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Xiao era un hermoso joven adulto de cabello obscuro con tonalidades verdosas y con perlas color ámbar en los ojos.
Atrayendo la atención de quién las viera; su encantadora figura y aquel porte fino enmañando su personalidad era objeto de la atracción con frecuencia, sin mencionar el hermoso tono pálido de su piel.
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Uno de sus delgados tobillos se encontraba envuelto por una cadena ancha y de acero evitando así que pudiera escapar, rodeado por barandales de metal.
Una jaula perfecta para su tamaño.
Su cuerpo temblaba cada vez que el misterioso hombre dragon aparecía de ese tortuoso pasillo oscuro, aquel demonio insensible que lo tenía privado de su libertad y atado en tal miserable espacio desconocido. Un sollozo involuntario escapó de sus labios cuando escuchó el sonido de pasos aproximándose golpeando el suelo con incertidumbre.
La tranquilidad momentánea se había esfumado en cuestión de segundos.
Su respiración cambiando a una agitada y la silueta haciéndose más visible desde la penumbra con una línea curvada de extremo a extremo en sus labios, mientras que en las manos sostenía una bandeja de metal con lo que probablemente se trataba de su primera comida del día.
Y ahí estaba de nuevo, los imponentes orbes dorados observándole con un intenso brillo malicioso, las hebras castañas atadas en una cola alta y el cuerpo doblando el suyo; quizá en otra situación pudo haberle atraído por lo apuesto de su apariencia, sin embargo, lo único que sentía hacia él tras verlo, era terror y repudio.
No importaban cuántas lágrimas derramara o las súplicas inútiles para que lo dejara irse, parecía que él solo disfrutaba de su dolor.
En muchas ocasiones el castaño utilizaba la fuerza para obligarle a alimentarse e hidratarse aún si él no quería hacerlo. Han sido varias veces en las que ha intentado huir sin éxito, incluso comenzando a perder la cuenta de los días que habían pasado.
Aún con esa pequeña esperanza que aún le quedaba para que alguien lo buscará.
A qué "él" no se rindiera en hallar su paradero, quien seguramente estaría muy preocupado por su repentina desaparición.
El hombre quitó la cadena de su pierna con las marcas visibles del enrojecimiento en su piel después del retenimiento y la poca movilidad que había tenido durante horas. Se arrodilló sobre sus pies de inmediato apesar del malestar y colocó ambas manos sobre sus muslos. El contrario acercó una cuchara incitándole a qué abriera la boca y así lo hizo, siguiendo al pie de la letra lo que él le pidió.
"Buen chico"
Elogió con un sonrisa espeluznante haciéndole erizarse hasta la médula, pronto apartó la bandeja como señal de que podía dejar esa posición, su tobillo dolía pero pudo estirarse un poco cuando terminó de comer sintiendo algo de alivio, sin embargo, fue reemplazado con angustia cuando él tomó una de sus piernas; sus pupilas se dilataron al no saber que es lo que haría a continuación, ver esa sonrisa aumentar más, solo lo ponían de los nervios.
