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Hanbin dormía muy mal. El estrés tomaba forma de una serpiente voraz lista para tomar su cuello e inyectarle su veneno, tal vez se veía reflejado en aquel animal pero no lo aceptaría.

El sol comenzaba a brillar dejándole sin conciliar el sueño que nunca llegó. Empezó a repasar la agenda del día de hoy, la final, transmitida a tiempo real donde se daría a conocer los 8 concursantes que iban a acompañarlo.

Tenía confianza en sus habilidades, canto y visual, sobre todo en los votos para obtener nuevamente la clasificación del primer lugar. No podía estar más que contento. Todo el arduo trabajo valió la pena, no fue fácil imponerse una dieta, obligarse a no comer, pasar tiempo lejos de su familia, la universidad, las evaluaciones y un sin fin de pensamientos que lo atormentaban y prefería no comentarlos.

Y luego estaba él, Zhang Hao, un participante de nacionalidad china que sabía muy bien bailar, cantar y tocar el estúpido violín. Se convirtió en una amenaza desde el principio al ser escogido como “center” del grupo global, un total fastidio, y más cuando intentaba generar una conversación con él ¿por qué tenía que acercarse? ¿tratar de ser su amigo?, esto era una competencia, no un lugar para hacer amistades.

Como de costumbre, la alarma volvió a hacer acto de presencia marcando casi las seis de la mañana, decidió ir al baño y comenzar a prepararse. Hoy era su día, el más especial y memorable, nadie podía arrebatarle esa sonrisa triunfante del rostro.

Los residentes de Seúl empezaban sus actividades muy temprano, pudo divisar una cantidad de estudiantes cruzando la vía al frente suyo. Seúl no era un lugar para los débiles, los coreanos que provenían de otras provincias soñaban con llegar a la capital y hacerse un nombre, sin contar a la inmensa masa de aspirantes para convertirse en idol.

El semáforo marcó verde y el vehículo pudo continuar su camino al Jamsil Arena, lugar donde se daría la final de “Boys Planet”. Hanbin dejó de mirar a su alrededor e incrementó el volumen de sus audífonos con suerte pudo conciliar el sueño pero Kim Junhyeon se encargaría de arrebatárselo al instante.

Que chico tan ruidoso —pensó Hanbin molesto. No dejaba de conversar con Gunwook y bromear para calmar los nervios. Lo culpaba porque la manera de deshacer su estrés surgía el efecto contrario en él, le irritaba esa voz chillona y boca que no se cansaba de hablar, pero Hanbin tenía que fingir y se le daba muy bien.

Finalmente llegaron a su destino, todo volvió a tornarse ruidoso debido a los participantes que no dejaban de verse sorprendidos y emocionados. Hanbin tenía experiencia como bailarín para grupos y enfrentarse a una gran audiencia no desafiaba un problema. Pero esta vez sería completamente diferente, el público tendría posado su completa atención en él, aclamando su nombre y gritando por cualquier cambio de gesto que hacía durante una performance. Amaba la atención que recibía.

Se dio la vuelta con el objetivo de recoger su bolso en el asiento de la camioneta, cuando sus ojos se encontraron con los de Zhang Hao, quien le estaba sonriendo.

Su auto se había aparcado frente al suyo, Hao era parte de los que se quedaron admirando el lugar durante unos segundos. Sus ojos estaban llenos de vida y brillaban debido al sol naciente que descansaba sobre su piel, tenía buen rostro, no iba a negarlo.

Su cara contaba con una perfecta simetría, su frente no era muy ancha o corta, su labio inferior era más pronunciado que el superior, rosados, sus malditos labios eran rosados; y por debajo de su ojo derecho se encontraba un pequeño lunar.

— Hey, se te olvidó esto —interrumpió Kandem entregando el bolso. El americano también los acompañó en el auto pero apenas decía algo fuera de lo necesario, pues se veía decaído estos últimos días. Su padre fue el encargado de arrebatarle los pocos buenos momentos fuera de cámaras. No podía ni imaginar lo vergonzoso que es estar en su posición.

Nuestra hora más oscura - HaobinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora