No hay inicio cuando piensas en lo que has vivido, solo recuerdas momentos, algunos no sabes si pasaron antes o después de otros, pero ya les contaré ¿cómo empezar?
Claro, ahí estaba otra vez, tendido sobre la cama, entregando más que el hoyo, todo mi ser se estremecía, como hombre gay tener encuentros de este tipo es algo normal supongo, pero esta ocasión no era como las otras, también entregaba el corazón, a mi edad de 29 años pensar en ello me causaba algo de pena, sobre todo porque el hombre dos años menor que yo se encontraba detrás, más alto y más fuerte, su cuerpo sacudía al mío, creando en mi sensaciones que hace mucho no sentía: placer y amor, sí, era nuestra primera vez ¡Oh dios! En verdad soñaba con este momento; cuando nos conocimos hace años en el bachillerato siempre creí que que sería yo quien lo poseería, pero las relaciones de noviazgo homosexual a esa edad no son largas, nunca imaginé que años después sin vernos terminaría cediendo antes su gran miembro.
Ale esa noche rompió las dos cosas que le entregué.Un día antes, su historia de Instagram apareció en sugerencias ya que no nos seguíamos desde hace un tiempo, tal vez el algoritmo supo que debía mostrármelo, porque se encontraba cerca de mí, no sabía que había vuelto y mucho menos al lugar donde me encontraba, como haya sido le escribí y acordamos vernos al día siguiente, cancelé el plan familiar que consistía en viajar a unas cascadas, me habían avisado porque me encontraba cerca, pero decidí quedarme ese sábado esperando el mensaje, pronto llegó, el tiempo había pasado y él recién venía del extranjero, nos habíamos conocido en la ciudad, pero ahora me encontraba trabajando en la playa, él solo venía unos días a conocer la costa, por lo que los tragos no faltaron, terminé diciéndole lo mucho que me gusta como acostumbro hacer cada vez que lo veo.
—Ale, en verdad has cambiado, se ve que has estado ejercitándote y tu acento ya no es el mismo —le dije sentados a la orilla de la playa.
—¿En verdad? Pero si hablo igual que siempre ¿estas de acuerdo?
— Jajaja no, sabes que siempre me alegro de verte.
—También a mí Di, mañana es mi cumpleaños, seguramente no lo recordabas —dijo, con una sonrisa.
—Hace mucho que no me llamas así, nadie lo hace y no, no lo recordaba ¿cumplirás 27?
—SiLa charla y el tiempo iban en sintonía, cada frase me recordaba a esos años en los que usábamos ese horrible y triste uniforme: pantalones azul marino, camisa blanca, suéter negro y un logo verde limón bordado. Llevábamos rato bebiendo que el alcohol hizo efecto pronto. El sol estaba siendo tragado por el horizonte pero la tarde nublada no nos los hacía ver.
—Sabes, siempre será bueno verte y como siempre digo: nunca dejarás de gustarme —le dije, con miedo, la verdad es que Ale era una persona que solo mostraba interés cuando lo veía, pero después desaparecía, siempre me gustó pensar que él no es de contestar los mensajes y que no está al pendiente de sus redes sociales como yo.
—A mi también me gusta verte —dijo, aunque ambos sabíamos que si no le escribía, el jamás me hubiera avisado que andaba aquí, tal vez no sabía que ahora vivía cerca de la playa, él venía con un amigo que en ese momento se encontraba en la fiesta.
—¿Puedo besarte? —le pregunté aún con más miedo, ya había olvidado este tipo de nervios, el corazón se me aceleraba y volví a sentirme como ese muchacho de 18 años cuando se enamoró por primera vez.
—Sí —contestó, ya se encontraba algo mareado y yo también.Me acerqué y me aferré a sus labios rojos, me tomó de la cintura y yo del cuello, siempre fue al revés. La verdad es que me encontraba en mi etapa más pasiva que había tenido, de joven siempre me consideré activo, después de entrar a la universidad tuve uno que otro encuentro en donde buscaba verga, pero no sé en qué momento comenzó a gustarme más y más.
apenas eran las 9 de la noche, me acompañó a casa a cambiarme para ir a otra fiesta, no sabía que podía pasar, jamás había pasado, entramos a la habitación, en el cuarto de al lado mi compañero de trabajo se encontraba en turno, así que estabamos solos. Comencé a besarlo, el ya estaba sin camiseta, por lo que me quité la mía, la luz de la calle que entraba por la ventana era suficiente, nuestras manos comenzaron a sentir como nos endurecíamos, sorpresivamente no recordaba lo grande que lo tenía, nunca habíamos llegado a ese punto desnudos pero si lo había sentido en esos días de escuela por encima del pantalón, no aguanté más y saqué el trozo duro que se cargaba, comencé a mover las manos llenas de saliva pensando en que momento se decidió que yo sería el pasivo y después lo desvestí completamente.