I. Artista.

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El cielo de Belobog resplandecía en un hermoso azul claro, pequeñas nubes se formaban sobre aquella capa a la que se le llamaba troposfera, una palabra complicada que recordó de una conversación en la que participó hace ya algunos días junto a ella. Otros sentimientos crecían en su interior al ver el clima tan calmado de la ciudad, en la frontera acostumbraba a observar las nubes hostiles que marchaban en el frente rumbo a la violenta ventisca para crear la tormenta que daría inicio a una batalla.

❝Es un destino que todos estamos predeterminados a sufrir, no se puede detener lo que ya está escrito❞ reflexionó en su momento.

Tal era la belleza de ese día, que olvidó por unos segundos todas las preocupaciónes que lo rodeaban, bajó la mirada con melancolía y posicionó sus ojos sobre esa pantalla que brillaba con nitidez debajo de su pálido rostro. Esperaba con cierta ansiedad que un mensaje de texto apareciera en su buzón de entrada, sus mejillas y la punta de su nariz se tornaban en un rojo que evidenciaban las bajas temperaturas del lugar, o eso creían todos los guardias que pasaban a su lado intentando ignorar los asuntos privados de su capitán.

Incluso desde la distancia, se podía escuchar algún que otro suspiro que se le escapaba al hijo de los Landau. La vergüenza lo hacía sentir diminuto, ese gran corazón que latía muy fuerte dentro de su pecho le daba a entender que ni su pesada armadura ni su hermana lo protogerían de lo inevitable. Estaba tan sumergido en su conciencia, que pegó un pequeño salto al ver el número uno en la pantalla de su celular y el sonido de una notificación exageradamente audible que acompañaba el mensaje. Enderezó su postura por instinto y sin siquiera dudarlo, le dió un feroz ❝click❞ a la pantalla con una adrenalina que explotó tal cual como lo haría la polvora. Todas sus ilusiones se desplomaron al leer el nombre ❝Pela❞ en el contacto, pidiendole una fecha de reunión por y para asuntos sumamente oficiales. Ahora, el suspiro que se escuchó fue de decepción.

¿Acaso lo hago tan obvio?
Reflexionó para si mismo, sus manos temblaban un poco por los nervios, se había puesto ansioso por sus propios pensamientos. Tragó en seco y respondió como pudo a la pobre Pela que se quedó colgada en línea esperando el mensaje del Capitán Gepard. Había empezado a tener calor, si antes su cara estaba levemente sonrojada, ahora se podía decir con seguridad que estaba más colorado que antes, hasta sus orejas se tornaron en un rojo intenso que ni siquiera su mano podría ocultarla de la mirada pública.

—¿Todavía no responde? —preguntó una voz femenina, que se asomaba curiosa sobre el hombro de su hermanito, Geppie.

—No... —contestó nervioso el rubio —. Se lo mandé hoy a la mañana y no se conectó desde entonces, ¿me estará ignorando? —pensó con seriedad.

—No seas precipitado, ella no es así —. Intentó consolar al más alto dandole algunas palmaditas en la espalda y una sonrisa sincera. Pese a ello, se podía ver en el rostro del jóven que estaba preocupado, los sentimientos que tanto intentaba ocultar estaban saliendo a la luz y su mirada comenzaba a indundarse con un reflejo cristalino.

La mujer de grandes aretes suspiró y abrazó bien fuerte a su hermano con mucho cariño, ella ya sabía de hace tiempo que Gepard venía batallando en esta guerra llamada ❝amor❞ y le tocó un rival muy fuerte, un rival cuyo nombre era Stelle.

Cuando se lo dijo, quedó muy sorprendida, siendo la persona estructurada que es el hijo del medio de los Landau, lo último que pensaría es que se enamoraría de una forastera que se la pasaba con la mitad del cuerpo enterrado en un tacho de basura o dando vueltas en los buzones metiendo y sacando cartas de su interior con una sonrisa moralmente correcta. Era muy rara, pero era cierto que esa carisma nata que poseía la hacía sentir inalcanzable. Además que para su sorpresa, contaba con una sabiduría e inteligencia mucho más alta de lo que se esperaban, y contra eso, era imposible que el chico alto, de ojos azules y de cabellos rubios no caiga bajo la picardía de la canosa con olores desconocidos.

Por ende, Serval notó con facilidad como Gepard buscaba otras actividades para no distraerse durante sus horas laborales. No fue complicado descubrirlo, ya que el olor dulce que desprendía y sus manos cortadas o levemente quemadas por el uso de algún utensilio dejaban en evidencia una actividad secreta que nadie sabía al respecto. Asi que, decidió guardar sus suposiciones y no decir nada, a pesar que sus sospechas apuntaban a lo obvio... Estaba mejorando sus habilidades culinarias, mejor dicho, estaba volviendose un pastelero anónimo.

—Debería regresar al cuartel, ya se me está haciendo tarde —. Se levantó de la silla y le sonrió en un intento de cálidez a su hermana, ocultando su apuro—. Gracias por preocuparte, pero estaré bien —. Terminó de hablar y le abrazó con el mismo cariño que recibió al principio.

—¡Espero que la próxima que regreses traigas contigo mejores noticias! No te lo negaré, me parte el corazón verte así de decaído —. Habló con cierta tristeza en su voz. Pero con rapidez su hermano le contestó.

—No deberías, al fin y acabo, es sólo un mensaje. Dudo que ella tenga el mismo tiempo que tengo yo para agarrar el celular y responderme —. Tomó pausas que se sintieron eternas —. Además... Cada vez que me contesta, consigue robarme una sonrisa —. Confesó al final mientras recogía sus pertenencias y se retiraba del taller, observando atento al reloj que indicaba el fin de su visita diaria en la tienda.

Los dos se despidieron intercambiando algunas palabras más, su hermana le sonría nostalgica con una mano levantada moviendola freneticamente de un lado al otro, lo miraba con cierto orgullo familiar, observó al chico que cruzaba apurado la puerta del local rumbo a su cuartel. Estaba más que segura que se le estaba quemando el postre para la cena.

A pesar que el hombre esbelto caminaba firme y serio por los pasillos de la fortaleza, sentía como no le daban las piernas para llegar a su campamento de la manera más disimulada y rápida que se podía permitir. En su interior sólo deseaba que aquellos pastelitos dejados en el horno no se le estuvieran quemando mucho, rogando para que no se note el olor intenso a humo y delate sus planes secretos a toda persona que pase cerca de su carpa. Para su suerte, cuando llegó solo se había tostado la base del postre y estaba en su cocción justa para sacarlo del horno, soltó un suspiro de alivio y recuperó la presión que se había aflojado durante esos minutos de viaje.

Estaba contento, esta era una nueva receta que había estado preparando entre las tantas cosas que quería regalarle a Stelle el día que ella decidiera visitar de nuevo Jarilo-VI. El rojo en su rostro volvió a aparecer ante sus pensamientos, era tan obvio que ya daba pena, pero podía permitirse esa pequeña libertad en esta misma actividad, al final del día está haciendo esto por y para ella.

❝Pastelitos de Porcelana❞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora