Caminaba lentamente por los pasillos del inmenso lugar, en el camino se encontraba con caras conocidas. No se sintió mal que algunas caras solo la observaban y la miraban algunos con miedo.
Parecía raro, ser invocada como un Alter Ego por la pequeña niña de pelo naranja rojizo en Chaldea era algo que nunca pasó por sus pensamientos.
Solo ese último recuerdo en la cual se hundía en el mar profundo, pero dejando de lado todo aquello a la cual solo eran preocupaciones menores.
Era una madre.
Y todos los habitan en este mundo nunca dejarán de ser sus hijos.
Entró por el pasillo a dónde le llevaría a un lugar donde siempre se sentía cómoda como una madre.
Desde que fue invocada siempre se levantaba temprano de su habitación e iba hacia la cafetería donde se encontraba la cocina.
Pero siempre había alguien quien estaba a un paso delante de ella.
Siempre que iba a la cocina lo encontraba cocinando y preparando loncheras para los niños y demás personas.
Sentía que le estaban robando su puesto como madre. Fue entonces cuando lo conoció más de cerca acompañándolo todo el día.
Pelo blanco peinado hacia atrás, ojos plateados y una piel morena. Siempre llevaba en la cocina una camisa remangada hasta los codos de color negro y puesto un mandil del mismo color.
Se llamaba Emiya, una persona amable y atento. Aunque también algo burlón, pero lo que la sorprendió de todo es que el hombre más alto que ella se comportaba como un niño.
Sincero, alegre, relajado y también atento. No pudo evitar sentirse feliz por ver a un hijo que se esforzaba tanto día a día.
Entró a la cafetería, saludó a las personas que se encontraban ahí desayunando y se dirigió a la cocina.
Y siempre tenía la misma vista del hombre parado mirando a los demás desde ese sitio. Algo que siempre le incomodaba, un hombre amable y atento, pero solitario.
Como madre no permitiría ver a sus hijos con la cara triste, abrió la puerta y entró a la cocina.
—B-buenos días Emiya.
Al oír la voz tan melodiosa y agradable de escuchar, interrumpió los pensamientos del hombre. Se volteó a ver a la persona que entró a la cocina a saludarlo alegremente.
Una pequeña de ojos color rosado un poco con tono rojizo, cabellos de color como el cielo despejado de un buen día y unos característicos cuernos hacia atrás.
Esa sonrisa contagiosa que hacía que el hombre se ponga de buen humor siempre.
—Buenos días Tiama-
Casi por terminar de decir el nombre, notó como la cara de la chica lo miraba oscureciendo. Una gota de sudor cayó por la mejilla del hombre al ver tal reacción.
—Buenos días… ¿madre?
La pequeña al oír lo que dijo volvió a su cara normal, pero con una sonrisa. Era bastante extraño el como tuvo que aceptar tener que llamar madre a uno de los seres más peligrosos de clase Beast.
Bueno, nunca tuvo una madre por lo que no habría problemas para más tarde aunque se sintiera incómodo para él.
—¿Ya preparaste el almuerzo para la maestra y los demás chicos? —dijo la pequeña mujer subiéndose a un banquito pequeño para poder alcanzar la caja colocada encima de la refrigeradora.
—Sí, ya está preparado solo falta envolverlas en las telas para que no puedan derramarse en medio de la misión.
El peliblanco se acercó a ella alcanzándole la pequeña caja de chocolates que estaba colocadas encima de la refrigeradora.

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Una segunda vida
FanfictionUna pequeña aventura en los días de la alter ego y un hombre que solo pudo maldecir a la suerte dentro de las instalaciones de Chaldea. Aviso: Recuerde que esto es solo un fan fic y no se le safe a alguien un tornillo. Esto contiene algunas cosas qu...