Unica parte

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Hanta Sero dejó su botella de agua y su casco con cuidado sobre la mesa, luego se levantó y se dirigió hacia su casillero en el otro extremo del salón.

⠀⠀Su amigo Eijiro Kirishima lo observó con curiosidad y le preguntó:
⠀⠀— ¡Oye, Sero! ¿Vas a salir de patrulla?

⠀⠀Hanta giró la cabeza y respondió con una sonrisa para disimular sus verdaderas intenciones:
⠀⠀— ¿Eh? No, solo quiero relajarme un rato, nada más.

⠀⠀Eijiro lo examinó de arriba a abajo, un tanto incrédulo.
⠀⠀— Entonces iremos contigo. Después de lo que pasó hace unas horas, un poco de aire fresco nos vendría bien.

⠀⠀Hanta se apresuró a intervenir, arrepentido inmediatamente de lo brusco que sonó su comentario.
⠀⠀— No, no hace falta. No tienen que hacer lo que yo quiera. Pueden hacer otra cosa...

⠀⠀Eijiro se rió ante el evidente nerviosismo de su amigo. Jamás se imaginó que el siempre confiado y tranquilo Hanta pudiera ponerse tan incómodo.

⠀⠀— Está bien, hermano. Entonces estaremos en la habitación de Bakugo, relajándonos, aunque él no quiera. Ya sabes dónde encontrarnos — dijo con una sonrisa.

⠀⠀Hanta se relajó un poco más y le devolvió la sonrisa, guardando su celular en la mochila.

⠀⠀— Si te encuentras con Aizawa, dile que fui a buscar algo.

⠀⠀Eijiro le tranquilizó con un gesto.

⠀⠀— No te preocupes, ¡diviértete! Nos vemos luego.

⠀⠀— ¡Gracias! Regresaré pronto — exclamó Hanta mientras se alejaba columpiándose con sus cintas.

⠀⠀Avanzó entre los árboles hasta llegar a su lugar favorito, un prado lleno de girasoles. Inhaló profundamente el aire fresco y se tumbó en la hierba. Aquel lugar, con sus hermosas flores, era su fuente de inspiración para escribir cartas.

⠀⠀Desde hace algún tiempo, le escribía cartas a un chico que lo tenía completamente enamorado. Cuando se sentía triste, ese chico era su razón para mantener su característica sonrisa. Aunque apenas conocía al chico, proveniente de una isla lejana, su sonrisa y su mirada le hacían sentir cosas que nunca antes había experimentado.

⠀⠀Anhelaba poder expresar los pensamientos que bullían en su mente, liberarlos de alguna manera. Por eso optó por escribir cartas anónimas, donde plasmaba sus mejores piropos y sus más dulces deseos y palabras.

⠀⠀Era un amor que sabía que nunca podría ser correspondido. Hanta era lo suficientemente audaz como para enviar las cartas, pero no lo era lo bastante como para revelar su identidad. Ni siquiera dejaba una inicial o alguna pista. El único indicio que podría tener su amado Rody Soul era su cinta, pero dudaba que pudiera distinguirla de las cintas comunes a simple vista.

⠀⠀Suspiró, sumergiéndose entre las flores mientras observaba las nubes. Y entonces, la chispa de inspiración llegó. Tomó su cuaderno y comenzó a escribir todas las ideas que quería plasmar, para no olvidar ni un solo detalle.

⠀⠀Mientras se encontraba absorto en su escritura, un peculiar y encantador pajarito de plumas rosadas, amarillas y moradas se posó sobre su libreta. Hanta se sorprendió ligeramente ante esa visita inesperada. A pesar de haber estado aquí tantas veces, nunca antes había visto un ave por aquí.

⠀⠀El pequeñito voló hacia su hombro y se acurrucó en su mejilla, haciéndole cosquillas. Luego se dirigió hacia sus brazos y se posó en sus codos.

⠀⠀— Ten cuidado ahí, amiguito. Esa zona es muy sensible — le decía Hanta al animalito mientras seguía riendo.

⠀⠀El tierno pajarito inspeccionó los peculiares codos del joven con sus ojos y emitió un sonido de alegría mientras agitaba sus alitas.

⠀⠀— ¿Te gusta? Desde ahí puedo generar mis cintas. Ese es mi quirk — le explicó Hanta, levantando su mano y haciendo que el pequeño pájaro se posara en su dedo. — Por cierto, ¿cómo te llamas?

⠀⠀— Su nombre es Pino — respondió una voz ajena.

⠀⠀Hanta se giró y quedó en estado de shock al ver quién era. Era él.

⠀⠀Pino voló hacia la cabeza de Hanta, emitiendo sonidos melodiosos, mientras Rody, ligeramente sonrojado, le ofrecía la mano al chico.

⠀⠀— Yo soy Rody Soul... Es un placer conocerte finalmente — dijo con una sonrisa y su clásica mirada suave y cautivadora.

⠀⠀Hanta sentía cómo el calor invadía sus mejillas. No lograba articular ninguna respuesta coherente. Se sentía emocionado y asustado al mismo tiempo.

⠀⠀— ¿Cómo...? Pero espera, tú... ¿Cómo fue que...? — balbuceaba sin poder contenerse, tapando lo escrito en su libreta con manos temblorosas.

⠀⠀Rody sonrió y se agachó para estar a la altura de Hanta:

⠀⠀— ¿Conoces a Deku?

⠀⠀— Sí, él... Es mi amigo.

⠀⠀— Se nota — rio —, cada vez que viene de visita me habla de las notas en su cuaderno y... — se sentó a su lado — la última vez mencionó a un chico que podía lanzar largas y fuertes tiras de cinta, parecidas al celofán.

⠀⠀Hanta sonrió tímidamente.

⠀⠀— Entonces... ¿Tú sí... las leíste?

⠀⠀Rody asintió con una sonrisa, mientras rascaba la parte trasera de su cuello, avergonzado.

⠀⠀— Solo tengo una pregunta... ¿Por qué las escribes aquí? Aunque debo admitir que es un lugar espectacular.

⠀⠀Hanta soltó una leve risa y dirigió su mirada hacia los girasoles, observando cómo algunos de ellos se abrían lentamente hacia arriba.

⠀⠀— Pensé que... — soltó un suspiro y esbozó una sonrisa — así como los girasoles siguen al sol, mi corazón te sigue a ti.

⠀⠀Rody se ruborizó al escuchar esas palabras y luego se percató de que Pino estaba llorando de felicidad. Rápidamente, tomó al pajarito en sus manos, sintiéndose bastante avergonzado.

⠀⠀Hanta rió ante ese gesto.

⠀⠀— Disculpa, ¿me puse demasiado romántico?

⠀⠀— ¡No, no! Es solo que... — rió nerviosamente — No esperaba que te expresaras de esa manera, incluso al hablar.

⠀⠀Los dos chicos se quedaron charlando, intercambiando sonrisas y disfrutando el tiempo juntos. No había prisa, solo la calidez del momento compartido. Se contaban historias, se reían de anécdotas divertidas y dejaban que sus corazones se acercaran aún más.

⠀⠀Cuando Hanta regresó a los dormitorios de la U.A., sus amigos lo llamaron, pero él solo les hizo un gesto con la mano y se dirigió a su habitación, con una sonrisa bobalicona en su rostro. Los chicos intercambiaron miradas de confusión y curiosidad, preguntándose qué le pasaba ahora a su amigo, mientras Eijiro observaba todo con una sonrisa cómplice. Para saber qué había hecho sonreír a Hanta de esa manera, entonces tendrán que esperar y descubrirlo en su propio tiempo.

⠀⠀Mientras tanto, Hanta cerró la puerta de su habitación y se dejó caer sobre su cama, reviviendo en su mente cada momento compartido con Rody. Se sumergió en sus pensamientos, dejando que la dulzura de aquel encuentro y la promesa de algo más profundo lo envolvieran. Las emociones lo inundaban y un sentimiento de felicidad pura se apoderaba de él. Ahí, en la tranquilidad de su espacio, dejó que su corazón se expandiera con la certeza de haber encontrado algo especial.

⠀⠀Sabía que tenía mucho por descubrir, pero estaba dispuesto a dejarse llevar por el girasol que había llegado a su vida.

Flores y cartasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora