Capítulo 7

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Me encontraba haciendo la primera lectura de la segunda parte del quinto libro, sentado en la habitación. El libro desgastado por la excesiva utilización rozaba las yemas de mis dedos. El tacto era áspero y suave a la vez, pero no se notaban las marcas que sobresalían de las páginas arrugadas. En la portada un dragón que se consumía por las llamaradas que expulsaba la boca del animal. Un suicidio para la criatura. Al igual, unos pequeños cráteres, con la forma de mordiscos de ratón, sobresalían del cuero del libro. Estaban ásperos.

Al abrir el libro las letras surgían de las llamas, acompañadas por la bocanada del dragón. Estos textos se consumían tras serlos leídos. Entre llamas acaban en ceniza sobre el fondo de la hoja. A su igual, las páginas se completaban cuando acabas la lectura de antes. La chispa que se llevaba los textos, hacía crecer las hojas siguientes.

En mi estado de concentración, noté la pequeña lámpara de la mesilla tropezar y acabar en el suelo. La cama en la que me encontraba comenzó a vibrar de manera suave, aumentando su intensidad al compás del tic tac del reloj de pared. Los libros de la estantería se cayeron en fila. Al bajar de la cama sentí el suelo temblar.

En el exterior un fuerte viento acechaba las ramas de los árboles. Poco a poco cogía intensidad, consiguiendo arrancar las ramas de los mismos. Un pequeño tornado emanaba poco a poco. Consumía la naturaleza a su paso, las plantas, el césped y los animales que no lograban escapar. Todo lo destrozaba, se lo llevaba por delante. A lo lejos la figura levitante de una esfera negra. Flotaba por la superficie, llevándose por su camino lo que había quedado del paso del tornado. Derretía el suelo y lo llenaba de humo negro, donde sería incapaz de ver.

Magna entró sin llamar a mi habitación.

-Coge lo más importante y espérame en la puerta donde te he prohibido entrar - estaba intranquila.

-Vale - contesté tajantemente.

Cogí la maleta con la que había comenzado mi viaje y metí lo más importante. La ropa casi no entraba, había metido todo a montón y no entraba. Dejé la mitad y cogí el libro y los esenciales de mi mesilla. Me dirigí al final del pasillo donde estaba Magna con un gigantesco cumulo de llaves y una pose intranquila. El cartel de prohibido estaba tirado en el suelo. Magna cogió una de las llaves y la introdujo en la cerradura. Encajó perfectamente y la giró hacía la derecha. La puerta hizo el amago de abrirse, mostrando grandes barrotes despegarse de la pared a los que estaba enganchada la puerta. Magna susurró al candado que colgaba de la puerta y este se desprendió al suelo. La puerta había quedado al fin abierta, dejando a la vista una pasillo lleno con columnas emparejadas hechas de piedra y un enorme arco romano al final del mismo. A los lados de las columnas se sujetaban unas minúsculas antorchas que alumbraban con exquisitez la habitación.

Nos adentramos en la penumbra de aquella especie de cueva. Estuvimos caminando durante diez minutos a un ritmo acelerado, hasta que llegamos al final de la habitación. El circulo en el centro y la bóveda en el techo, hacia los techos más altos de toda la casa. En el centro de la estrella pintada en el circulo, crecía un pilar de piedra el cual sostenía un libro de anticuario. Con precaución, Magna adelantó sus pies y pisó la estrella. Sobre la misma se quedó de pie y comenzó a recitar un conjuro: inactiva defraudar. La cúpula invisible que rodeaba el pilar desapareció a nuestros ojos. El libro estaba desprotegido. Magna lo agarró y se dirigió a la salida.

Afuera de la cueva, Magna volvió a cerrar la puerta y me agarró del brazo zarandeándome en su dirección.

En el exterior de la casa, la oscuridad consumía todo el ecosistema y la biodiversidad del pueblo. Los hongos de los alrededores estaban en estado de putrefacción, los árboles se ennegrecían y sus raíces vomitaban los nutrientes secándose para después convertirse en polvo. Aquel extraño virus lo mataba todo por su paso. Se pulverizaban las hojas secas que caían al suelo. La esfera se paraba frente a la puerta del hongo. A su lado se encontraba la figura de un hombre, revestido con una bata negra y un bastón que sostenía en la mano.

La Fantasía de un SoñadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora