcto. Esta situación la frustraba y la preocupaba a la vez. El primer mes de trabajo no le dio la mayor importancia, sería lo normal, inocente de ella. Al comentarlo con algunos de sus compañeros, se dio cuenta de que no era lo que les pagaban al resto de empleados en su mismo puesto de trabajo y ni siquiera hacían esas horas extras. Al final, tras algunas gestiones con sus superiores le pagaron lo debido pero la segunda fue a quejarse directamente a la jefa. Se excusó con "un error del departamento que se ocupa de ello", el mismo que el mes anterior la dijeron que era cosa de la jefa, aún sigue esperando que la paguen.
Suspiró y se levanto de la silla para dirigirse al despacho de la señora Ryder pero cuando estaba apunto de salir por la puerta el teléfono negro de encima del escritorio empezó a sonar. Se paró en seco unos segundos y tras pensarse si debía contestar finalmente lo cogió. - ¿Si? -
-¡Emma!- Respondió una voz alegre tras el teléfono. - Traigo noticias, tengo una audición mañana. -
Suspiró y se sentó sobre la mesa, fingiendo el mayor entusiasmo que podía respondió. - Me encantaría ir, de verdad, pero- -
- Antes de que digas nada. Será por la tarde, no trabajas. - Interrumpió.
- No sé. ¿Qué pensaría el resto? -
- ¿Desde cuando nos importa? ¿Es que acaso no puedo ir con una de mis agentes? -
La chica rio levemente. - Te confirmo esta tarde. -
El hombre tras el teléfono insistió pero no obtuvo una respuesta distinta, finalmente se despidieron y al finalizar la llamada Emma se armó de valor. Se levantó de la mesa y se dirigió de nuevo hacía la puerta del despacho de su jefa. Llamó y sin esperarse a la respuesta de esta entró. Allí estaba sentada frente a su mesa, leyendo unos papeles con unas gafas para ver de cerca. Una mujer de unos cuarenta y pico, incluso rozaría los cincuenta, con una larga cabellera rojiza y una tez tan blanca como la nieve en la que resaltaban sus carnosos labios pintados de color carmín. Imponía, Amanda Ryder era temida por todos los que trabajaban para ella.
- ¿Qué quieres? - Preguntó sin levantar la mirada de la mesa.
- Mi sueldo, lo del mes pasado. - Respondió con seguridad.
Amanda levantó la mirada y bajo un poco sus gafas. - ¿Estas segura de que está mal? - Se levantó dejando sus gafas sobre la mesa y caminando junto al sonido producido por el golpe de sus altos tacones contra el suelo, se puso frente a Emma, la cuál tenía que mirar hacía arriba para poder llegarla a ver a la cara. Extendió el brazo para pedirle que le diera el sobre con el dinero sin decir ni una palabra. Volvió hacía la mesa para sentarse encima de ella y contar todo el dinero.
- Es la tercera vez, no pienso permitirlo más. He echado muchas horas extra... - Continuó.
Amanda contaba el dinero sin prestar mucha atención a la chica. - Está bien. - Añadió cuando finalizó.
Emma quedó desconcertada. - ¿Que? ¿Y todas las horas extras que usted me pidió? -
- Las haces por que las necesitas, para cumplir el salario mínimo. ¿Te crees que no sé lo que haces en la oficina? Te la pasas haciendo bocetitos todo el rato. Cuando sabes que nunca llegarás a nada más. -
- Se supone que yo vine aquí para aprender de usted...- Respondió algo dolida por sus palabras.
- Tus diseños son muy malos y si crees que algún día aceptaré alguno estas muy equivocada... Tienes que madurar Connor.
Así que ahora ve a tu despacho a continuar con el inventario y dejar de quejarte por tu sueldo, es el que te mereces. -
Emma le quito a la mujer el sobre con el dinero de las manos y sin decir nada se fue a su pequeño despacho. Estaba enfadada, sentía que su propósito se había ido a la mierda. Quería ser diseñadora ¿y que mejor lugar que la empresa de Amanda Ryder? La exitosa diseñadora de moda, había vestido a esas mujeres que inspiraban el tablón de su despacho e incluso a miembros de la familia real británica.
Sin siquiera sentarse cogió el teléfono y giró la rueda marcando un número distinto cada vez. Después empezó a comunicar hasta que alguien respondió.
- ¿Flitch? - Respondió Emma. - Cuenta conmigo mañana. -
YOU ARE READING
Perder La Cabeza
Mystery / ThrillerTras el asesinato de una joven, distintas personas empiezan a verse involucradas en el caso a pesar de no saber nada de ella.