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En el pueblo lejano de Beligor, todos disfrutaban de la cercanía de sus vecinos, reían y cosechaban a gusto.

Pero había una pequeña hada que era diferente, no eran sus negros ojos o lunares lo que marcaba la diferencia, sino la ausencia de una de las cosas más preciadas en el reino, alas.

Todos contaban con unas alas doradas y puntiagudas que los hacían gozar de poderes que los volvían únicos, Wooyoung carecía de poderes y las tan queridas alas.

Las miradas lo habían hecho una persona tímida e introvertida, todos contaban con una casa que ocupaba el terreno de no más una cuarta parte de hectárea, cada una pegada a la otra, pero para Wooyoung todo era diferente, la suya se encontraba alejada del pueblo, tras su hermoso jardín lleno de frutos lo rodeaba la tierra y lejanía del pueblo.

Debía caminar mucho más que un habitante normal para poder hacer las compras del hogar, su casa era por lejos la más colorida de todas, mientras estas contaban con un color uniforme, la de Wooyoung era una paleta de colores, resaltando el blanco en la parte superior y dibujos por toda la casa y cerca, las flores eran tan coloridas como la casa o él mismo.

De mejillas sonrosadas por el trabajo en su jardín, cabellos negros y largos que solía cortarse él mismo, cejas pobladas que acentuaban su expresiones, una sonrisa que dedicaba al sol al alumbrar su solitario día y a la luna la cual lo acompañaba en sus más profundos sueños.

Muchas veces la nostálgica noche lo consumía, cantaba sumido en su soledad, se dedicaba a comprar libros ilustrados que contaban las mejores historias de amor, esas donde la más bella hada se enamoraba de quien no gozaba de la mejor gracia o mejor talento. Pero siempre terminaba en la misma conclusión, él no solo no contaba con ningún talento, su apariencia fastidiaba y acomplejaba a muchos.

-¿Por qué soy así? -lloraba en silencio las noches en las que se permitía sentir y ser vulnerable.

Noches en las que no se quería engañar diciendo que pronto podría encontrar a alguien que lo quisiera, diciendo que a él también le tocaría una bella hada como todos en la ciudad, noches en las que se miraba en el espejo y se permitía quejarse de su frágil físico.

-Yo no pedí ser así, yo no quería... -sollozaba- yo solo... en verdad no quiero estar solo.

Limpiaba las amargas lágrimas y terminaba por dirigirse una sonrisa.

-No estás solo. -se miraba en el espejo-, te tienes a ti, y esa es la mejor compañía ¿no lo crees? -se sonreía dándose ánimos -la gente no soporta que seas tan guapo. -se terminaba por comentar a sí mismo.

Cada ciudadano gozaba de privilegios, a Wooyoung siempre lo habían tratado como alguien desolado, este caminaba al centro para recibir lo que se suponía era su ración de bienes, con esto podía conseguir ingredientes para una de las pasiones que tenía más desarrolladas, la pastelería.

Horneaba y cocinaba casi a diario, mucha de la comida casi siempre sobraba y terminaba por compartirla con algunos animales que merodeaban el bosque que bordeada la aldea, era lamentable que justo en la parte de tierra que le tocó fuera la parte desierta, pues tenía que caminar mucho más si quería llegar a los animales que amaba ver.

Dos ardillas juguetonas que siempre que escuchaban las únicas pisadas que habían en el pueblo pues todos allí no usaban sus pies a no ser que fuese necesario, pero las cortas pisadas solo podían pertenecerle a Wooyoung.

Les daba un poco de todo lo que llevaba, lo había hecho desde que era un niño por lo que muchos de los animales cerca estaban acostumbrados a su presencia. Su risa sonora solo la habían presenciado estos animales.

DESTINO 《 WOOSAN 》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora