MIKROKOSMOS

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La pequeña Andrómeda sabía que era diferente.

Ante los ojos de los demás era considerada rara, extravagante, hasta algo chiflada pero eso la tenía sin cuidado porque la certeza de que las personas que quería la amaban con sus particularidades era suficiente para ser feliz y olvidarse del qué dirán.

El alto sentido de individualidad llegó signada con la elección de su nombre.

Nacida en los convulsionados años setenta del siglo pasado, hija de maestra y obrero amantes de los ideales de libertad, paz, lealtad y amor los jóvenes padres confiaron ciegamente en la elección del abuelo de la futura niña que era un hombre que se caracterizaba por su gran sabiduría y entendimiento del mundo espiritual.

El patriarca no pudo escoger mejor: Andrómeda, cuyo profundo significado es " mujer que puede con todo" pero también es el nombre de una galaxia espiral gigante y es esta connotación la que definió el ser real de nuestra protagonista.

¿A qué te refieres narradora?

Sigan leyendo y les contaré...

Andri como era llamada en el seno familiar destacaba por su amor a la lectura, afición que fue alimentada por el "Papapa" que era un devorador de cuanto texto estuviera al alcance de su mano y que tenía por costumbre regalar a su tierna nieta libros de cuentos, fábulas, poemas y un largo etcétera que incluía los bienes más preciados de Andrómeda: una edición de lujo de "La mil y una noches" y su amada y destartalada "Heidi".

El sueño secreto de la joven lectora era llegar a ser, algún día, como sus grandes super héroes escritores que creaban mundos mágicos a los que podía viajar cada vez que se sentía triste o aburrida pero más que nada, su anhelo era poder compartir con otros el gran secreto que guardaba dentro de sí y que descubrió cuando tenía seis años:

¡Ella realmente era una galaxia! Y en sus vastos dominios existían astros muy especiales porque no solo eran cuerpos celestes sino que... ¡Tenían vida y cada uno contaba con una personalidad muy especial que los hacían los mejores amigos del mundo!

El abuelo fue como siempre el depositario de tamaña confidencia y como era de esperar, recibió la noticia con naturalidad y sosiego no como la maestra de la escuela que puso cara de horror y llamó alarmada a papá y mamá cuando Andrómeda hizo un hermoso dibujo de ella en una noche estrellada acompañada de siete chicos que parecían ángeles y a los que llamó con nombre propio: Titawin, Saffar, Samh, Majrirti,Titawin B, Titawin E y Upsilon.

Los padres tuvieron la tarea de tranquilizar a la docente diciendo que su niña poseía una imaginación desbordante y era muy creativa pero a la muy tradicional profesora le pareció que no era prudente alimentar esa característica sino que ya era momento de "ayudar" a Andri a poner los pies en la tierra y sacarle más provecho a su innegable capacidad intelectual que la haría una persona de bien en el mundo real.

Se preguntaran ¿Por qué el abuelo no pensó como la maestra que a Andrómeda se le habían zafado los tornillos?

Simple... El ilustre caballero sabía que su familia contaba con ciertos dones espirituales que aparecían en algunas generaciones y por lo visto la bendecida había sido Andri que aparentemente tenía la capacidad de conectarse con otras almas a través de un delicado e invisible hilo rojo que retaba las leyes que los humanos conocemos del tiempo y el espacio.

El anciano rogaba a todos los santos contar con vida y salud para acompañar a Andrómeda en el feliz momento de encontrarse con los destinados de su niña y si eso no era posible por lo menos tener la oportunidad de orientarla para que Andri pudiera comprender sus dones.


La pequeña galaxia viviente era muy feliz rodeada del amor de su familia y el de sus amigos etéreos que la animaban a entablar amistad con los niños de su edad pero ella decía que no los necesitaba porque con el cariño de sus "príncipes planetarios" le bastaba y sobraba.

THE BROTHERHOOD OF THE GOLDEN FEATHERDonde viven las historias. Descúbrelo ahora