Él.

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Seguimos caminando bajo la luz de la luna, Los Ángeles se siente menos aterrador si vas acompañada, sobre todo si se trata de un hombre tan alto y apuesto, como lo era este tal Richard. Caminaba con toda la seguridad del mundo, con las manos dentro de las aperturas del abrigo viejo y desabrido, por el cual él acababa de preguntar hace menos de veinte minutos. Tras esa plática, todo ha sido silencio, podemos escuchar los autos pasar por cerca de nosotros, pero no parece importarle en lo más mínimo el ruido de la ciudad, supongo que debe estar acostumbrado. Observaba su rostro de reojo, puesto que estábamos lado a lado, era raro tener esa confianza con un completo desconocido, debo admitir que conocía los riesgos de aceptar la ayuda de una persona con la que no te relacionaste en tu vida, pero estaba dispuesta a aceptarlos, no tenía absolutamente nada que perder a este punto.

— ¿Cuál es tu nombre? — Me detuve en seco al escuchar sus palabras, me quedé observándolo fijamente cuando mis piernas se detuvieron, por suerte, él lo notó y se detuvo a la vez. — ¿No debería preguntártelo? — Alzó una ceja tras su pregunta, yo seguía anonada.

— Nunca me suelen preguntar mi nombre.. — Observé sus ojos fijamente, estábamos teniendo un contacto visual que parecía ser incómodo, puesto que él desvió la mirada antes de llegar a apenas unos segundos. — ¿Por qué querrías saberlo..? — Pregunté, tiritando por el frío de la lluvia.

— Dormirás en donde vivo.. tengo derecho de al menos saber tu nombre. — Mierda, tiene sentido, no puedo huir de esa pregunta. Él devolvió la mirada hacia mis ojos, a lo que tuve que idear algo.

Nunca me agradó mi nombre, mi padre me lo colocó, y según mi madre, él era una persona muy agresiva y desleal. Por muchos años, culpé a su ausencia por la forma en que mi madre era conmigo, por la manera en que necesitaba cubrir su falta de amor con cualquier hombre que conociera, y por consecuencia, que esos hombres me hiciesen daño. Odié a mi padre por esto toda mi vida, y si mi nombre había sido elegido por él, por consecuente, también lo odiaba.

No podía dejar a este hombre con la intriga de algo tan básico en una persona como su nombre, así que tuve que ser rápida e idear algo, ¿Cómo podría llamarme a partir de ahora? ¿Elizabeth? ¿Mary? ¿Megan?

— Liane. — ¿Eh, Liane? ¿El nombre de aquella chica que conocí en secundaria, la única que no tenía asco de mis viejos zapatos? Noté como Richard aún tenía la mirada puesta en mis ojos, desvié mi vista inmediatamente, soy incapaz de observar a los ojos de alguien cuando estoy mintiendo, simplemente, aunque sea una mentira que no hace daño, me llena de culpabilidad.

— ¿Liane? Que nombre tan.. clásico. — Solamente soltó esas palabras, y siguió caminando, parecía seguro del camino, aunque para mí este lugar fuese un laberinto. De todos modos.. parece que no es muy bueno dando cumplidos, ¿Clásico, qué carajo significa eso? — No tardaremos mucho en llegar al lugar donde vivo, espero te sientas cómoda. —

Asentí con la cabeza y empecé a seguir sus pasos, durante todo el camino, no volvimos a articular otra palabra, no fue demasiado tiempo, alrededor de diez minutos de caminata, hasta que nos detuvimos frente a un viejo edificio, se veía algo descuidado, pero supongo que es algo clásico en las ciudades grandes, deben ser más económicos que sacar una hipoteca, más para un hombre que se veía joven y sin una familia que mantener.

— Adelante. — Abrió la puerta del lugar para mí, creo que nunca ningún hombre había hecho eso por mí, era algo que solo vi en películas cuando nos colocaban alguna de romance y chicos caballerosos durante mis años de secundaria. Me quedé parada frente a la puerta, observándolo con impacto, todo era tan nuevo para mí. —¡No te quedes ahí parada, me congelo! —

Volví a asentir y me moví a paso rápido al interior del lugar, observé todo alrededor, se veía desgastado y sucio, pero cualquier lugar era mucho mejor que mi casa. Cualquier lugar, cualquier persona, era mejor que ese infierno, con demonios en vida. Tan solo la imagen de mi madre en mi cabeza me asqueaba, desearía haber hecho mucho más en el momento que ocurrió todo, desearía haberla golpeado hasta que comprenda el dolor que yo viví en carne viva todos los años que estuve con ella y los asquerosos hombres que escogía para que viviesen con nosotras, el resentimiento era tan potente que apenas lograba resistirlo.

¿Enamorada del Acechador Nocturno? / WARNING.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora