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La brisa fría rosa mi cuerpo haciéndome estremecer, es de noche, la media luna iluminaba el bosque que tenía por escenario en estos instantes, los altos árboles que tienen el tronco grueso hacen que no se inmute en lo más mínimo por la ventisca, sus ramas y hojas estaban bien altas que desde mi altura era difícil de alcanzar.

¿Como es que termine en este desconocido lugar si hace menos de una semana estaba en otro continente con mi familia celebrando el embarazo por partida doble de mi tía? A esto, en primera, ¿qué hace una joven como yo a altas horas de la noche en un bosque medio iluminado sin tener al menos algo con que defenderme o haber sido acompañada por otro ser humano? Sabia la respuesta. Estaba enojada, razón por la que me he marchado lejos de la cabaña sin pedirle que alguien me acompañe, estaba recostada de espalda contra el tronco de un árbol mirando a los demás arboles a mi alrededor.

De repente, siento como el viento susurra mi nombre, creyendo que el enojo y haberle dado unas cuantas caladas al cigarro me estaban afectando. Miro mis brazos cruzados por debajo de mis senos, la camisa abierta y mi polo turquesa sin mangas no eran lo mejor para el clima que tenía rodeándome con mis zapatillas deportivas y pantalón ajustado a la cintura, lleva más de media hora si me ponía a mentalizar, vuelvo mi cabeza al cielo para mirar la media luna acompañada por un centenar de nubes alrededor.

Seguía enojada, pero ya no es al grado que era al comienzo, todos me acusaban, no le hacía daño a nadie, por primera vez he dejado de fastidiarle a las personas con mis comentarios irónicos, he dejado de hablar demás, no opino cuando nadie me lo pide y me hacen este sermoneo acusatorio. Es increíble como pueden llegar a ser las cosas a veces. Debo volver, sé que sigo enojada con todos los de la cabaña, bueno, la mayoría de ellos, dejo caer mis brazos a los costados con el enojo menos presente en mí, emprendo el camino con el viento haciendo mecer las hojas de los árboles, pensando en los comentarios que lanzaron.

"¡Como puedes seguir los pasos de Timothy! Puedes ser lo que sea, pero menos ser una drogadicta como él"

"Oye, está bien esto por un rato, pero es mejor que dejes de juntarte con él"

Escucho de nuevo mi nombre ser soplado por alguien que no veo a mi alrededor cuando miro en todas las direcciones, estaba tan metida en mis pensamientos que no oigo el sonido de una sombra acercarse después de romper una rama que estaba en mi camino en la mitad, hasta el momento que escuché un gruñido pensaba que era uno de los chicos de la cabaña, por lo que dije lo siguiente:

— Si piensas que tendré miedo estas muy equivocado, llegas en mal momento.

Levanto la cabeza al percibir una mirada fija y patas peludas, sentía los pelos de punta por el frío, mas no por el animal que tenía delante.

Bien, un lobo con ganas de comerme al frente. Grandiosa manera de morir, Kay.

Algo que hacía estando sola era hablar con los animales sin saber si ellos me entendían.

— Solo hazlo rápido — miro directo los ojos sin titubear —. No pienso huir.

Pocas veces demostraba miedo y hoy no era uno de esos.

—Ataca. — doblo una de mis rodillas y el animal sigue mis movimientos. Pongo una rodilla sobre la tierra y luego la otra.

Escapar sería algo inútil, los lobos son más rápidos y recordando mis clases de deporte era una de las últimas en llegar de un punto a otro.

Llevo las manos atrás y el lobo gruñe mostrando sus dientes, la rama estaba justo a mis pies, no pensaba herirlo, solo le hacía la tarea más fácil.

— No pienso hacer otra cosa — seguía enojada y algo desesperada porque no hacía más que mirarme atentamente.

Sus ojos se parecían al oro bajo la luz de la luna, era la primera vez que veía este tipo de ojos, nunca tuve la oportunidad de ver algo parecido, solo veía a diario ojos marrones o negros, su pelaje se debatía entre el gris oscuro y el claro, su tamaño se podría decir que me llegaba a la cintura.

Gira sobre mi eje lentamente, desesperándome más, no podía descifrar su mirada. Se detiene en mi espalda y no entiendo lo que hace, seguro atacará por detrás, al parecer era una nueva forma de morir, siento su patas rozar mis piernas, su respiración acaricia mi espalda y el efecto del cigarrillo comenzaba a desaparecer, no podía temblar ahora que estaba de rodillas y le ordenará que atacará. Siento que morderá mi hombro, entonces sus dientes se clavan en la camisa que traía puesto y jala la prenda, quitármelo, no lo entendía, a pesar de eso dejé que cayera, luego no escucho nada y lo siguiente que siento son sus garras rasgar mi polo.

¡Pero que rayos pasaba?

Después de lo que parece un rato escucho la voz de alguien a mis espaldas.

— Bienvenida, hija de Atwood.


Lazos MortalesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora