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Historia inspirada en la canción "Ya no vivo por vivir " de Juan Gabriel y Natalia Lafourcade

El anaranjado y rosa iban danzando en el cielo, las nubes resaltaban su blanquecino color haciendo formas divertidas de ver e imaginar, así como la suave y cálida brisa de la tarde ya se comenzaba a hacer presente en la piel de las personas, moviendo las hojas de los árboles y las flores.

El salado olor del mar inundó sus fosas nasales, provocando una mueca incómoda al no estar aún acostumbrado a tan... Peculiar olor.

Sus ojos cansados seguían en el suelo por el que caminaba, ni siquiera necesitando de levantar la vista para saber dónde estaba, las rocas y huecos en el pavimento resultaron ser un excelente distractor al agotador día de clases que fue ese.

Miró por un segundo hacia un lado notando el lindo restaurante que estaba cerca de su casa, consideró el entrar para comprar algo de comer, justo cuando iba a hacer, su vista cayó con una imagen en la ventana que congeló su cuerpo, sin poder apartar la vista convirtiéndose en una mirada de recelo, sus ojos no se podían separar de la pareja de dos chicas allí, demasiado amorosas, besos en las mejillas y caricias en sus brazos, la escena era tan melosa que por un segundo se sintió tan... Enfermo.

El beso en los labios que compartieron fue el detonante de su paciencia, soltando un bufido, se giró de nuevo al camino ahora sin voltear a ninguna parte, no quería concentrarse en nada que no sea en pavimento, incluso la vil cucaracha que pisó por accidente era mejor vista que una parejita de enamorados.

Pobre cucaracha.

Saco las llaves de su casa cuando por fin esta estuvo en su campo de visión, aun con la mueca molesta abrió la puerta soltando un suspiro cuando escuchó la risa de su padre.

Sin tener ánimos de lidiar con él, camino directamente a las escaleras de la casa, mirando distraídamente la puerta de la cocina.

Sin poder evitarlo se quedó mirando allí.

Su papá estaba en la mesa con el celular riendo y su otro padre estaba recargado en el refrigerador tomando una cerveza, el brillo con el que miraba a su papá hizo que su corazón se apretara.

La mirada de su padre paso de su celular a su hijo en una cuestión de microsegundos, la sonrisa que tenía cuando estaba en el celular no puede ser ni siquiera comparable con la sonrisa que puso cuando vio a su hijo.

-¡Ro! ¿Qué tal te fue?- Se levantó de la mesa y salió de la cocina pasando por la sala, el chico solo se le quedó viendo forzando una pequeña sonrisa, su padre lo abrazó en cuanto estuvo frente a él, dejando un montón de besos cariñosos por toda su cara.

-Me fue bien, estoy muy cansado.- Respondió cuando su padre se alejó de él, su otro padre se acercó a él sonriendo y dejándole un beso en la frente.

-¿No tienes hambre?- Preguntó el castaño mirando a su hijo, su esposo sonrió cuando dijo eso.

-Hice pasta.- Comentó con una risita.

Roier miró a sus padres sonriendo un poco antes de negar soltando un suspiro.

-Quiero dormir papá...

-Pero no puedes dormir con el estómago vacío, sube y lávate las manos y bajas a comer, después ya vas y te duermes.- Sentenció el pelinegro sin esperar respuesta cuando ya estaba caminando hacia la cocina, el otro hombre sonrió a su hijo dejando otro beso en su frente.

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