1

44 3 0
                                    


Vamos a empezar por ahí.

Me cago en Dios, me cago en mi madre y en mi padre, me cago en la partera que me trajo a este mundo y me cago otra vez en mi madre.
Y hablando de ella, esa señora jamás hizo nada por nadie, creció sabiendo cocinar pero sin saber solucionar sus malditos problemas, y como si eso no hubiese sido suficiente, echó un plastiquito más al océano cuando deció abrirle las piernas a mi padre.

Maldita cerda asquerosa.

...

Pegó una calada del cigarrillo entre sus dedos. El frío superaba su abrigo natural y le congelaba las articulaciones, sus manos estaban realentizadas y eso le frustraba.
No era la mayor de sus preocupaciones de todas maneras. Acababa de ser botada del trabajo, y su tío, quien vivía apoyándola con el alquiler de su hogar, había dado un ultimátum para que empezara a independizarse por completo, que pagase sus propias cuentas, y que por el amor de Cristo, conservase un trabajo por más de una semana.

Sucedía que Mangle era una mujer demasiado mordaz y agresiva como para llevarse bien con quien fuese, clientes, jefes, compañeros. Tampoco hacía un buen esfuerzo para ello, tenía carácter pero nada de disciplina. Más bien un corazón cubierto en lodo y un cerebro que solo pensaba en que quería paz un rato.
Con esa mentalidad nadie la iba a contratar, pero prefería morirse de hambre a cederle una sonrisa a un cliente o darle la razón a un compañero, entonces se la pasaba metida en problemas con todos. Nadie la contrataría.

Un chasquido sonó como un eco en el vacío lleno que parecía ser su cabeza en ese momento.

- ¿Estás ahí? -

Ella le miró habiendo olvidado brevemente que estaba en la calle
¿un chulo? ¿un vagabundo? ¿por qué le hablaba?
Echó las orejas para atrás con una desconfianza que sofocaba a la más minima presencia, no fue un trabajo duro para ella discernir que quien le hablaba no era un peligro, de hecho, ni siquiera tendría que estar en la calle a esas horas. Para hacer más gracioso el chiste, no tendría tampoco que hablarle a ella.

"Éste tipo se quiere matar"
Pensó, y mientras pensaba, dio otra calada al cigarrillo entre tanto lo observaba con un patente y firme recelo que se podía cortar.

- Estoy aquí, pero no deberías tú. - replicó taxativa la albina.

A diferencia de como puede pensar alguien cuando ve a un zorro hablándole a un conejo de mucha menor altura, a Bonnie no le pudo importar menos la respuesta tan enfática de Mangle. En realidad, su semblante parecía estar en peor estado que el de ella, y más que enfadarle, le pareció curioso sin embargo.

- Estás aquí, y sí debería porque estás recostada en toda la puerta del local que voy a abrir en éste momento, ¿entiendes por qué estoy aquí? - su calma parecía agresiva, como si tratase de no insultarle pero tan solo de manera irónica.

Mangle como reacción se sobrecogió en silencio, claro que le habían tocado algunas ratas de calle que probaban su paciencia y acababan malheridos, pero éste parecía distinto. No por ello no le comenzó a irritar su actitud; sin embargo, se tomó esta vez su momento para analizar al muchacho, y en eso le dio un vistazo al cielo, que ya esclarecía.
Quizás por el sueño, quizás por el estrés, pero abrió los ojos casi de par en par y miró atrás, estuvo recostada sobre lo que parecía ser una puerta de vidrio enorme. Retrocedió y leyó el letrero, que no era pequeño. En realidad parecía ser un local bastante grande.

- "Freddy's Fazbear... Pizza." - Murmulló. Una pizzería.

Entendió y simplemente apartó la mirada, y una vez fuera del camino, Bonnie metió las llaves que ya había sacado y la giró un par de veces para abrir.

- Ya puedes irte. - Dijo el conejo cuando se percató de que Mangle estaba parada sin hacer o decir algo, solo mirando al costado. Miró sobre su hombro.- Si te interesa el trabajo, vuelve más tarde para que hables con mi jefe.- miró la puerta y dio un paso adelante - No pienso ser tu mensajero. -

Sus palabras le alzaron las orejas a Mangle y el cigarro se le resbaló de las manos, se había emocionado por un momento y la colilla aún encendida cayó sobre su palma, en sus almohaditas.

- ¡Carajo! - brincó del dolor, que aunque usualmente era resistente a ello, la idea de que podría conseguir trabajo pronto le resultaba salvadora.

Bonnie, que ya había cerrado la puerta tras él, veía por el cristal a la albina, esperando que por favor, pero que por favor si iba a pedir un empleo, que no la aceptasen.

Ni Freddy tenía tan mal ojo para las personas como para condenarlos a todos a trabajar con... Eso.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Feb 11 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Arréglame | FOXANGLE Donde viven las historias. Descúbrelo ahora