No tengo ni la menor idea de por qué estoy volviendo a hacer esto. Sin darme cuenta, había liberado mi agenda para no tener que hacer nada hoy. Tuve que despertarme y ver la fecha para darme cuenta de por qué había estado tan inquieta y nerviosa en los últimos días.
No planeaba ir, lo juro. Me quedé todo el día encerrada en casa, acostada en mi cama viendo películas y leyendo unos apuntes para la universidad. Intenté no ver la hora, pero cuando el reloj dio las siete, me entré a bañar y sin darme cuenta ya tenía puesto un vestido verde y labial rojo. No podía creer que estuviera haciendo esto de nuevo. Me había prometido no volver, pero mi remis llegaba en diez minutos. Al final, me rendí y fui a verlo.
Un año después.
Entré al restaurante molesta conmigo misma por volver, seguía sin entenderme. El mozo de todos los años se acercó a mí, me saludó y me guió a la mesa de siempre. Nuestra mesa, porque sí, después de todo ya se había vuelto nuestra. Era lo único que teníamos en común desde hace tres años. Habíamos pasado por muchas cosas aquí, tal vez por eso siempre volvía. Tenía miedo de dejar atrás y olvidar lo que vivimos. Pero, ¿qué era esto? ¿Un buen o mal recuerdo? Sabía que lo que hacíamos era tóxico para ambos, pero la pasábamos bien, nos divertíamos y por una noche, solo una, nos olvidábamos de todo lo malo de nuestras vidas.
Me senté en la mesa y me quedé observando el lugar. Cada año lucía mejor y era realmente grande. Sus paredes negras y telas rojas, las increíbles arañas colgadas en el techo, el elegante bar al fondo y la pista de baile que destacaba su piso cuadriculado blanco y negro. Del techo colgaban elegantes arañas con velas.
Era un lugar realmente caro, por eso antes nos pasábamos todo el año ahorrando solo para poder venir una noche aquí. Hace tres años pensé que ya no iba a volver a pisar este lugar, pero desde entonces cada año he vuelto, el mismo día a la misma hora, a perder un poco más de mi dignidad.
Esperaba que este año fuera diferente, esperaba que no viniera, pero otra parte de mí, aquella de la que me avergüenzo y me hizo venir, no solo hoy, sino todos los años anteriores, quiere verlo entrar por esa puerta. Pero está mal, está mal que esté sintiendo esto, está mal que esté pensando esto y de todas formas aquí estoy.
El mozo se acerca y me llena la copa con el vino de siempre, mientras yo observo las agujas del reloj moviéndose. Ya ha pasado una hora y él aún no aparece. La angustia se empieza a apoderar de mí, la vergüenza de haber venido y la decepción de mí misma por creer que vendría.
Miré el asiento vacío frente a mí y negué con la cabeza, ya no podía seguir con esto. Tomé mi cartera y me levanté. Alcé la mano para llamar la atención del mozo y en ese momento oí el sonido de la campana de la puerta. Me di la vuelta y me lo encontré a él, estaba desaliñado y con la respiración entrecortada, parecía que había estado corriendo.
- Dani - logré pronunciar su nombre."
Un año después.
Este año, el menú tenía nuevos platos. Miré por encima de la carta y lo observé, sentado al frente mío. Me sorprendía su habilidad para no cambiar. En estos cuatro años, yo ya había terminado mi carrera y empezado a trabajar en una empresa de viajes. En cambio, él seguía en el mismo trabajo desde hace seis años, en el mismo departamento y con exactamente la misma vida. Ni siquiera se había hecho un corte nuevo. Tal vez por eso habíamos terminado. Él podía estar así para siempre, en cambio yo necesito cambios y avances constantemente. Pero, ¿Cómo podía quejarme? Si yo estaba igual, no importaba cuánto cambiara, cada vez que volvía a este lugar todo eso se desmoronaba y volvía al inicio, volvía a ser la misma. El restaurante cambiaba, pero nosotros dos seguíamos igual.
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La toxcena
Short StoryMantener una relación con tu ex no siempre es algo bueno y ella lo sabe. Está no es una historia de amor, son dos personas que tras terminar no pudieron superarse y cada año se reencuentran en el mismo lugar a la misma hora.