Todo parecía que iba bien, como de normal. Hasta que mi madre se calló al suelo. No me dí cuenta hasta que oí el ruido.
-¡Mamá!- Grité, haciendo que todo el bar mirará hacia la mesa que hace varios segundos ocupabamos las dos.
Comencé a llorar bajo la atenta mirada de la gente, incluida la de dos chicos gemelos, completamente iguales, completamente perfectos.
-Mamá, ¿Estas bien?- Preguntaba inútilmente, sabiendo que no iba a obtener respuesta alguna.
La agarré de la mano, transcurrieron algunos minutos, cuando noté una mano posarse sobre mi hombro.
- Eh, ¿Quieres que la lleve al hospital?
Un hombre, alto, pelo canoso, bastante guapo para su edad. Era el padre de esos dos chicos.