Cap 01

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Y ahí estaba yo.

Metido en un verdadero lío sólo porque a mi mamá se le había ocurrido hacerse una amiga insoportablemente adorable.

La había conocido un día en el supermercado mientras hacía la despensa y habían quedado prendadas la una a la otra. Recuerdo perfectamente el haber llegado a casa aquel día y haberlas encontrado en la sala de la sala tomando el té.

Mi mamá no tenía muchas amigas, pero las pocas que tenía eran increíbles; dulces, amables, cariñosas...

Sana parecía ser todo aquello.

Se habían conmovido la una a la otra. Mi mamá era invidente y, al parecer, el hijo de Sana había sufrido un accidente y había perdido la vista. Poco a poco la convivencia entre ella fue más fuerte y frecuente y, cuando me di cuenta, Sana ya iba casi a diario a nuestra casa. Aquella tarde, Sana nos había contado la situación de su hijo. Al parecer, perder la vista había sido un golpe muy duro para él porque, según su madre, se la vivía encerrado. No quería comer, no quería salir, no quería ver a nadie, no iba a la escuela... Parecía esperar su muerte.

El corazón se me estrujaba en el pecho cada que me daba cuenta del dolor de aquella mujer y, en un arranque, me ofrecí a ayudarla. Sabía que me arrepentiría después porque, con la universidad, las tareas, ayudar a mi mamá en la tienda y mis clases de braile me quedaba muy poco tiempo para mí pero no me importó.

Yo sabía "ver" el mundo como lo hacían mis padres. Sabía moverme en cualquier lado sin ver con los ojos. Veía con el resto de mis sentidos. Recuerdo perfectamente como jugaba con mi madre. Ella vendaba mis ojos y me enseñaba a ver el fascinante mundo de la sensibilidad, el tacto, el olfato...

Me había comprometido a ir a intentar enseñarle a su hijo absolutamente todo lo que yo sabía.

Mi madre siempre había sido una mujer muy espiritual. Una mujer que creía que el destino era algo irrevocable. Algo que no podía cambiarse, algo que ya estaba escrito y nada, ni nadie, podría modificarlo. Nada pasa por casualidad y, para ella, el haberse encontrado con Sana, no era una coincidencia ni una casualidad. Era destino.

Así que ahí me encontraba. Caminando rumbo a casa de Sana para ayudar a su hijo.

Pude distinguir el número de la casa y me quité los audífonos. Uno de ellos se enredó en mi cabello y luché con él unos segundos para liberarlo. Intenté peinar con mis dedos mi mata de cabello pero fue imposible.

Toqué el timbre de la casa y aguardé unos segundos antes de encontrarme con la amable Sana.

-¡Felix!, ¡Hola!, pensé que no vendrías. -me dijo. Su voz parecía aliviada. Sonreí antes de entrar a la casa tras ella titubeante.

Se volvió hacia mí un instante. Por un segundo vi el miedo en su mirada y comencé a ponerme nervioso.

-Hyunjin es un chico... -titubeó un segundo pensando en la palabra perfecta. -, con un carácter especial.

Intenté sonreír pero estoy segura que lució más como una mueca. -Puedo manejarlo -dije intentando sonar seguro.

Sana sonrió nerviosa y subimos las escaleras.

El silencio me ponía los pelos de punta. Nos detuvimos frente a una puerta de madera. Nuestros pasos eran amortiguados por la alfombra del suelo. Sana tocó la puerta pero nadie respondió.

-¿Hyunjin? -titubeó.

Guardamos silencio un momento que me pareció eterno pero nadie habló. -Hyunjin, no quiero entrar sin tu permiso -dijo Sana con voz acongojada. -Vete. -dijo una voz ronca desde el interior de la habitación. -Hyunjin, por favor... -pude notar como la voz de Sana se quebraba. El silencio lo invadió todo.

Sana me miró y abrió la puerta lentamente asomando la cabeza por la rendija. Articuló algo que no pude entender y luego me miró. Yo la miré expectante y negó con la cabeza.

-No quiere visitas -me dijo en un susurro para que él no nos escuchara. Cerró la puerta y se dirigió a la escalera. Pude notar como aguantaba las lágrimas y entonces, regresé a la puerta y abrí la puerta con brusquedad.

Me quedé congelado. Esperaba a un niño no mayor de doce años pero en ésa habitación sólo estaba un chico. Un chico más o menos de mi edad. Sus ojos marrones estaban perdidos en la nada, su cabello negro, su piel blanca contrastaba con unos labios rojos y gruesos. Su expresión de confusión era casi igual que la mía.

-¿Quién anda ahí? -dijo con su voz ronca mientras miraba hacia a todos lados con el entrecejo fruncido.

¹Aunque no pueda verte || Hyunlix✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora